viernes. 26.04.2024

Aunque pongamos los muertos

Asumimos el horror. El mundo fue y será una porquería. Desconocemos si desde su nacimiento o cuando 195.000 primaveras atrás apareció el Homo Sapiens.

Asumimos el horror. El mundo fue y será una porquería. Desconocemos si desde su nacimiento hace 4.550 millones de años, o cuando 195.000 primaveras atrás apareció el Homo Sapiens.

Quienes nos criamos con la televisión en los años 80 normalizamos las tragedias que antes vivieron nuestros padres, madres y abuelos. El nivel de detalle con el que relata Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego los horrores de la guerra civil española  no difiere de las imágenes que vimos en televisión cuando Irán e Iraq mantenían su conflicto bélico. Un millón de ciudadanos ni siquiera pudieron vivir con el trauma.

El mismo año en el que era noticia el paso del cometa Halley, Olof Palme fue asesinado en Estocolmo, Israel volvió a invadir El Líbano; las fuerzas militares peruanas se tomaban la justicia por su mano y asesinaban a más de 350 presos de Sendero Luminoso con la excusa de sofocar la rebelión de la prisión El Frontón. ETA en 1986 quitaba la vida a 12 guardias civiles en la Plaza de la República Dominicana en Madrid, y un año antes mataba a 11 agentes de la Benemérita en la Casa Cuartel de Zaragoza; acciones previas al atentado más sangriento de la banda: 21 ciudadanos fallecieron por la bomba de Hipercor en Barcelona.

 Por venganza se crearon los GAL  que aportaron más argumentos para justificar lo injustificable a quienes en 2011 anunciaron el cese definitivo de la violencia. El saldo: 40 atentados, y hechos tan vergonzosos como el secuestro, tortura y asesinato de Lasa y Zabala; el ametrallamiento del Hotel Mombar; o el castigo al ciudadano francés Segundo Marey. Bien entrados los 90, también por televisión, conocimos los detalles de dicha vergüenza patrocinada por el Estado.

En los años 80 la mirada de Omaira nos estremeció para siempre. Luego conocimos que el horror no sólo se sufría en Armero, ni por consecuencias naturales. En Colombia asesinaron a Álvaro Fayad; y a los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán y Bernardo Jaramillo meses antes del atentado mortal contraCarlos Pizarro. José Antequera, Jaime Pardo Leal y cerca de 5.000 dirigentes de la Unión Patriótica también pagaron caro hacer política. En el país vecino, Carlos Andrés Pérez imponía a los venezolanos el paquete económico, y posteriormente sofocaba el Caracazo masacrando a quienes antaño le dieron su confianza. Murieron miles, y Pérez fue felicitado por Felipe González. También a finales de los 80, EEUU se enemistaba con Manuel Antonio Noriega, y lo capturaba llevándose de por medio al menos a 2.000 panameños. En la Plaza de Tiananmén un desconocido impidió por un tiempo breve el avance de los tanques, pero no el de las fuerzas que reprimieron a los chinos, que  eliminaron a dos centenares.

Llegaron los 90, y con el enemigo soviético ya en proceso de disolución, EEUU realizó los primeros bombardeos de la historia trasmitidos en directo por la CNN. “Era tremendo, Bagdad estaba iluminada como un árbol de Navidad", declaró uno de los pilotos de los muchos cazabombarderos norteamericanos.

Se inauguraba la nueva era del terror,  y con ella  la Guerra de los Balcanes, que además de la destrucción propia de la contienda civil, dejó grabados lo que llama John Galtung efectos invisibles: familiares sin familia, traumas, odio generalizado, depresión general,  apatía,  adicción a la venganza, y por supuesto… a la victoria. Cuatro años después del fin de la guerra, y para que perduraran dichas consecuencias algunos decenios más la OTAN bombardeó Yugoslavia con Javier Solana como Secretario General.

En el nuevo siglo observamos los crueles atentados de las Torres Gemelas, y seguimos la guerra contra el terror con más horror. Las facturas de España: 200  ciudadanos menos que todavía lloramos, y la indecente contribución del ex presidente Aznar a la desaparición de más de 400.000 iraquíes. Al festín de sangre y bombardeos no falta Palestina, los más de 1.700 muertos de la campaña militar de Gaza de 2014  –medio centenar niños-, avergonzaron al mundo, pero no a Israel ni a los dirigentes occidentales.

El pasado fin de semana Beirut sufría el peor ataque desde el final de la guerra civil hace cuarto de siglo, y París un infierno sólo superable a los días de la Segunda Guerra Mundial. Y como en los últimos tiempos en occidente, la reacción y comportamiento de los pueblos resulta inversamente proporcional a quienes les gobiernan. François Hollande y Manuel Valls ejecutaron la venganza prometida y bombardearon Raqqa antes que muriese el domingo. Los parisinos sin embargo desafían el estado de sitio y rinden homenaje a sus muertos, y a los valores de la República reivindicando pacíficamente los principios por los que nos sentimos orgullosos los europeos. Como hicieron los madrileños el 11M. Estas líneas del relato son lo que importa… aunque no nos libremos de seguir poniendo los muertos.

Aunque pongamos los muertos