viernes. 26.04.2024

Fernando Savater, los parados y las corridas de toros

Siempre se nos dijo que nuestro hombre utiliza la ironía y la paradoja como estructuras de razonamiento.

Les ruego a ustedes que presten atención a esta frase: «Si a algunos de los seis millones de parados que hay en este momento en el país se les ofreciese llevar la vida que lleva un toro bravo, es decir, vivir en uno de los paisajes más hermosos del mundo durante prácticamente toda su existencia, tratado con mimo y con todo tipo de comodidades, perteneciendo a una especie de la que solo una ínfima minoría va a ir a la plaza y, luego, como pago de eso, solamente pasar los últimos quince minutos de la vida malos, que son probablemente muchos menos de los que probablemente pasaremos nosotros en nuestra vida, habría gente, a montones, que por tener esa oportunidad aceptaría la vida del toro bravo». Dispensen la extensión de la cita que no admite tijera, ni dislocarla de su contexto.

Tan chocante frase no la ha pronunciado ningún politicastro, tampoco un concejalucho de gran ciudad, villa, poblachón o lugar. Menos todavía un torero cañí o aficionado de barrera, tendido o andanada. La sintaxis está tan cuidada que no admite correción gramatical. Puede parecer increíble pero su autor es un hombre de letras y, para más señas, un filósofo de fama acreditada, con una abundante bibliografía, un extenso currículo académico tanto en universidades españolas como internacionales. Nada más y nada menos que Fernando Savater es el autor, un profesor que me ha provocado una momentánea indisposición a la filosofía que espero pasará pronto. La frase de marras fue pronunciada de manera bombástica –como es costumbre en Savater--  en un debate sobre la conveniencia o no de las corridas de toros frente a algún que otro colega, firme partidario de la defensa de los animales y, contrario, a dicho espectáculo. 

Comoquiera que a un filósofo se le demanda un razonamiento con punto de vista fundamentado y adobado por las categorías convencionales de su disciplina, parece oportuno que Savater nos aclare qué instrumentos lógicos ha utilizado para llegar a tan sorprendente manera de pensar. Esto es, ¿qué relación establece nuestro hombre entre la condición de vida de la persona sin empleo y el animal de lidia? Más en concreto: ¿por qué el parado, en su infelicidad, desearía  tener la vida regalada del toro antes de que el matador le pusiera el estoque o, según los casos, el descabello? Conviene, pues, que el filósofo aportara más señas a tan inaudita opinión. Eso es, como mínimo,  exigible a un intelectual que se declara un "filósofo de compañía", al estilo de los philosophes franceses, no como un Filósofo académico y con mayúscula.

Mucho nos tenemos que, en esta ocasión, el «filósofo de compañía» nos da gato por liebre. Y, por así decir, parece contagiado por esa manera de discutir que, especialmente los políticos y sus hologramas, han puesto de moda: una sarta de anacolutos al estilo del famoso y extraño dicho de «era de noche y, sin embargo, llovía», que siendo un servidor niño chico me llevaba de cabeza. Así las cosas, el «filósofo de compañía», olvidándose --¿voluntariamente?-- de los códigos epistemológicos de la filosofía,  acompaña las extrañas maneras de razonar de los politicastros al uso.

Siempre se nos dijo que nuestro hombre utiliza la ironía y la paradoja como estructuras de razonamiento. Pero, al menos en esta ocasión, el autor de Ética a Amador, se nos antoja como un auténtico tarambana que, sin mesura alguna, banaliza la condición del desempleado con su tremendo problema personal. Es más, de su reciente lección, podría darse el caso de que un alumno suyo, digno de emular al maestro, propusiera que acabar con el desempleo pasaría por la creación de un nuevo espectáculo: las corridas de parados, con todo el ritual taurino. Se cebaría a cada parado en ganaderías especiales, ad hoc, durante cuatro años. Todo a cuerpo de rey, naturalmente. Y, al final, se llevarían a la plaza para ser lidiados. Y, como corresponde en el reglamento taurino, quien demostrara bravura sería indultado para volver al campo. «Albricias», gritaría Rajoy, «en dos temporadas se acaba el problema del paro». Sin embargo, una desparpajada Báñez,  tendría el mal gusto de no reconocerle al «filósofo de compañía» su aportación y darle las gracias a la Virgen del Rocío, la Blanca Paloma.

Postscriptum. ¿Han oido ustedes hablar del lanzamiento de enanos?

Fernando Savater, los parados y las corridas de toros