sábado. 27.04.2024

Socialismo y liberalismo

Durante varias décadas los partidos socialdemócratas han prestado una atención primordial, a veces excesiva, a los problemas de liderazgo...

Durante varias décadas los partidos socialdemócratas han prestado una atención primordial, a veces excesiva, a los problemas de liderazgo, como si el liderazgo fuera la única cuestión relevante para ganar o perder elecciones.

Llevados por la influencia de determinados expertos en marketing comercial y comunicación, y jaleados por los medios de comunicación social (en su mayor parte conservadores), muchos partidos socialdemócratas se han dejado arrastrar por esta tendencia, dejando en segundo plano las cuestiones programáticas de fondo. Actuando de esta manera, muchos de los debates que solían ─y suelen─ llegar a la opinión pública eran ─son─ los que conciernen a los perfiles y las características de los diferentes candidatos/as posibles, aupados en mayor o menor grado, según los casos, por unos u otros centros de poder y medios de comunicación social.

La obsesión por remarcar los mejores perfiles y evitar las cuestiones controvertidas y sustanciales, que pudieran suscitar rechazos y restar apoyos, ha dado lugar a que algunas reuniones de los partidos socialdemócratas hayan llegado a parecerse más, en su proyección pública, a desfiles de modelos que hacen comentarios genéricos y personalistas, que a convenciones serias y comprometidas propias de partidos que tienen que definirse y arriesgar en la búsqueda de soluciones a los graves problemas que aquejan a nuestras sociedades.

En el mundo hipercomunicado de nuestro tiempo, las estrategias de comunicación que están basadas primordialmente en las imágenes de los líderes pueden producir algunos réditos a plazo inmediato, especialmente si se acierta a elegir una cara jovial, cercana y agradable. Pero, un proyecto de gobierno no se puede sustentar mucho tiempo solo en una imagen y una sonrisa, sobre todo en las circunstancias complejas de este momento. Por eso, tal tipo de estrategias suelen dar lugar a rotaciones constantes de líderes, en ciclos cortos de ascenso-desgaste-desilusión y caída. De hecho, en algunos partidos socialdemócratas es difícil seguir la cuenta de los líderes que han ascendido y caído en los últimos años. Lo cual tiende a producir una impresión de volatilidad e insustancialidad en muchos electores, mientras permanecen ayunos de propuestas sólidas y de fondo.

Está bien que en los partidos socialdemócratas se hable de liderazgos, pero que solo se hable de liderazgos, casi sin descanso, puede llegar a ser sumamente cansino. ¿No se tiene nada más que proponer? ─pueden preguntarse los electores, con toda razón.

En este sentido, algunos han llegado a hablar del “lideralismo” como una enfermedad senil de la socialdemocracia, como una especie de cortina de humo o estrategia de diversión que impide centrarse en verificar si la socialdemocracia tiene de verdad una alternativa para los problemas reales y muy serios de estos momentos. Problemas que, desde luego, no se van a solucionar a base de “sonrisas profiden”.

La evolución de los hechos y los graves recortes y retrocesos que se están produciendo en el Estado de Bienestar están dando lugar a que muchas personas vuelvan de nuevo sus miradas hacia los partidos socialdemócratas, en espera de soluciones de fondo y no solo de estrategias de marketing personal. Por ello, los partidos socialdemócratas harían bien en no perderse durante más tiempo en cuestiones que muchos estiman como secundarias ─aunque no lo sean en determinados momentos─ y ponerse manos a la obra en lo primordial; es decir, en aportar soluciones a los problemas del paro, la precariedad laboral, la pérdida de derechos sociales y políticos, etc.

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