viernes. 26.04.2024

Responsabilidad por ausencia

Los 'éxitos' de este gobierno están basados precisamente en la destrucción de todas las victorias logradas por el pueblo, por los ciudadanos...

El 20 de noviembre se cumplieron dos años de la llegada del Partido Popular al Gobierno de este país. Para los habitantes de Génova 13 es el «Segundo Año Triunfal», tal y como se denominaban en el franquismo los años tras el golpe de Estado de los generales en julio de 1936. Al igual que ocurriera en aquellos años los efectos sobre los ciudadanos están siendo brutales: más paro, más pobreza, más hambre y menos derechos. Al igual que los nacionales, el Partido Popular de Mariano Rajoy se está encargando de la tarea de eliminar todas las conquistas y derechos de los ciudadanos. Por favor, que nadie piense que estoy comparando al Partido Popular con los franquistas, no soy tan simple como María Dolores de Cospedal al llamar nazis a aquellos que legítimamente expresaban su indignación por los atropellos de quienes están protegidos por el PP. Sin embargo, los comportamientos políticos de unos y otros son similares desde algunos puntos de vista. La diferencia principal estriba en el comportamiento del pueblo soberano, de los ciudadanos ante los atropellos, ante los atentados hacia sus libertades y derechos civiles. En aquellos años el pueblo reaccionó. Actualmente, el pueblo se queda en casa y sólo somos unos cuantos los que salimos a la calle a protestar, a pedir que no nos roben lo que tanto trabajo nos costó conseguir, la lucha que a tanta gente llevó a la cárcel o a ser asesinado en una cuneta o junto a la tapia de un cementerio.

Los «éxitos» de este gobierno están basados precisamente en la destrucción de todas las victorias logradas por el pueblo, por los ciudadanos, todo ello, eso sí, en base a la recuperación de la economía. La coartada de la crisis es una falacia, como casi todo lo que sale de Génova 13. Es muy fácil realizar una labor destructiva como la que está perpetrando el Partido Popular con el argumento de que todo lo que se está haciendo es por nuestro bien y que la culpa de que ellos se vean obligados es por la crisis económica. Sin embargo, la crisis es la excusa fácil y la coartada sobre la que apoyan un conjunto de reformas neoliberales que son el sueño húmedo de cualquier thatcheriano.

Todas las reformas y medidas que ha realizado Mariano Rajoy son un ataque directo contra el pueblo español: Reforma Laboral, Reforma de la Ley de Educación, Privatizaciones de Servicios Públicos esenciales, Recortes en Sanidad, Ley de Estabilidad Presupuestaria, Reforma de la Ley del Aborto, Reforma de la Administración Local y un largo etc. Pero la cosa no se queda en lo económico sino que va más allá, tal y como estamos viendo en los últimos días con el Proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana donde se criminaliza la protesta o la más que probable revisión del Derecho de Huelga con el eufemístico título de Reforma de los Servicios Mínimos. Todo ello nos da a entender que el Partido Popular está gobernando en contra de su jefe: el pueblo español

Ante este ataque frontal, propio de un régimen dictatorial, ¿qué hace el pueblo español? NADA. El pueblo español acepta todo lo que le echen por miedo, por comodidad, por resignación o por borreguismo. Los españoles somos un pueblo resignado. Es algo histórico. España ha tenido malos gobernantes durante toda su historia. Reyes y dictadores han masacrado a sus gobernados porque éstos se han mantenido de brazos cruzados ante sus abusos. Lo vemos en la literatura con los personajes del Siglo de Oro o en aquellos hombres que tan bien retrataron Galdós o Pío Baroja. Lo vimos en la dictadura franquista cuando sólo un porcentaje pequeño estaba dispuesto a luchar por recuperar las libertades que las armas nos arrebataron. Hoy lo estamos viendo con este gobierno «pseudo dictatorial» de Mariano Rajoy. Desde el gobierno nos están machacando mientras los ciudadanos nos convertimos en espectadores de lujo de esos abusos. Nadie responde, nadie dice nada, nadie grita, nadie sale a la calle a protestar, nadie pide responsabilidades. El gobierno ilegítimo de Mariano Rajoy, además, incita a ese silencio cómplice alabando a los que se quedan en casa, agradeciendo a esa «mayoría silenciosa» que no sale a protestar, aunque en su interior, en las redes sociales o en la barra de un bar no pare de lanzar soflamas contra Rajoy y sus cómplices.

El gobierno de Mariano Rajoy es el responsable principal de la situación de emergencia que sufre la ciudadanía, sin embargo, los ciudadanos también somos muy responsables de permitir que la destrucción de las conquistas logradas tras el franquismo se perpetre. El silencio del pueblo y su inacción lleva a legitimar lo que es ilegítimo, lleva a legalizar lo que es ilegal. El pueblo es la fuerza más potente que hay. No hay ejército ni fuerza represiva que pueda con él. No obstante, si el pueblo se calla y se resigna los malos gobernantes que le atacan existe una importante responsabilidad por parte de aquél por ausencia y falta de lucha por defender lo que legítimamente se ganó con la lucha y la movilización.

Tal vez esta inacción se produzca por un apalancamiento en la comodidad; tal vez la pasividad sea el resultado de la falta de líderes que encabecen el descontento; tal vez por miedo. Ese acomodamiento viene como consecuencia de una de las muchas trampas que coloca la derecha a la clase trabajadora: la creación de la ficción de la clase media a través de la falsa prosperidad generada en los tiempos de la burbuja inmobiliaria. La destrucción por parte de la derecha de la conciencia de clase es una de las armas que el neoliberalismo utiliza para evitar la reacción de los trabajadores ante sus atropellos. Históricamente la clase media estaba compuesta por pequeños empresarios que conformaban lo que en el siglo XIX se denominaba la «pequeña burguesía». Actualmente la derecha, a través de esa falsa prosperidad proveniente de la época de la burbuja inmobiliaria, ha conseguido eliminar la conciencia de clase trabajadora y crear el aburguesamiento, aunque las circunstancias sean lo suficientemente graves como para organizar una revolución obrera como contrapunto al ataque de la derecha y de los mercados.

La falta de liderazgo o de una figura que canalice el descontento es obvia. No hay nadie desde los sectores progresistas ni desde los sindicatos que logre unificar el descontento y hacer que los trabajadores renuncien a su situación acomodaticia. A esta falta de liderazgo se une la cultura del miedo que siempre va unida a los gobiernos de la derecha. Hablar de represión aún es prematuro, pero se está creando el caldo de cultivo con la Ley de Seguridad Ciudadana y con el Proyecto de Regularización del Derecho de Huelga que ya anunció Mariano Rajoy la semana pasada.

Todo esto hace que los ciudadanos se queden en casa en vez de rebelarse contra el Partido Popular. Esa falta de espíritu movilizador y esa ausencia de espíritu de lucha por lo que Mariano Rajoy y su gobierno nos está arrebatando es también una de las causas de que el ritmo destructor del partido ultraconservador español siga su curso o se incremente a medida que van pasando los meses de gobierno. Rajoy es el principal responsable de la situación, pero los ciudadanos también tienen una responsabilidad por ausencia: si la clase trabajadora se movilizara en serio, utilizando los medios que fueran necesarios, Rajoy se lo pensaría dos veces antes de seguir destruyendo derechos. El pueblo no es el principal culpable, pero sí es responsable.

Responsabilidad por ausencia