domingo. 28.04.2024

Ser cada uno más en lugar de tener más

En las circunstancias en que nos desenvolvemos hoy, la libertad, la igualdad y la Justicia social, no justifican la rentabilidad del dinero...

En las circunstancias en que nos desenvolvemos hoy, la libertad, la igualdad y la Justicia social, no justifican la rentabilidad del dinero. Estos valores no parece que  juegan: en los parquets donde se dirimen las miserias de las economías. Hoy se sabe que en 2011 los ricos ganaron un 6% más que el año anterior.  Los demás humanos, ya sabemos cómo nos encontramos, algunos, cada vez en mayor número, desahuciados, material, y moralmente casi todos.

Todo parece indicar que el sistema está hecho, fabricado, para que ganen los más ricos, a imagen y semejanza de la ruleta, que  proporciona ganancias a la banca (de enero a enero, el dinero del banquero). Los de siempre, hace como cincuenta años, tuvieron miedo y se atrincheraron en el mercado y crecieron  y se mantuvieron y ahora el mercado es el que ha llegado a tal nivel de abuso, que en gran medida se están cargando la gallina de los huevos de oro. Nos vendieron las bondades de un sistema que se autoregulaba solito y que era capaz de validar y valorar las actuaciones con la calidad como bandera y la mejora del sistema productivo para crear la riqueza que las naciones requerían.

Las gentes dejaron de ocupar el pedestal que la Humanidad parecía tenerles reservado, para pasar a ser meros compañeros de un viaje que resultó ir a ninguna parte. Seguramente, hay que retrotraerse a la Edad Media, para justificar el nacimiento del capitalismo y si analizamos la dinámica, constatamos las facilidades del capital en abrirse camino, contrastando con las penurias de las personas para arrancar mínimos niveles de derechos.

En tiempo reciente, incluso en las propias filas genuinas del capitalismo, surgen preocupaciones y propuestas de refundación, como la que escenificó el propio Sarkozy. Si lo llega a hacer, sale lo mismo, es lo más probable. La insistencia de algunos es proverbial y su capacidad de adaptación a los tiempos es nula, reactiva e imposible. En cualquier caso, hay que entender que la decadencia del sistema capitalista ha llegado, o está en puertas. El capitalismo fue importante en el momento de su fundación en el siglo XV, cuando vino a aportar nuevas ideas, cambiando el panorama de la época feudal de la que pudimos salir. La imprenta contribuyó a difundir las propuestas en las que las razones teológicas fueron sustituidas por las humanistas, que convencían más. No fue poco. Por eso hoy, cuando se advierten determinados tics de irracionalidad, en buena parte de los casos de corte religioso o pseudo-religioso olvidando el camino recorrido, nos hunde en la tristeza de comprobar que lo que parecía superado, por mor de algunos, vuelva a la escena con la frescura de tiempos muy periclitados. Pero, por mucho que se empeñen algunos, el capitalismo,  hoy está agotado. El mundo ha cambiado y ya no funciona bajo los mismos presupuestos, hoy, El capitalismo ya no aporta nada nuevo. Hoy, los pueblos votan y los que salen elegidos se atreven a actuar contra el pueblo, y esto no sirve. Esta época requiere nuevas modos y formas. No hay ninguna duda de que quien así actúa, pretende defender sus privilegios y, entre ellos, el del capital es el más conservador.

En gran medida, con estas actuaciones contra natura hemos deshecho la vida. Lo que llamamos sostenible, no lo es. La Tierra no repone los productos que sacamos de ella a suficiente velocidad como para afirmar que actúa en tiempo real. Al valorarse económicamente todo cuanto se mueve o está inerte, todo ha pasado a ser objeto de especulación y actuación como bien de naturaleza económica. El bienestar es objeto de interpretación económica y, desde ese punto, se convierte en un bienestar ajeno a las personas, lo que lo desacredita. El riesgo a sobrepasar el umbral e iniciar un camino sin retorno es tan enorme en estos momentos que, ciertamente, es posible que estemos poniendo en riesgo la vida sobre el planeta, que nos ha acogido desde los comienzos de ese bien inapreciable que es la capacidad de autoorganización y reproducción con que surgió la vida y que no ha dejado de evolucionar desde el mismo momento de su inicio. Somos recipiendarios de un enorme, descomunal legado que estamos arruinando y dilapidando.

Podemos alimentar la ilusión de que el capitalismo puede ser humano. A poco que lo meditemos constataremos que es imposible. Si solamente unas pocas personas son las que disfrutan el bienestar, no es humano el sistema, por más que insistamos, o insistan algunos. Capitalismo humanista es un oximorón, del mismo nivel que el de  Inteligencia militar. Son denominaciones extemporáneas que se mantienen, más allá del alcance lingüístico y la semántica razonables.

Hoy se venden tierras para producir alimentos que requieren consumir los habitantes de China, pero se siguen sin resolver los conflictos, algunos enquistados desde tiempo inmemorial. Hay que luchar, y muchos lo hacen desde organizaciones altruistas que evidencian que no todos somos iguales, pero no parece que  hayan alternativas para el desarrollo económico. No, en la forma convencional a la que estamos acostumbrados a operar. Y esto descorazona a muchos. Pero los problemas de hoy no son para los cobardes o los acomodaticios. Alternativas las hay,  pero pasan por ser cada uno más, en lugar de tener más. Si la referencia es la persona volvemos a englobarnos en la Humanidad. No es posible que el maquinismo que desencadenó la era industrial, solamente viniera a sustituir personas por máquinas. Todo se abarató, incluidas las vidas de los productores. El beneficio del maquinismo solamente fue a parar a los pocos que disponían del capital para adquirir los bienes de producción. Las personas pasaron a segundo lugar. No recibieron el beneficio directamente. E indirectamente, a veces, es tan exigua la alícuota parte que les llega que no palia los inconvenientes que ha generado. La redistribución de riqueza ha sido la clave de la desdicha, porque el capitalismo es, genéticamente, anti-redistributivo y explotador de personas y máquinas, por igual. El binomio mercado y Estado es una dualidad que el capitalismo no maneja ni quiere hacerlo y que en su praxis ha decantado, descaradamente, por el primero, donde solo están unos pocos, adelgazando el segundo en el que estamos todos, hasta límites de riesgo.

A lo largo de milenios la Humanidad ha crecido enormemente pero no sabemos vivir tranquilamente juntos. No estamos civilizados como colectividad. Hay que tener solidaridad y vivir en paz. Una sociedad de chimpancés en Africa pueden ser más civilizadas. El binomio competitividad solidaridad está tremendamente desequilibrado. Tenemos que ser felices, no solo estarlo eventualmente. Lo que define una cultura, son los valores fundamentales; verdad, vida, amor, solidaridad, fraternidad. Y todo esto, se cree o no se cree. Y luego se practica. Es una espiritualidad saludable.

Ser cada uno más en lugar de tener más