sábado. 27.04.2024

Camino del desastre

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La izquierda o lo tiene todo o no tiene nada. No hay término medio, no hay compromisos históricos. Todo o nada, lo que siempre ha sido igual a nada

He llegado a la conclusión de que vamos camino del desastre. No a uno definitivo. La izquierda española solo sufre desastres momentáneos. Pronto se recupera y comienza a teorizar como abocar a otro desastre cualitativamente distinto al anterior, porque cuantitativamente no hay secretos: se trata de la irrelevancia política.

Por ahí andamos, debatiendo como volver a rompernos la crisma sobre el respaldo del escaño parlamentario, como perder asientos y volver al gallinero del hemiciclo, como ser uno o dos parlamentarios de verdad, es decir, con la verdad que nos dan los clásicos del pensamiento revolucionario. Eso de ser una pareja, o un trío, que recita de memoria el 18 Brumario o las primeras hojas del Manifiesto Comunista se lleva en los genes.

Mira por donde la sociedad actual es tan compleja que es irreductible a fórmulas fijas. Y mira que soy lector empedernido de los clásicos marxistas y de los que aún transitan por el nicho de la posmodernidad. Y creo también que tiene que haber algún momento en el que libertad e igualdad encajen como el guante a la mano. Algún momento, algún lugar, alguna posibilidad, y que de alguna manera tendremos que salir del capitalismo si no queremos que este nos saque de la Historia.

Pero aquí estamos, redefiniendo alianzas en la izquierda. Es sabido que hay muchas izquierdas aunque tendamos a pensar que solo hay una y que, por algún motivo, esta no solo coincide con la nuestra sino también que las otras son falsas y a veces conscientemente traidoras. La traición (a la lucha de clases, a la clase obrera, a la igualdad, a la construcción del socialismo...) es un anatema que solemos lanzarnos unos a otros a modo de justificación del fracaso propio, mientras teorizamos sobre el enésimo fracaso, absolvemos a las personas que debieran habernos votado porque viven en el engaño y en la traición de los falsos izquierdistas y seguimos haciéndonos preguntas y publicando libros que explican la orfandad ideológica.

Ahora también sabemos que, además de la traición, hay tramperos que siembran la tierra de la izquierda, siempre fértil y soñadora, de cepos. Gente emboscada que va lanzando señuelos diversos para que los incorporemos al carro de la hegemonía social. Una vez dentro, como caballo de Troya, esos señuelos fragmentan la identidad de la clase trabajadora. Y ya tenemos otra evidencia que nos reafirma en nuestras certezas: la fragmentación actual del sujeto histórico (no es necesario volver a presentarlo) es exógena y si se persigue tal fin es porque la historia está de nuestra parte aunque ella misma no lo sepa todavía. Aquí lo único importante es la lucha de clases, lo demás es diversión que escinde y debilita.

No sabemos si hay un coleccionista de fragmentos, individual o colectivo, alguien o algo que intente reconstruir un espacio común de intereses, un mínimo común denominador de un pensamiento que sepa descorrer la cortina del pasado para saber que ha ocurrido para que nos guste tanto el ridículo permanente. Algo tiene que haber ahí abajo, una corriente subterránea, un hilo común, algo que sea capaz de ponernos de acuerdo. Y ese algo no viene del siglo XIX, ni de Las Luces, ni las rebeliones campesinas de la Edad Media. Viene de la capacidad de asociarnos para conseguir objetivos comunes.

Y aquí seguimos, construyendo fortalezas ideológicas, buscando renegados, estigmatizándolos, construyendo poder popular, creando redes, dándole mil vueltas a la misma idea, tropezando una y otra vez con la misma piedra. Y sobre todo dividiéndonos por uno, por dos, por tres.... por mi, porque es preferible poseer la verdad a compartirla, porque nuestro paraíso está lleno de traidores, de lectores aviesos de las santas escrituras de la izquierda. Desconocemos la cultura de lo que nos une, solo reconocemos a los demás cuando reflejados en el espejo que nos miramos son idénticos a nosotros, son nosotros.

No sé quién nos gobernará después del 28 de abril, pero es muy posible que quien lo haga no será muy proclive a la gente común. La izquierda o lo tiene todo o no tiene nada. No hay término medio, no hay compromisos históricos. Todo o nada, lo que siempre ha sido igual a nada.

Camino del desastre