sábado. 27.04.2024

La reunión

Todavía hoy, a mis cuarenta y pocos años, sueño algunas veces con la lejana época del colegio.

Todavía hoy, a mis cuarenta y pocos años, sueño algunas veces con la lejana época del colegio. Con la variación de algunos matices, se trata de un sueño recurrente del que suelo despertarme angustiado en mitad de la noche. Por alguna razón, debo regresar a mi antigua clase de los Salesianos, a un curso indeterminado, en el que, sin embargo, permanecen idénticos mis viejos compañeros. El tiempo solo parece haber transcurrido para mí, que encojo con dificultad las piernas bajo el pupitre, sin que a nadie parezca extrañarle. Ha debido de haber algún error con mis notas, tal vez me saltase en su momento ciertas clases muy importantes que ahora estoy obligado a recuperar. Y allí estoy, rodeado de unos niños de trece o catorce años que no había vuelto a ver desde que abandoné el colegio para irme al instituto casi treinta años atrás. Delante de mí, sobre la tarima, la enorme pizarra que ocupaba la pared de un extremo a otro, y encima, junto al crucifijo omnipresente, el altavoz desde el que cada mañana una untuosa voz clerical guiaba nuestros rezos y cantos al Señor, a la Virgen y a Don Bosco.

No recuerdo haberlo pasado excesivamente mal en aquel colegio, a pesar de aquella neurótica mezcla de beatería, severidad y misoginia que se respiraba en el ambiente. Sin embargo, en el sueño, me parece espantoso encontrarme allí de nuevo, haber tenido que regresar a aquel cerrado universo de misas, confesionarios, cantos, ejercicios espirituales y crueles bromas escolares, donde la debilidad y la diferencia se combatían con un fervor ignorante y se practicaba un didacticismo a menudo fundamentado en el temor: a Dios, a la gran variedad de pecados mortales que lo tentaban a uno, a la ira y a los castigos de algunos profesores o al caprichoso y tornadizo desprecio de tus propios compañeros. Al despertarme, tras la angustia inicial, llega el alivio de la realidad, por lo que supongo que el sueño tiene algo de pesadilla.

Dentro de un par de meses se celebra, en el mismo colegio, una reunión conmemorativa de los antiguos alumnos de mi promoción. A muchos de ellos (casi todos) no los he vuelto a ver desde entonces. Me debato entre el sincero interés por volver a encontrarme con quienes fueron mis amigos y cierta aprensión a regresar al colegio de mi pesadilla. Habrá una comida, ¡pero el día empezará con una misa cantada! ¿Y si, esta vez, no consigo despertarme?

La reunión