sábado. 27.04.2024

El becerro

En su reciente visita a nuestro país para recibir el Premio Princesa de Asturias de las letras Richard Ford decía que Donald Trump, al que calificó de chalado, “es una encarnación fea y monstruosa de la indiferencia hacia los gobiernos. Los americanos quieren que todos los demás sean gobernados menos ellos mismos, y como filosofía es una noción desastrosa pensar que el gobierno es la fuente de todos los males". Pues bien, ahora ya no son solo los americanos los que piensan así de su gobierno. Donald Trump y sus votantes han conseguido poner de acuerdo al resto del planeta y el gobierno de Estados Unidos va camino de convertirse en el anticristo de ese paraíso terrenal que venimos llamando democracia, o mundo civilizado, o delicado equilibrio internacional.

Sin embargo, en este paraíso nuestro llevamos demasiado tiempo idolatrando al dinero como única razón de ser de nuestras vidas. Desde los gobiernos, las instituciones, las mismas familias, no se fomenta otra cosa. Queremos que nuestros hijos sean algo en la vida, es decir, que no les falte dinero, y orientamos su educación según las posibilidades futuras de obtener mayores o menores ingresos en función de los estudios que realicen. ¿Que al niño le gusta el arte, los libros, la filosofía? ¡Reeducación! Que con esos gustos y conocimientos solo puede llegar a ser un muerto de hambre, además de un friki, tal como pintan las cosas últimamente. Nuestras sociedades solo miden el éxito en función de los resultados económicos obtenidos, eres lo que tienes, la fortuna que has conseguido amasar. Hacemos listas de grandes millonarios y nos parecen la gente más extraordinaria del mundo. Hasta mi hijo pequeño alucina con la lucha anual entre Ortega y Gates por ponerse al frente de la lista Forbes. En cambio, de Richard Ford no quiere saber nada… ¿Cómo no iba a acabar el dinero presidiendo (de forma presencial, física, me refiero, porque en la sombra lleva haciéndolo… no sé, pongan ustedes los años) el gobierno de la mayor superpotencia del planeta? En el fondo es pura lógica. Donald Trump es la personificación de nuestras patéticas ambiciones. Su ignorancia, su incultura, su cavernismo (si se me permite la expresión) representan muy bien todo lo que estamos sacrificando por esta creencia ciega en el dinero. Tal vez se trate de una falsa religión, pero lo que es indudable es que ya tenemos nuestro becerro.

El becerro