sábado. 27.04.2024

Antiutopía

La literatura te permite parar un momento, distanciarte de tu propia subjetividad y descubrir una realidad que sin dejar de ser la misma que conoces

Las historias de ficción de las buenas novelas suelen reflejar la realidad con un brillo especial, una variedad de matices y una profundidad que a nosotros, en el día a día, a menudo se nos escapan, porque la vida real, este presente continuo que habitamos segundo a segundo, nos mantiene siempre ocupados en otros asuntos. Creo que fue John Lennon el que dijo que “la vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes". Así parece que ocurre también con la política; la gente pierde sus trabajos, sus casas, sus vidas, mientras nuestros gobernantes están ocupados en sus propios intereses partidistas, en sus estadísticas publicitarias, en sus sueños hegemónicos, en sus trapacerías de puertas giratorias, en su sumisión a los poderes económicos...  

La literatura te permite parar un momento, distanciarte de tu propia subjetividad y descubrir una realidad que sin dejar de ser la misma que conoces, aparece bajo un prisma diferente, desde una nueva perspectiva. Una realidad aumentada o disminuida, futura o pasada, transgresoramente optimista o de un pesimismo descarnado. Precisamente, por esa labor minuciosa de observación y el empeño por alcanzar nuevos enfoques y explorar otras circunstancias, diversas posibilidades, también por su vocación de denuncia, en la literatura, cierto pesimismo y melancolía acostumbran a ser ingredientes más habituales que sus antónimos.  

Grandes autores han fabulado, por ejemplo, con futuros apocalípticos, las llamadas novelas antiutópicas o distópicas, en donde sociedades deshumanizadas sucumben a su propia insensatez por medio de la autodestrucción o la violencia de despiadados Estados totalitarios capaces de reducir al individuo a la mínima expresión. Enseguida, nos vienen a la cabeza grandes obras de este género, como La máquina del tiempo, de H.G. Wells, Un mundo feliz, de Aldous Huxley, 1984, de George Orwell, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury… No obstante, una de las novelas que, bajo mi punto de vista, mejor retrata, o retrata de un modo más verosímil (más acorde a los tiempos que corren), el posible futuro de decadencia y degradación al que podríamos acabar enfrentándonos es El país de las últimas cosas, de Paul Auster. Una sociedad sin valores, un infierno de insolidaridad, de incultura, de gente desahuciada. Un mercado negro a gran escala donde las relaciones humanas se reducen a meros actos de transacción económica, donde el suicidio se convierte en la estética del heroísmo. Un lugar sin memoria, sin pasado ni futuro, en vías de extinción. ¿Les resulta vagamente familiar? Siempre se ha dicho que los grandes escritores tienen algo de visionarios.

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