viernes. 26.04.2024

El último servicio del PP

¿Por qué el partido popular se empeña en dictar leyes, aprobarlas en solitario y trata de hacerlas cumplir cuando su tiempo ya ha pasado?

Lo que se pretende en este canto del cisne es cubrir el vacío que su ejercicio político ha dejado entre las instituciones de gobierno y la sociedad, rellenando ese hueco de un entramado de abstracciones legalistas que solo se sostienen porque el ejercicio del poder puede imponerlo

Zumba una incógnita en la cabeza de todo tipo de analista político, creo que también en la cabeza de todo ciudadano ¿Por qué el partido popular se empeña en dictar leyes, aprobarlas en solitario y trata de hacerlas cumplir cuando su tiempo ya ha pasado? ¿Es que no se aperciben que no disponen ya de ninguna de las señas de la legitimidad para hacer leyes y ponerlas en práctica? ¿Es que acaso creen que la mayoría matemática en el parlamento es suficiente argumento? ¿Ignoran que legislar en contra de los intereses generales no puede hacerlo ni siquiera un partido inmaculado, cuánto menos un partido agrietado por su corrosión interna? ¿Comprenden que con cada nueva cacicada ahondan la distancia que les separa no sólo de la ciudadanía, también del sentido común?    

Sí, sí que conocen las respuestas a estas preguntas. Y se corresponde probablemente con la del  lector y desde luego con la mía. El partido popular se sabe superado, sabe que ya es parte de la historia, sabe que la debacle que provocó su implicación activa y la promoción de la guerra de Irak así como su posición en la enrevesada mentira colectiva de las explosiones en los atentados de marzo del 2004 han tenido una continuidad conceptual con la guerra social provocada por la austeridad y la mentira colectiva de su financiación ilegal, el cobro de sobres y todo lo demás. Es la segunda vez que engañan y mienten por una cuestión espuria. Saben que a veces dos es demasiado, y que  esta vez no va a haber una tercera. No habrá esta vez un dos sin tres. No ellos al menos.

Entonces, por qué ocupan sus últimos meses de gestión política en una actividad tan estéril, absurda y revisable, máxime cuando ya han conseguido que la oposición en pleno  se haya comprometido a anular al día siguiente de la composición de la nueva formación en el parlamento una parte sustancial de las leyes que a empujones cuela el partido popular en sus últimos estertores.

Lo hacen por un inveterado espíritu de servicio, por entregar a la causa la última gota de su sangre, por mantener el pabellón en mitad de la debacle, es su recordad el Álamo. Saben que de la profundidad de la sima en la que se encuentra un partido entregado a una orgía de fraude, clientelismo y prepotencia no va a salir fácilmente. Pero aún quedan los principios. Nos hemos corrompido y por ello nos merecemos ser expulsados del paraíso, piensan aquellos pocos capacitados de suficiente discernimiento como para reconocer la que se avecina. Pero aún podemos hacer algo que nos trascienda, que si no limpia nuestros pecados, al menos minore la culpa, un último acto de entrega, una última aportación a la causa: Mantener el principio de autoridad y la toma de decisiones en clave de autoritas indiscutible y de jerarquía impositiva.

Lo que se pretende en este canto del cisne es cubrir el vacío que su ejercicio político ha dejado entre las instituciones de gobierno y la sociedad, rellenando ese hueco de un entramado de abstracciones legalistas que solo se sostienen porque el ejercicio del poder puede imponerlo. Eso es lo que se quiere mantener como el último bastión, el ejercicio del poder hasta rozar lo caprichoso, restringida la responsabilidad del gobernante a un mero respeto a la legalidad  (tergiversada ésta – la justicia - por el efecto distorsionante de las urnas, poblados los altos tribunales por los  apellidos de las familias más próximas y llegado el caso presionando a los tribunales menores que hayan escapado al control directo)

Este es el último servicio que un partido conservador hecho a imagen y semejanza de las clases poderosas de este país realiza sabedor de que ellos perecen pero hay que sembrar las semillas de un futuro como debe ser: Con sus gobernantes en un lugar elevado (si es posible oculto o mostrado sólo a través de medios afines o directamente catodizado en plasmas) y los ciudadanos allá abajo en otro. Y en medio mucha ley Wert, mucha reforma del código penal, mucha ley de seguridad ciudadana y un record histórico en la utilización de decretos ley para evitar el bochorno de la acción parlamentaria, incluso controlada con una mayoría que saben fue prestada para otras cosas.

El último servicio del PP