El País Valenciano se muere, y se nos muere por la inyección letal de un PP pleno de corrupción, que ha vendido para beneficio propio cada uno de los rincones de esta tierra, desmantelada ya por la desafección de unos personajillos sin alma ni corazón que llevan veinte años ya a bocado limpio con ella por intereses puramente personales.
Al País Valenciano no lo conoce ni Dios. Comenzó un tal Zaplana –''estoy en política para forrarme''– de la mano de otro tal Aznar, y hasta el momento el saqueo no ha cesado. Muchos imputados, muchos casos judiciales abiertos a estos del PP, pero nadie ha devuelto nada de lo ''volado'' ni ha pisado todavía la cárcel.
Ahora mismo el desmantelamiento es tal que las farmacias están en huelga por incobro. Muchos medicamentos de primera necesidad no hay manera de poderlos adquirir. La privatización de la Sanidad sigue en su auge imparable. La Educación Pública recibe todas las trabas posibles para su calidad y acceso a la misma. La Justicia -al margen del ''gallardonazo''- apenas puede funcionar por falta de medios personales y materiales...
Los dependientes, los más débiles de toda la población, llevan meses sin recibir un céntimo. Y hoy mismo, en el pleno de les Corts, familiares allí presentes, llegados de una marcha de cientos de kilómetros como protesta por la desatención sufrida, han sido expulsados por un hijo del Opus, Cotino se llama, ya que le molestaban.
Otra 'parlamentaria' del PP, la lenguaraz Pilar CaralSol, en sus paranoicas proyecciones propias, acusa a los sin recursos de gastar el dinero recibido de la Generalitat -cuando es dinero de todos nosotros, no privativo de nadie- no en pan, sino en teles de plasma y en ''otras cosas indecibles''.
Y ahora la dirección de FGV decide quitarse de encima a unos 500 trabajadores (una cuarta parte de la plantilla, aproximadamente). ¿El motivo? el de siempre, no hay dinero. Y es que se ha despilfarrado en millorarios y obscenos sueldos de los dirigentes y amiguetes puestos a dedo.
Pretenden 1) que los trenes funcionen sin conductor, 2) sin la revisión mecánica que garantice la seguridad de los usuarios, 3) que el departamento de Atención al Cliente lo ocupen robots. Igualito que tantas consultas a través del teléfono son respondidas con aquello de ''si desea ampliar su cobertura, pulse 1; si desea hacerse socio de las nuevas ofertas, pulse 2...'' Una muestra más del total desprecio a los viajeros que acuden a este servicio en busca de ayuda en tantas y tantas cosas, pues ya la adquisición de billetes o bonos es una odisea con unas máquinas que nos las entiende ni Dios.
Al parecer, después del accidente-matanza de 43 ciudadanos el 3 de julio de 2006 por una clarísima negligencia del equipo gerente con Marisa desGracia al frente, con García Antón (ya fallecido) como conseller de infraestucturas y un Paco Camps como presidente de la Generalitat, al resultar inmoralmente impunes en su responsabilidad del tragico asunto y manifiestamente despreciativos ante los familiares de las víctimas, ahora FGV, con Alberto Fabra, nuevo presidente de la Generalitat, Isabel Bonig, nueva consellera de Infraestructuras y un nuevo Gerente, Pablo Cotino -apellido repulsivo en estas tierras-, ha decidido arrebatar el trabajo a unos 500 empleados que cumplen fielmente sus obligaciones, con unos sueldos mayoritariamente mileuristas, y que son víctimas de las tropelías y pillajes que sus mandatarios han estado realizando: la indecente depredación del dinero público, el nuestro, el de todos, en beneficio propio.
Los trabajadores de FGV mantienen sus protestas en defensa legítima de sus puestos de trabajo, como así debe ser, Y llegarán hasta donde sus fuerzas les permitan, como debe ser.
Ahora, los usuarios, ciudadanos de todo tipo, y familiares de los afectados -todos los trabajadores de FGV- debemos estar con ellos, a su lado en esta necesaria lucha. Es de justicia y razón. Y ahí nos van a tener con todas las consecuencias que puedan derivarse, SIN MIEDO. Sabemos que la Verdad, la Razón y la Justicia (com mayúsculas) nos acompañan. Si así obramos todos, este desgraciado Consejo de desAdministración no lo tendrá tan fácil, por mucho que se chulee Serafín Castellano.