viernes. 26.04.2024

Tanto desgobierno

Todos lo sabían, pero a ninguno le importaba nada. Los dirigentes de la industria financiera son capitalistas sin alma, sin escrúpulos y sin responsabilidades sociales, y por esta razón, y por la complicidad trabada con el poder político, provocaron la mayor crisis económica sistémica desde la Gran Depresión.

Todos lo sabían, pero a ninguno le importaba nada. Los dirigentes de la industria financiera son capitalistas sin alma, sin escrúpulos y sin responsabilidades sociales, y por esta razón, y por la complicidad trabada con el poder político, provocaron la mayor crisis económica sistémica desde la Gran Depresión. Y tras la crisis nada ha cambiado: no hay culpables y no hay control, no hay nada que impida que este capitalismo de casino siga campando por sus anchas.

Las razones últimas (es decir, primeras) de la crisis económica mundial y sus causantes se pueden deducir de la constatación de que la desregulación mundial nacida en Estados Unidos y que tiene sus orígenes en la ambición de unos cuantos poderosos que han conseguido influir en la política, es decir, determinar las decisiones del Estado en función del poder económico y las influencias políticas que ostentan. Se trata de todo un grupo de intereses creados que alteran la relación natural entre las clases en el Estado convirtiendo la industria financiera en el principal instrumento de acción de la política. Las hipotecas basura, consiguieron enriquecerse hasta la nausea gracias a un concepto extraño, superior y metafísico que le llaman ingeniería financiera –es decir, jugar al monopoly con el dinero y los sueños de otros. Bancos de inversión -relean el nombre despacio, por favor, ¿no invierten todos los bancos?- como Lehman Brothers (quebrada), Bear Stearns (quebrada), Merryl Linch (adquirida por el Banco de América, público, para salvarla); aseguradoras como Fannie Mae y Freddie Mac (quebradas); y agencias de calificación como Standard and Poors, Fitch o Moody´s (siguen opinando y equivocándose) habían montando un chiringuito perfecto, que gracias a productos como derivados, futuros, swaps, y otras figuras financieras especulativas muy apetitosas como hipotecas de alto riesgo (subprime se dice allí) conseguían robar el dinero de todos con absoluta impunidad.

Para parar los pies a los que se dieron cuenta de la jugada se infiltraron en la administración de Bush padre, luego siguieron con Clinton y después con Bush hijo y frenaron cualquier intento de regulación, de control de productos especulativos y de límites al apalancamiento (adquisición de riesgos) bajo la sacrosanta consigna de la libertad de mercado. Además, toda esa casta, y esta es una novedad, nace directamente en la Universidad, porque mucho de estos ejecutivos o asesores de ejecutivos son profesores de las más prestigiosas universidades de EE.UU. El poder capitalista, el gran bloque de poder, logra influir, primero y determinar después, la relación que mantiene el Estado con la economía.

Siendo el origen la desregulación del capitalismo financiero global, también hay niveles de responsabilidad locales. Por eso resulta intelectualmente insostenible el discurso demagógico y complaciente de la izquierda más radical, según el cual, España sufre un ataque de los mercados, como si la situación de España solo obedeciera exclusivamente a esa situación. España tiene una deuda pública alta y privada elevadísima. La prima sube y los intereses son cada vez son más caros porque no tienen la seguridad de que les vaya a pagar porque España no crece. Y mientras el discurso no sea este, es decir, cómo crecer, no se reconocerá la realidad del asunto y se afrontará correctamente el problema.

Los ajustes tienen que ser cirugía muy precisa, pero por otro lado, me temo que hay poco margen, si no media activamente el FMI o algún tipo de ayuda específica para levantar la inversión y generar actividad económica o, de otro modo, se inyecta dinero a los bancos para que dispongan de liquidez y puedan volver a circular el crédito para activar la producción y especialmente, el consumo. En cualquier caso, el Estado español presta una serie de servicios que no puede pagar, por lo tanto, lo tiene que pedir prestado. Y para que nos presten, es absolutamente necesario poder decir a los prestamistas que vas a devolverles el dinero. España tiene un compromiso de reducción de déficit que asumió ante la U.E. el pasado mayo de 2010. Si echamos toda la culpa a los especuladores que juegan con los intereses (por más que todo esto sea así), sin asumir que parte de la responsabilidad es nuestra por la pésima administración de los recursos a partir de la política firme del despilfarro, no llegaremos nunca a buen puerto. Despilfarro pues a todos los niveles: Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Pero también descontrol de instituciones.

Empecemos. El Estado. Hay que asumir también la responsabilidad que en todo este asunto tiene el PSOE. En medio de la crisis 2008-2009 - cuando Zapatero la negaba- el gobierno de entonces se dedicó a bajar los impuestos (IRPF, eliminación de impuesto de patrimonio) sabiendo que la recaudación del Estado, además, estaba descendiendo. Fue una política absolutamente irresponsable que hoy pagamos. Pero claro, en aquel momento para ZP bajar los impuestos era de izquierdas.

Segundo nivel. Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Estas instituciones se han endeudado a partir de una pésima gestión de los recursos. La disparatada política de obras faraónicas de escasa utilidad financiadas a ex puertas (Aves, aeropuertos, televisiones) por los mecenas del poder, las Cajas de Ahorro, en la que los políticos hacían y deshacían a su antojo y donde la corrupción llegó a ser norma en autonomías del PP como Valencia o Baleares, ha conducido al desastre.

El tercer nivel es el de las instituciones. ¿Qué ha hecho el Banco de España, institución encargada de vigilar la actividad financiera? Nada. Ahora se dedica a denunciar que determinadas cajas son lo peor de lo peor, pero esa declaración no deja de revelar las omisiones del pasado.

Europa no escapa al desgobierno. La última cumbre que parece instaurar un nuevo Tratado, no impulsa medidas efectivas para el control de los intereses de la deuda, ni arbitra medida alguna (como el Banco Europeo de Inversiones) para generar actividad económica. Tras la quiebra de Lehman Brothers, algunos políticos europeos, abanderados por Nicolas Sarkozy anunciaron, con grandilocuencia, que era necesario poner límites a los excesos de los mercados y a la codicia de los financieros, y que era preciso refundar el sistema capitalista. Tras cuatro años de crisis, paradójicamente, son los mercados financieros los que están poniendo límites a los excesos de los políticos despilfarradores, dictándole los deberes y escribiéndoles la hoja de ruta de austeridad y reformas estructurales que deben de seguir. La presión de los mercados financieros es la causante del destronamiento de políticos incumplidores, mentirosos y despilfarradores, como Silvio Berlusconi y Yorgos Papandreu.

La desconfianza en los políticos está llegando a sus límites, y la única manera de recuperar la confianza de los inversores y prestamistas exteriores es apartarlos del poder y sustituirlos por profesionales con profundo conocimiento de la economía. Lucas Papademus, ex presidente del BCE y ex gobernador del Banco de Grecia, y Mario Monti, prestigioso economista sin afiliación política y ex comisario europeo, los relevarán en el poder. En la situación extrema en la que vive Europa y con la merecida desconfianza que se cierne sobre los políticos, Europa toma decisiones políticas para calmar a los mercados.

Desde luego, todas las noticias pasadas, presentes y, los indicios que percibimos, dibujan una perspectiva muy negativa. Si no surge una verdadera conciencia de regulación a todos los niveles, las actuales medidas que se están arbitrando para solventar la crisis, harán que ésta esté presente durante un tiempo indeterminado. Caminamos con paso firme hacia una época oscura.

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