sábado. 27.04.2024

SORTU: ¿nacer, renacer o morir?

Costaba creer en que las palabras de Rufi Etxeberria fueran algo más que la puesta en escena de una función necesaria para dar cabida a una especie de proyecto político que amparara a aquellos que huérfanos de representación parlamentaria, que con la sensación de la fría indiferencia y la presión de la democracia, intentaban agarrarse al anteriormente tan denostado estado opresor.

Costaba creer en que las palabras de Rufi Etxeberria fueran algo más que la puesta en escena de una función necesaria para dar cabida a una especie de proyecto político que amparara a aquellos que huérfanos de representación parlamentaria, que con la sensación de la fría indiferencia y la presión de la democracia, intentaban agarrarse al anteriormente tan denostado estado opresor.

Frente al torbellino de sentimientos y ansias, la serenidad de la razón y las decisiones cabales.

Nadie duda de la habilidad de la izquierda abertzale, ni de la inteligencia. Pero lo que sí duda la mayoría es de su honestidad y de su credibilidad. Es el halo de escepticismo que bordea a todas las buenas intenciones de los que nunca fueron capaces de demostrarlas.

A estas alturas cuesta digerir que medio siglo de asesinatos, amenazas y extorsiones se consideren pretérito con el simple paso de página. Una temblorosa y forzada renuncia a la violencia en el futuro, no en el presente, ni condena de lo pasado, sólo en el futuro, no palian los años y las vidas truncadas por las muertes, las secuelas y las huellas de los que se fueron o los que viven amenzados.

Es evidente que SORTU, o como quiera que se denominen, eso es lo de menos, no esperaban el giro dado en el Gobierno Vasco. No esperaban la firmeza, la coherencia, el discurso unánime, y el establecimiento de un orden de prioridades radicalmente opuesto al existente.

Lo decía Patxi López en una aparición pública: “…no tenemos que ponerles una alfombra roja, a lo sumo una negra. …No les debemos nada; es más, son ellos los que nos deben todo a los vascos. …Es normal que las víctimas desconfíen, si desconfiamos nosotros, con más razón las víctimas…Si algo no admite cálculos electorales, es el camino de la paz y la libertad".

Nada más y nada menos. Sin titubeos, ni ambigüedades. Firmeza, convicción y democracia a raudales.

Son frases nunca pronunciadas hasta ahora con semejante rotundidad por un Lehendakari. Siempre existieron los matices exculpatorios y las adhesiones paternalistas al ideario.

Todos los demócratas queremos la paz, pero no a cualquier precio. No, porque nos costaron años de lágrimas, sufrimiento y sacrificios personales defender a este pueblo de la tiranía de los terroristas.

Por supuesto, es buena noticia que ETA plantee una tregua (más forzada por la situación de debilidad interna y externa que por propio deseo, no nos vayamos a engañar) y que el mundo abertzale condene la violencia a futuro. Pero debería ser en ese futuro cuando se planteara si sus planteamientos son firmes o son fruto del ansia viva de participar en unas elecciones tan importantes, a nivel económico y social, como el agua para los peces. No se comprenden los tiempos de no ser por la conocida dependencia del mundo abertzale a las estrategias de la banda terrorista. No cambia el ideario ni cambian las personas y así es complicado creer. La fe no es ciega ni mueve montañas, como lo demuestra la imperturbable inmovilidad del Amboto.

Afortunadamente, serán los jueces los encargados de determinar si SORTU es legal o no lo es y si puede participar o no en las próximas elecciones. Ni Currin ni mediador internacional alguno pagado por los nacionalismos ansiosos de conseguir beneplácitos a costa de lo que sea. Resulta gracioso pensar que Currin se siente con la necesidad de convencer a los vascos a base de dogmas de fe de a millón por unidad. Millón de euros, quiero decir. O es una especie de Dios terrenal vencido por el sistema capitalista o es un individuo con escaso conocimiento de la situación real en España. Nunca entendí lo de conflicto vasco (y me preocupa que Currin lo vea cual aparición Mariana en el monte de los ciruelos) como tampoco entendí lo del Movimiento Nacional de Liberación Vasco (hay que reconocer la riqueza de nuestro lenguaje, qué intento más burdo de poner un nombre bonito a una banda de cobardes matones).

Ni Euskadi es Irlanda ni el Polo Norte es lo mismo que Antequera, y aunque sabemos de las nefastas actuaciones de gobiernos vascos anteriores, obsesionados en consultar hasta el aire de vasquidad en el Gorbea, lo cierto es que la democracia hablará como lo ha hecho siempre. Hasta cuando sacó a los nacionalistas de la silla de las inquinas y ambigüedades.

Lo cierto es que han seguido las amenazas, los actos violentos y los conatos de descontrolados poco dispuestos a acatar que la paz futura. Ni intención tienen de ir practicando. 50 años no se borran borran de un plumazo y hasta la mejor de las obras del teatro echa el telón.

SORTU, Batasuna, o como quiera que se llamen tienen la posibilidad de demostrar que su apuesta por la vía pacífica, por el Estado de Derecho (sí, con mayúsculas), es firme o es el sueño de una noche de invierno.Tanto si son legalizados como si no lo son, el tiempo será el mejor de los jueces. Y nosotros, que lo veremos.

SORTU: ¿nacer, renacer o morir?
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