viernes. 26.04.2024

Raül Romeva no es un traidor

Romeva es la expresión de la desubicación, confusión e impotencia de las diversas izquierdas que viene desde hace mucho tiempo.

Descansa en paz, querida Ada Grossi

Ya lo saben ustedes: Raül Romeva, el anterior europarlamentario de ICV-EUiA preside la lista que políticamente lidera Artur Mas para las próximas elecciones catalanas que están a la vuelta de la esquina. Pues bien, desde el momento que dio el salto le cayeron chuzos de punta al caballero Romeva. Sus antiguos compañeros le tildaron de chaquetero, vendido, hijo de papá, pijo y –como se estila en las tradiciones de la izquierda- no fueron pocos, dentro y fuera de las redes sociales, los que le llamaron traidor. Los únicos elegantes fueron un reducido grupo de dirigentes de su antiguo partido que se limitaron a tomar nota y a responder lo equivocado de la decisión de Romeva. En todo caso, el linchamiento de este político sigue a todo meter. Y, lo más seguro, es que se incrementará a lo largo de la campaña electoral. ¿Quiere decir esto que justificamos lo que es, sin duda, una decisión tan legítima como disparatada? No, padre.

La decisión de Romeva, insistimos, es simultáneamente legítima, porque ha hecho legítimamente de su capa un sayo, y es disparatada por los argumentos que él mismo aduce en sus repetidas declaraciones a los diferentes medios. Veáse, por ejemplo, lo que ha declarado en El País.

Digamos las cosas por su nombre, Romeva –y las personas de izquierdas que le acompañan en la lista de Mas- es, en mi modesto entender, la expresión (o una expresión más) de la desubicación, confusión e impotencia de las diversas izquierdas que viene desde hace mucho tiempo, así en Europa como en España y, por supuesto, en Cataluña. De una impotencia que le ha llevado a ir dando tumbos del coro al caño y del caño al coro. De una ausencia de proyecto ante el mundo de la reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, de toda la economía en el mundo de la globalización.  Es una impotencia de los grupos dirigentes de las izquierdas y, por lo tanto, también (en la parte que le corresponda) del mismo Romeva. De manera que hablar de la «traición» de Romeva es un intento de matar a cañonazos esos mosquitos veraniegos que nos tienen asados a todos los mortales.  Y peor todavía: mantener tal chorrada es no querer reflexionar sobre lo que está sucediendo realmente en las izquierdas.  

Dicho lo cual vale la pena entrar en algunos razonamientos de lo que viene exponiendo nuestro hombre durante estos días.

Sostiene Romeva que «el proceso no lo pilota Mas, lo hace la sociedad movilizada». Lo más amable que se puede decir es que el cabeza de lista de Mas nos propina una pirueta. Porque si bien es cierto que la sociedad (debería haber dicho “una parte”) pilota en gran medida dicho proceso, todavía es más cierto que quien personalmente ha elaborado la lista y la dirige es el mísmísimo Artur Mas. Ignorar voluntariamente este detalle es un grosero intento de darnos gato por liebre. O un intento narcisista de justificar su decisión. Cosa que no tiene por qué. Ya hemos dicho que es legítima, pero lo que no puede hacer es añadir disparates a su disparatada decisión.

Por último, séame permitida una consideración: imaginémonos  que Romeva figurara en una de las listas de las izquierdas para las próximas elecciones catalanas. Un servidor no duda que hubiera apoyado con su presencia la lucha de los trabajadores de Valeo, cuya lucha continúa. No sería erróneo pensar que nuestro hombre se hubiera presentado en la fábrica y decirles: «Aquí estoy, ¿qué puedo hacer por vosotros?». Hasta donde sabemos todavía no lo ha hecho. Pero, las cosas claras: tampoco eso es traición, es simplemente –por decirlo amablemente- un descuido o distracción de algunas personas de la izquierda. De ese izquierda que estima que el conflicto social es una mera contingencia que está en función de la política.

Raül Romeva no es un traidor