sábado. 27.04.2024

Primas y primos quijotes

“Sé que cuando llegué al gobierno estábamos al borde del precipicio, pero ahora ya hemos dado un paso adelante”. La frase -inmejorable, aunque dicha desde la más absoluta de las inconsciencias- se le atribuye al ex presidente argentino Carlos Saúl Menem (1989-1999), impulsor del boom neoliberal que acabó quebrando al país y acorralando a sus ciudadanos.

“Sé que cuando llegué al gobierno estábamos al borde del precipicio, pero ahora ya hemos dado un paso adelante”. La frase -inmejorable, aunque dicha desde la más absoluta de las inconsciencias- se le atribuye al ex presidente argentino Carlos Saúl Menem (1989-1999), impulsor del boom neoliberal que acabó quebrando al país y acorralando a sus ciudadanos.

En aquella célebre disertación, el mandatario sudamericano intentaba endilgar la responsabilidad del lamentable estado económico al gobierno que había antecedido al suyo. “Es culpa de la herencia recibida”, solía decir cada vez que sus malogradas maniobras provocaban el pánico en la población.

La prima de riesgo ha sido esta semana la protagonista absoluta de los informativos españoles; y a su vertiginosa subida se le han achacado un sinfin de responsabilidades, aunque ninguna de ellas roza al gobierno del Partido Popular, sino que -por lo que se nos informa- son producto de factores ajenos a él; como la herencia recibida, el disloque de Grecia, los pitidos al himno nacional durante la final de la Copa del Rey, y vaya uno a saber si también entra en la lista el eclipse lunar o la plaga de mariquitas que estos días invade el litoral malagueño.

Mientras la prima continuaba en su desbocado ascenso, los españoles de a pie eran informados respecto de la nueva inyección de dinero público que el gobierno prestará a la banca. Un monto superior al que se ha recortado en Sanidad y Educación y que, según explicó el presidente del consejo del grupo BFA-Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, “no es una ayuda ni un préstamo, es capital. Y por lo tanto...”, agregó en su comparecencia, “...aquí no hay nada que devolver”. Subía la prima y Carlos Divar, presidente del Tribunal Supremo, aseguraba no haber malgastado dinero en sus repetidos viajes a Marbella. “No fueron hoteles de lujo, fueron hoteles de cuatro estrellas”. Una nada aclaradora excusa pública en la que la posibilidad de dimisión -como ya ha ocurrido en otros casos similares-  no fue contemplada. Subía la prima y desde Bruselas se le sugería al gobierno español que aumentara el IVA y acelerase el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años; una recomendación que  -de no ser porque se trata de una realidad nada graciosa- podría pasar por una broma de los líderes europeos más cachondos. 

En este contexto, la actual realidad española parece salida de la imaginación del genial cineasta valenciano Luis García Berlanga. Personajes que entran y salen de escena, diálogos que se superponen y un plano secuencia que se extiende infinitamente, acompañando los vaivenes de protagonistas y secundarios que se mueven como empujados por una fuerza irracional, esgrimiendo cada cual sus propios y casi siempre mezquinos intereses. Pero el entuerto es verdadero y no reviste ninguna gracia, más bien todo lo contrario. Y para colmo de males no hay Quijotes a la vista; o si los hay, sólo ven molinos de viento cuando en realidad están batallando contra un verdadero gigante.

Entre primas y primos España ha dejado de ser una potencia para convertirse en un país arrasado por explotadores y corruptos (los de dentro y los de fuera); hundida en la miseria, sin Euro suficiente para cubrir las necesidades más urgentes ni reparar en el impacto descomunal de los recortes y ajustes a los que -desde fuera y desde dentro- se le exige al pueblo. Y para colmo de males “ya no hay locos”, como bien advirtió León Felipe; ya nadie anhela combatir contra molinos. Y cuando esto sucede, un sentimiento opaco, irremediable, se apodera del ciudadano de a pie. Ojalá ésto no suceda y nuevos Quijotes le muestren sus puños a la mentira, a la injusticia y al egoísmo. Mientras tanto seguiremos la subida de la prima debido a factores tan poco verosímiles como las excusas que suelen dar, casi a diario, los implicados en casos de corrupción. Para calmar los ánimos quizás deberíamos tomar este asunto como lo hizo Berlusconi: Cuentan en Italia que cuando le anunciaron al Il Cavaliere que la Prima de riesgo estaba subiendo, éste bromeó diciendo que no conocía a ningún Riesgo, pero que si la prima estaba buena, pues entonces que subiera, que él mismo la atendería en su despacho privado. Yo no se si esto es cierto, pero de ser mentira es más creíble - y  bastante menos perjudicial- que la que a diario pretenden que traguemos.     

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