sábado. 27.04.2024

Partidos y corbatas

Los partidos no son , precisamente, un ejemplo de democracia interna. Su propia dinámica termina por pervertir los principios más elementales. No hay las mismas oportunidades para todos los militantes. Se llega a la cúpula, normalmente, después de un largo recorrido en el que se han dejado muchos pelos en la gatera. Y las ideas que se imponen como línea medular de la organización no tiene que ver demasiado con la ideología que la inspiró.
Los partidos no son , precisamente, un ejemplo de democracia interna. Su propia dinámica termina por pervertir los principios más elementales. No hay las mismas oportunidades para todos los militantes. Se llega a la cúpula, normalmente, después de un largo recorrido en el que se han dejado muchos pelos en la gatera. Y las ideas que se imponen como línea medular de la organización no tiene que ver demasiado con la ideología que la inspiró.

Son cosas que se aceptan como inevitables. Ese carácter, si no antidemocrático, sí ademocrático, se ha ido acentuando a medida que los partidos han ido teniendo poder. Es más fácil la democracia interna en un partido pequeño que en uno que logra llegar al poder, o, al menos, lo roza.

Posiblemente los que no estamos en la maquinaria de un partido no sabremos nunca exactamente el camino tortuoso que lleva a participar como delegado en un congreso. Pero sospechamos que no siempre llegan los mejores y sabemos que los procesos electorales para designar delegados están cuajados de irregularidades e injusticias.

El PSOE celebra su congreso y me da que será un congreso que acentuará �los primeros datos e informaciones así lo confirman- el liderazgo, el personalismo, el culto a la persona. Y lo que es peor, sus propuestas vienen ya hechas no desde el debate congresual, sino desde los despachos del aparato. Las ponencias se redactan antes y las enmiendas aportan lo que ya está previsto que se aporte.

He criticado, aunque esté mal visto, el hiperliderazgo demostrado por su secretario general José Luis Rodríguez Zapatero. Su tranquilidad para designar a dedo hasta figuras institucionales, su capacidad para imponer sus propias opciones sobre cualquier otra opción y sin dar, siquiera, explicaciones.

Cuando escribo estas líneas los rumores que corren entre los que están en la pomada socialista es que habrá una remodelación en los órganos de dirección tendente a ir eliminando las viejas personalidades y sustituyéndolas por figuras más jóvenes y, todo hay que decirlo, más dúctiles y flexibles. Y que me perdonen y absuelvan los afectados. No me parece mal que un líder relativamente joven se rodee de gente de su generación. Ni, tampoco que se intente u relevo generacional que aporte lo que llaman nueva savia. Las estructuras han de renovarse.

Me inquieta, sin embargo, lo que parece un afán por hacer tabla rasa del pasado, despreciando la experiencia y hasta la valía que sólo, o en buena medida, dan los años. En el PSOE se ha marginado a gente muy válida por no tener ya la edad, pero curiosamente esas prácticas han recaído sobre los militantes más críticos. Otros de parecidos años, pero más sumisos y más cercanos a ideologías conservadoras, han pasado, con todos los honores, a ocupar cargos de responsabilidad y de relumbrón, en la idea, tal vez, de que en ellos no molestan ni a unos ni a otros. Que Dios les ilumine y se reparta la suerte

Por cierto, y sólo de pasada, ¿no es un poco absurdo y triste que la última polémica mediática, haya girado en torno a si un ministro se pone o no corbata para acudir al Congreso? En cualquier otra situación no sería más que una anécdota más o menos simpática. Con la que está cayendo resulta un punto frívolo que el debate gire en torno a lo que no es más que un adorno profesional.

En fin, que con Vicente Gallego, habría que preguntar si, en el fondo no estamos en lo mis o y todo en un bucle en el que todo se repite.

¿Quién sabrá convenceros
de que nosotros fuimos, como vosotros sois,

dueños solos del mundo, que floreció el jazmín
tan sólo por nosotros, que se inventó el amor
para nosotros sólo?


La respuesta, tal vez sea, que no fuimos nunca nosotros sólo. Que nadie se inventó ni inventamos nosotros.

Partidos y corbatas
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