sábado. 27.04.2024

Palabra de urna

¿Son inocentes las urnas? Entre mayo y noviembre escribí un artículo sobre la necesidad de reflexionar nuestro voto que se había concretado para ayuntamientos y comunidades y se aproximaba a las elecciones generales. Las primeras dieron un brochazo de azul-PP en la generalidad autonómica española.

¿Son inocentes las urnas? Entre mayo y noviembre escribí un artículo sobre la necesidad de reflexionar nuestro voto que se había concretado para ayuntamientos y comunidades y se aproximaba a las elecciones generales. Las primeras dieron un brochazo de azul-PP en la generalidad autonómica española. El veinte de noviembre Moncloa se vistió de azul y la gaviota revolotea desde entonces sobre los tejados de funcionarios, jubilados, profesores, sanitarios, dependientes y otra flora de este país nuestro.

¿Se acuerdan de Pons, Cospedal, Montoro, Mato, Aznar? ¿Les suena un tal Mariano Rajoy? Todos ellos nos hicieron ver que estábamos en un pozo por culpa de José Luis ZP. En él no confiaban los mercados. El mundo nos despreciaba porque el gobierno socialista nos había llevado al hondón de la economía. Y estos nuevos populares estaban dispuestos a sacar a España del rincón de la historia. Del rincón de la historia nos había sacado ese Carlomagno Aznar-virrey-emperador y nos había llevado a Irak. Y ahora estábamos de nuevo en el rincón. Cinco millones de parados, funcionarios con sueldos rebajados, mercados, prima de riesgo, impuestos arbitrarios que nos habían empobrecido.

La España azulada desde Mayo nos empujaba hacia arriba. Aguirre, Cospedal, el Honorable Mas marcaban paquete. La salida del túnel estaba próxima. Pons crearía tres millones de puestos de trabajo. Bastaba con que un millón de españoles se erigiera en emprendedor para que cada uno contratara a tres y las cifras empezarían a cuadrar. Esta solución no se le había ocurrido a Zapatero, pero Pons era mucho más inteligente. No podrían subir los impuestos porque esa práctica llevada a cabo un diez de mayo había arruinado al país. Era repudiable el castigo sufrido por las clases medias y los más desfavorecidos. La promesa de no aplastar a los trabajadores y pensionistas, de no recortar el estado de bienestar, de mimar la sanidad y la educación, de invertir en investigación como creación de futuro eran ideas centrales del discurso electoral del Partido Popular. Mariano nos prometió la felicidad, soñó como en las anteriores elecciones con su niña. Guardaba en su chistera el programa real para sacarlo cuando fuera elegido. El Palacio de la Moncloa lo enmudeció y la Vicepresidente de todo fue la encargada de ofrecernos una realidad obligada por la herencia recibida. Zapatero ya no estaba pero seguía siendo culpable. Fabra-Valencia culpa del déficit de su comunidad a los socialistas a pesar de llevar años de gobierno de su partido. Pero la magnanimidad de los elegidos vivía preocupada por los pensionistas. Subiría el uno por ciento las percepciones. Acabo de ver una notificación de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social. Resumen: subida de 17 euros. Retenciones 257. ¿Ha ganado este pensionista o ha perdido mucho valor adquisitivo?

Ahora se han dado cuenta de la globalidad de la crisis. Ahora se han dado cuenta de que no queda otro remedio que subir impuestos, desatender a dependientes, recortar educación, dejar sin pagar a las farmacias, privatizar la sanidad, congelar salarios, alentar el despido libre y desmontar el estado de bienestar sin molestar a las grandes fortunas.

El despecho del electorado dio un vuelco a los votos. España giró a la derecha bienhechora que nos iba a llevar a la alegría de vivir. ¿Qué ha sido de nuestro nuevo amor? Docentes, sanitarios, bomberos, policía, dependientes, funcionarios, farmacéuticos están arrasando las calles. Y uno se pregunta: ¿No es peor esta decepción que la impuesta por una izquierda que no tuvo el coraje de ser de izquierdas?

Palabra de urna. Derecha en el poder. El ayer fue ayer hace tiempo. ¿Persiste el derecho a protestar si todo es fruto de nuestro voto?

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