lunes. 06.05.2024

Más de lo mismo

No es posible dejar de hablar de lo mismo. La crisis tiene rostro. Y el rostro, los miles de rostros de la crisis son esos 2.353.575 parados que llenan las listas del Inem. Son casi dos millones y medios de fotografías, de rostros que han pasado a engrosar las listas del desempleo.Podemos hablar de desacelaración. Bien está. Podemos hablar de economía paralizada, quieta. Podemos hablar de lo que se quiera. De crisis, incluso.
No es posible dejar de hablar de lo mismo. La crisis tiene rostro. Y el rostro, los miles de rostros de la crisis son esos 2.353.575 parados que llenan las listas del Inem. Son casi dos millones y medios de fotografías, de rostros que han pasado a engrosar las listas del desempleo.

Podemos hablar de desacelaración. Bien está. Podemos hablar de economía paralizada, quieta. Podemos hablar de lo que se quiera. De crisis, incluso. Dar cifras como las que Solbes rectifica día a día. Podemos decir que llegaremos al 3,5% a fin de año. Da igual. Porque lo cierto es que hay casi 2,5 millones de parados en este mes de junio.

Luego los políticos hablarán de desaceleración. Se hablará de que hay que ser optimista y uno no sabe qué optimismo se le puede transmitir a los millones de parados, al joven que verá cómo se acerca la cuota de una hipoteca que no va a poder pagar. Uno no sabe cómo transmitir optimismo a los miles de familias que tendrán que hacer malabares para llegar a fin de mes. Uno no sabe cómo explicar que suben los alimentos, que suben los precios de los artículos más básicos de nuestra economía diaria.

No hay optimismo en la calle. Hay desconfianza y temor. Miedo al futuro inmediato. Y, sin embargo, uno cree que este país resiste, que saldremos de esta crisis que niegan desde las áreas de poder. Pero uno, también, piensa que el precio a pagar será alto. Que la salida de la crisis va a exigir sacrificios al ciudadano, al hombre de la calle. El único que, al final, es capaz de hacer un esfuerzo para salir de ésta.

Y si se echa la vista hacia otros lados, la situación tampoco es fácil. El precio de los alimentos se dispara y esta mañana, en una emisora, una madre, en un idioma que uno no comprende, hablaba de que los niños sólo tendrán dos papillas al día, y que los adultos han pasado de tres comidas diarias a una.

Dicen que son 800 millones de personas las que se enfrentan a la hambruna, a la desesperación. El maíz cuesta más y los pobres de México no pueden hacer sus tortillas. El arroz cuesta más caro y en la India no pueden llenar sus cuencos con la comida diaria. En España suben los tomates, los limones, el aceite de girasol�

Se reúnen los países más ricos y hablan y hablan. Pero no dan dinero. No toman decisiones porque pesa en ellas sus propios intereses. La gente morirá de hambre mientras los políticos hacen declaraciones vacías y se reúnen en comidas de trabajo.

Todo esto, lo sé, es pura demagogia. Como el tener hambre que es, por cierto, una cosa bien molesta.

Pero, la verdad, apenas queda tiempo. Se consume el tiempo. Y cada vez es más corto, como escribió Nicanor Parra:

Las cartas por jugar
Son solamente dos:
El presente y el día de mañana.

Y ni siquiera dos
Porque es un hecho bien establecido

Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado
Y ya pasó...,

como la juventud.

En resumidas cuentas
Sólo nos va quedando el mañana”.


¿Qué mañana va quedando para algunos?

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