sábado. 27.04.2024

Izquierda Unida se suicida

El debate en el Congreso sobre la participación de España en la guerra de Libia ha tenido tintes surrealistas por la incoherencia entre los argumentos que se daban y el sentido de la votación. Eso atañe principalmente al P. P y a I.U.

El debate en el Congreso sobre la participación de España en la guerra de Libia ha tenido tintes surrealistas por la incoherencia entre los argumentos que se daban y el sentido de la votación. Eso atañe principalmente al P. P y a I.U. Se ratificaba el día 22 la decisión del Gobierno de la intervención con la llamada “Comunidad internacional” -llamada por algunos despectivamente coalición de voluntarios- que había tomado el 18 de marzo al socaire de la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 1973 (y la previa de 1970) el día anterior. En esta resolución, hay que tenerlo presente, se condenaba a “las autoridades libias” por “la violación brutal y sistemática de los derechos humanos, incluyendo las detenciones arbitrarias, las desapariciones, torturas y ejecuciones sumarias”. No es cualquier cosa, no es cualquier irregularidad. Pues bien, lo del surrealismo de la mano del P. P. venía por la argumentación de Rajoy de “no entorpecer” la actuación de Zapatero -no hablaba del Jefe de Gobierno-, y haciendo alusiones veladas al comportamiento en la guerra contra Irak del 2003 del P. P. y de sus “compromisos no fluctuantes con los aliados”. El entusiasmo era mínimo. Lo coherente es que el P. P. se hubiera abstenido, pero ese dilatante y reaccionario que es el líder oficial del P. P. no teme a la pérdida de votos derivadas de sus incoherencias, por su cobardía en dar alternativas, porque piensa que sus votantes son fieles por ser antisocialistas, antizapatero, que son tan reaccionarios como él y porque cree que piensan como él, que la democracia es un mero sistema electoral.

Más preocupante para la construcción de una alternativa de izquierdas creíble a la izquierda gobernante es la votación de Izquierda Unida, no tanto la argumentación. Aún así, esta es de lo más endeble. Desde la izquierda hemos admirado la actitud valiente, en solitario, de Gaspar Llamazares en el Congreso frente a la derecha tardofranquista del P. P. en la guerra contra Irak del 2003 y la crítica, inteligente casi siempre, frente a la izquierda gobernante. Sacaba a relucir Llamazares las incoherencias de la Comunidad Internacional, en Ruanda, Bosnia o Kosovo, bien por acción o por omisión, o sin mandato de la ONU. Hay muchas incoherencias de la ONU, de la llamada “Comunidad Internacional”, siendo una de las más fragantes la de la existencia de un Estado nazi como es el de Israel, que no ha cumplido ninguna de las cientos de resoluciones que le impelen a actuar en sentido contrario al que lo hace y que tiene un gigantesco campo de concentración en Palestina que es todo Gaza. Toda la región del norte de África y Oriente Medio es una colección de satrapías, dictaduras y regímenes autoritarios donde no se respetan los derechos humanos, ni siquiera en una versión mínima aceptable. Algunos de estos países, mediante una lucha heroica de una parte de la población, han emprendido el cambio. La cuestión que se plantea con el discurso de Llamazares es si eso impide actuar en la situación de Libia, si eso atenaza o anula los argumentos, razones éticas, derechos humanitarios, de injerencia, de responsabilidad, etc. que se han aducido para la intervención. ¿Se va a dejar que un asesino como Gadafi, que parece tener como modelo a Franco, masacre a su propio pueblo por las indudables incoherencias, cobardías, intereses abyectos, venta de armas, etc. de la llamada “Comunidad Internacional”, es decir, de los países, de sus gobiernos, de las empresas privadas y de los ciudadanos que apoyan las actuaciones que así pueden tildarse con razón? De modo que animamos a los hombres y mujeres que viven bajo la opresión de sus dictadores a romper sus cadenas y soltarse de sus dogales y luego les decimos: nosotros sólo os decimos lo que debéis hacer, pero lo debéis hacer vosotros solitos. La crítica de Llamazares y de Izquierda Unida no es impertinente, está justificada a pesar de su incoherencia; lo que es desacertado e incoherente es el sentido de su voto y sus conclusiones. Creo que I. U. se equivoca gravemente votando en contra, porque eso es la mayor incoherencia, porque esta es siempre máxima cuando se plantea entre el hacer y el pensar. Una crítica de izquierdas a la “Comunidad Internacional” debería llevar a la conclusión contraria: más pronta actuación contra el asesino y tirano de Gadafi y sus mercenarios, anulación de sus medios militares y detención del personaje para ser puesto frente al Tribunal Internacional Penal, frente al cual ya ha sido denunciado. La argumentación de Llamazares entraña un debilidad intelectual extrema de una gran parte de la izquierda no gubernamental: la de renunciar a los argumentos constructivos propios para apoyarse en las incoherencias y falacias de los argumentos ajenos. Esta es la verdadera debilidad de la izquierda que pretende ser alternativa al gobernante o frente a la posible tardofranquista futura del P. P. Esta incoherencia es letal e incomparablemente más perjudicial que la derivada de la renuncia de facto al núcleo intelectual duro de la izquierda histórica que es el marxismo o la de la aceptación dogmática de este.

La guerra de Libia y las mencionadas pone en cuestión por insuficientes o inadecuados aspectos del derecho internacional como los mencionados: los derechos de injerencia, de guerra justa, de hospedaje y visita (Kant en “Hacia la Paz perpetua”). Pone en cuestión también la composición y funcionamiento del propio Consejo de Seguridad de la ONU con el privilegio del derecho de veto de 5 países. En realidad las guerras ponen en cuestión todo lo social, todo el derecho, a toda la humanidad, porque por medio hay muertes, justas o injustas, de civiles y militares, pero muertes al fin y al cabo, porque no se entiende que a las alturas del siglo XXI haya quien tenga poder para perpetrar tanta atrocidad y sea miembro, por ejemplo, de la ONU. Todo está en cuestión, pero eso no evita decir que, en mi opinión y desde un punto de vista de la izquierda, la guerra y la resolución de la ONU del 17 de marzo es justa y proporcionada. Mi opinión es que, además, es insuficiente. La razón es que una Libia democrática es incompatible con el asesino de Gadafi, lo mismo que lo era Franco con una España democrática. ¿Esperamos a que se muera el sátrapa libio para dar satisfacción a los deseos de democracia de los libios, de que pasen de ser súbditos de este felón a ciudadanos de un Estado de Derecho? Veremos los acontecimientos, pero una mera zona de exclusión a lo mejor no es suficiente para pasar de una dictadura asesina y terrorista en nuestro Mare Nostrum a una democracia homologable.

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