sábado. 27.04.2024

El PSOE, el PP y el Rey Lear

NUEVATRIBUNA.ES - 8.2.2010Hace unos días, el actor Paco Algora –que olvidado por la escena y los platós españoles hace últimamente teatro por Francia—evocaba la actualidad de nuestro país con aquella descripción que formulara el Rey Lear, en la célebre tragedia de Shakespeare: “Unos locos conducen a unos ciegos”.
NUEVATRIBUNA.ES - 8.2.2010

Hace unos días, el actor Paco Algora –que olvidado por la escena y los platós españoles hace últimamente teatro por Francia—evocaba la actualidad de nuestro país con aquella descripción que formulara el Rey Lear, en la célebre tragedia de Shakespeare: “Unos locos conducen a unos ciegos”. Quizá se nos antoje una descripción aproximada de un mundo que pretende resolver la crisis a la que nos ha llevado el capitalismo salvaje aplicando obstinadamente las fallidas recetas del neoliberalismo.

Mientras, a ciegas, la soberanía popular se deja guiar por los postulados conservadores, sin reparar en que quizá la alternativa se encuentre situada en otros parámetros que nada tienen que ver con la derecha o la socialdemocracia. Pero, ¿quién encarna esa tercera vía, la de una izquierda moderna que olvidándose de algunos de los también periclitados dogmas del XIX, sea jovialmente marxista e intente cambiar la realidad actual analizándola y no enrocándose en canones añejos?

En ese atolladero, hay quien llega a hablar de gobierno de concentración; o de decisiones de concentración. Quizá esa voluntad de imposible pacto también nos lleve al Rey Lear: Shakespeare se basó para dicho personaje en la historia británica y le describió anciano, decidido a dejar la dirección de su reino a sus tres hijas, con el fin de retirarse a vivir tranquilo sus últimos días, como si fuera jubilarse felizmente a los 67.

Se equivocó en el reparto: ellas le traicionan y sus fieles, a excepción de unos cuantos íntimos, también le abandonan.

Y aunque a Mariano Rajoy podría calzarle como un guante el papel del duque de Gloucester, el consejero cuyos errores comparte con el rey Lear, no parece que la senda del pacto vaya a ser elegida por los partidos mayoritarios de nuestro país, a fin de escapar de semejante atolladero.

Crecido por las encuestas –seis puntos de diferencia no es moco de pavo--, Rajoy anunció el domingo que se encontraba dispuesto a gobernar ya. Pero, ¿con qué programa? ¿Acaso ha desvelado él, Cristóbal Montoro o cualquiera de sus compañeros de aventura qué reforma laboral aplicarían de llegar a La Moncloa? ¿Qué propuesta llevarían al Paco de Toledo en materia de pensiones? ¿Y en lo que se refiere a la concertación social? ¿Harían caso a los organismos internacionales que nos recomiendan bajar los salarios cuando están por debajo de la media de los países con los que pretendemos compartir mesa y mantel en el G-8?

De nuevo parece que las urnas de unas próximas elecciones generales van a provocar que España vuelva a contratar a Drácula para matar a Frankestein. Felipe González no sólo perdió el Gobierno por las corruptelas de muchos de sus afines o por el turbio asunto de los GAL, sino por aplicar políticas neocons cuando a él le tocaba jugar en el equipo se la izquierda.

Lejos todavía del centro-derecha en el que se situó Aznar para alcanzar el poder ejecutivo y afrontar su primera legislatura, Mariano Rajoy acaricia el podium con una estética beata y derechista en lo social y educativo, pero callando astutamente su posición en materia laboral y económica. Y si medio mundo está de acuerdo en que uno de los principales errores del Gobierno socialista es su política en materia de comunicación, ¿qué decir del partido mayoritario de la oposición que sencillamente oculta sus intenciones, como un avieso jugador de póker haría con sus naipes si fuera de farol?

Si el PP le saca seis cuerpos de ventaja a los socialistas no es porque haya aumentado su número de votantes, sino porque prácticamente permanece igual a pesar de la competencia de Rosa Díez: con más moral que el Alcoyano, sus votantes le perdonan lo que sea con tan de exorcizar a ZP. Y no ocurre lo mismo con los socialistas, cuyo electorado se queda tradicionalmente en casa cuando algo huele a podrido en Dinamarca o cuando, sencillamente, huele a chamusquina.

¿Tanto difiere la política económica del Gobierno español de la del resto de sus colegas europeos? No lo parece, salvo en el hecho de que buena parte de su endeudamiento no ha ido tan sólo a consolidar al saludable sistema financiero, sino a evitar que millones de españoles se queden prematuramente desasistidos. ¿Por qué no ha hecho valer el Gobierno su postura de firmeza ante los empresarios en la negociación que ahora parecen reconducir con los sindicatos? Pero difícilmente, por más que las cosas mejoren durante el segundo semestre del año, vamos a librarnos fácilmente del estigma de los cuatro millones de parados. ¿Cómo y dónde encontrar un balón de oxígeno para la construcción, una vez que ha explotado en mil pedazos la burbuja inmobiliaria que crearon gobiernos anteriores pero que no fue capaz de limitar el actual?

Unos locos conducen a unos ciegos, observa perplejo Lear.

Locos, si, el Gobierno del PSOE, que un día amaga con una propuesta a la subcomisión del Pacto de Toledo sin decir que es una propuesta a la subcomisión del Pacto de Toledo, y otro día proponen un cómputo de cálculo de las pensiones, planteando hoy un debate que puede arrastrarles al descalabro interno sin calmar a los mercados exteriores. Mientras tanto, José Blanco resucita el contubernio contra España, lo que resultaría hilarante si no fuera rematadamente torpe y no se parase a considerar que el hipercrítico electorado de izquierdas no comulga desde hace mucho con ruedas de molino.

Ciegos si, los españoles, dispuestos a concederle de nuevo la mayoría a un partido que sencillamente no sabemos qué va a hacer cuando toque bola: su política de austeridad, ¿tendrá algo que ver con la trama Gürtel? ¿Pasarán por el aro los sindicatos y todos los trabajadores en caso de que su previsible política de ajuste duro penalice más a los currantes que a los banqueros y a las grandes fortunas? Tienen razón quienes hablan de tsunami: el alza en las expectativas de los populares resulta tan inexplicable como un maremoto.

A este paso, si el Rey Lear fuera la democracia, también estaría en peligro. Por un claro riesgo de abstención.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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