sábado. 27.04.2024

El clamor de la calle: ¿Causa o efecto?

NUEVATRIBUNA.ES - 25.1.2010
NUEVATRIBUNA.ES - 25.1.2010

Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se ha subido sin pensárselo dos veces al carro del debate sobre la cadena perpetua, que ha puesto en circulación su correligionario andaluz Javier Arenas, se ha justificado con un argumento 'de peso': "la sociedad española quiere que los delincuentes cumplan íntegramente sus condenas".

Cuando Arenas lanzó la propuesta, este fin de semana, dijo: "Si la calle decide discutirlo, lo mejor es aceptarlo sin complejos".

Cuando otra dirigente 'popular', la catalana Alicia Sánchez Camacho, defendía con empecinamiento que Vic se negara a empadronar inmigrantes, alegaba que este es un debate que "está en la calle" y que, por lo tanto, los políticos deberían "llamar a las cosas por su nombre".

Cuando el primer edil de Torrejón de Ardoz, el también 'popular' Pedro Rollán, ha tenido que tragarse el sapo de la rectificación, aceptando empadronar independientemente del visado que tengan los inmigrantes y del espacio vital del que dispongan en sus viviendas, no ha podido evitar escudarse en que el ayuntamiento aplicaba las medidas restrictivas "a petición de muchas asociaciones y comunidades de vecinos".

Cuando Josep Anglada, líder de uno de los partidos ultraderechistas y xenófobos que han conseguido tener concejales, Plataforma por Catalunya (PxC), establece vínculos entre inmigración, delincuencia y paro, también apela a su "vocación de servicio a los demás". (Revista Identidad de Portugal 04-04-2009).

Cuando, en 2007, el también ultraderechista Jean-Marie Le Pen defendía su candidatura al Elíseo, se dirigía a los "humildes trabajadores", a "los sin grado" que no son oídos, para presentarles su propuesta de un control estricto de la inmigración que permitiera devolver a sus conciudadanos el "privilegio de ser franceses".

Cuando, en 2008, el ministro de Interior italiano, Roberto Maroni, -el mismo que luego diría que "para luchar contra la inmigración ilegal y todo el mal que conlleva no hace falta ser bondadosos, sino malos"- hacía campaña por la Liga Norte, la fuerza política xenófoba que dobló sus resultados con respecto a los anteriores comicios, lanzaba el siguiente mensaje: "Queremos que los italianos estén por delante de los inmigrantes".

Es decir, en todos y cada uno de estos casos los autores de las declaraciones se erigen en intérpretes de la voluntad popular, sin aportar ni un dato científico que respalde la existencia de ese supuesto 'clamor de la calle'. Diríase que lo que realmente están haciendo es excitar los más rastreros instintos de la ciudadanía para que la ecuación a la que ellos quieren llegar tenga encaje en su panorama ideal, no vaya a ser que, como en el dicho, la realidad les estropee un buen titular.

Alentados por la coincidencia y el morbo de asuntos como el aniversario de la desaparición de Marta del Castillo o la detención del pluri reincidente Rafita, uno de los asesinos de Sandra Palo, algunos medios se han puesto manos a la obra fabricando encuestas telefónicas en las que un número significativo de ciudadanos se muestra a favor de la mano dura que la derecha propone tanto con la inmigración como con el cumplimiento de las penas. Son sondeos con un rigor científico cuestionable, por lo que más vale quedarse con los últimos datos que publicó el CIS, correspondientes al pasado mes de noviembre que situaba como la principal preocupación de los españoles el desempleo (78.4%), seguido de las drogas, la inseguridad ciudadana y en cuarto lugar el terrorismo de ETA. La inmigración aparecía detrás de todos los problemas anteriores.

Si nos atenemos a los hechos y no a ficciones prefabricadas, resultaría sorprendente que los ciudadanos estuvieran de los nervios por culpa de los inmigrantes en la actual situación de crisis, que se ha cobrado sus piezas más numerosas precisamente entre los extranjeros que vinieron respondiendo a la llamada del fallido 'ladrillazo', y justo a los pocos meses de que España suscribiera y adaptara a su legislación la 'Directiva de la vergüenza' europea que endurece considerablemente la Ley de Extranjería que en su día impulsó el ministro Caldera.

Su sucesor, Celestino Corbacho, cabeza visible de ese giro hacia la 'mano dura' del Gobierno con la inmigración, ha tenido que recordarle al PP que muchas de las cosas que está pidiendo, como que se legisle en contra de las regularizaciones masivas, ya están en la Ley porque fueron incorporadas con la reforma para adaptarla a la doctrina europea. Entonces, ¿a qué viene tanto cacareo? Sencillamente a que el ruido es para los 'populares' un fin en sí mismo. Indiferentes al daño que pueda causar alimentar la radicalización, el odio, la marginación y la exclusión, prefieren seguir atizando los fuegos que encienden un día tras otro por si ello les reporta algún beneficio.

Y no tienen pinta de estar dispuestos a detenerse. Lo de menos es que los inmigrantes se conviertan, gracias a esta calculada estrategia, en chivos expiatorios de los problemas sociales o que paguen justos por pecadores y demos la vuelta al principio que nos legaron los romanos de que es preferible ver a cien culpables en la calle que a un solo inocente entre rejas. Falta poco más de un año para las elecciones autonómicas y municipales y algo más de dos para las generales. Tiempo más que suficiente para multiplicar los focos del incendio y conseguir, como también ha aventurado Corbacho, "mantenerlo vivo, hoy por unas circunstancias y mañana por otras".



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