jueves. 09.05.2024

Un cogotazo a Ciudadanos: la crítica de un chusquero

Que Luis Garicano hable con desparpajo de estalinismo indica que también él necesita, para sí mismo, un plan de estudios.

Albert Rivera, uno de los políticos de moda de esta añada, presentó ayer su propuesta de «pacto por la educación» que, a estas alturas, es el enésimo intento de arreglar una serie de cosas que siempre complicaron los poderes públicos, los altos funcionarios de la Iglesia católica, apostólica y aproximadamente romana, las cofradías del ramo, las empresas editoriales de los libros de texto y demás actores que intervienen directa o indirectamente en el archipiélago de las enseñanzas. Digamos que, hasta la presente, el cementerio de las (aparentes) buenas intenciones de cada propuesta que ha habido ha ido incrementando sus víctimas. Por supuesto, deseamos que esta nueva propuesta mejore gradualmente las cosas, aunque eso está por ver. Porque debajo de la enseñanza se ventilan fuertes capitales, tanto nacionales como extranjeros.

Albert Rivera estuvo acompañado en dicha presentación por otro personaje de moda, el profesor Garicano, un universitario de alto copete que ha paseado su sabiduría por las más acreditadas universidades europeas y americanas. Tan acreditada y afamada pareja hizo público, como es natural en estos casos, un documento de intenciones electorales.

Este papel se propone «eliminar la omnipresente y estalinistaburocracia universitaria». La cursiva de estalinista es cosa nuestra, no del documento.

Voces amigas que ejercen en diversas universidades, con mando en plaza o como sufridores del sistema, siempre me alertaron de la «burocracia» universitaria. Y hasta yo mismo he visto, desde fuera de la institución, que una buena parte de los jóvenes de antaño que se proponían hacer añicos el sistema universitario acabaron adocenándose y disfrutando de las viejas simonías que antaño denunciaron. Dispensen: se dice el pecado, no los pecadores.

Lo que nunca oímos fue que la naturaleza de esa burocracia universitaria fuera «estalinista». No fue un calentón de boca, cosa natural con estas calores africanas. Está escrito –escrito está--  en el documento. Tildar de estalinista la estructura universitaria no sólo es un error sino un disparate caballuno, que forma parte de ese lenguaje tabernariamente indocumentado que califica a troche y moche todo tipo de situaciones como «nazis», «fascistas», «genocidio» y demás. Que lo usen concejaluchos de tres al cuarto o jefecillos de tal o cual partido, aguerridos lectores de don Marcial Lafuente Estefanía, no es disculpable pero sí comprensible. Pero que Luis Garicano –Universidad de Chicago y London School of Economics--  hable con desparpajo de estalinismo indica que también él necesita, para sí mismo, un plan de estudios. Y, desde luego, no parece una buena base de partida para el pacto por la educación. La banalización del estalinismo –de sus prácticas perversamente violentas, represivas, de la liquidación física y psicofísica de sus amigos, conocidos y saludados--  desautoriza la propuesta de Ciudadanos.

Más todavía, en el mismo documento figura una crítica a la «endogamia de los ecosistemas universitarios» en clara alusión a Podemos, «partido de profesores». Es decir, aprovechando que el río Genil riega la Vega de Santa Fe, se cruje a Podemos, como si esta formación hubiera creado la mencionada endogamia. Una endogamia que viene desde los tiempos de Bartolo de Sassoferrato.

En resumen precipitado: no es oro todo lo que reluce en Garicano. En este caballero también se refleja el contagio de la vieja política y de sus anacolutos. Eso sí, ello no empece que también nosotros consideremos que la universidad española necesita un baldeo de cubierta, de sus camarotes y sentinas. 

Un cogotazo a Ciudadanos: la crítica de un chusquero