viernes. 26.04.2024

Cien primeros días

A los gobernantes se les suele recomendar que lo que vayan a hacer lo hagan en los cien primeros días de Gobierno. Después, a medida que pasa el tiempo, la inercia del aparato administrativo burocrático les atrapa y les desactiva sus impulsos políticos.

A los gobernantes se les suele recomendar que lo que vayan a hacer lo hagan en los cien primeros días de Gobierno. Después, a medida que pasa el tiempo, la inercia del aparato administrativo burocrático les atrapa y les desactiva sus impulsos políticos. Quizás por ello, el nuevo Presidente del Gobierno no esperó mucho y en su primer Consejo de Ministros tomó cuatro medidas de calado: reforma del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas(IRPF); bloqueo presupuestario; paralización en el desarrollo de la Ley de Dependencia y medidas contractivas en personal público.

Lo más desconcertante fue la profunda reforma del IRPF; un impuesto que se ha ido desvirtuando; de tal manera, que ya es un impuesto sólo sobre el trabajo. En cualquier caso, sorprendió por lo recio de las medida, elevando los tipos de gravamen y porque todo el mundo esperaba que incidiera sobre el Impuesto de Valor Añadido (IVA).

No nos engañemos, las medidas impositivas pueden estar orientadas en bases ideológicas pero básicamente cumplen el fin de recaudar más. Cierto es que puede haber impuestos ecológicos que incentiven pautas medioambientales u otros que pretendan reducir el consumo de alcohol o tabaco; pero todos buscan el fin el recaudatorio. La subida del IRPF llevada a cabo por el PP es una de las más importantes de la última década. Si no supiéramos quien la ha realizado hubiéramos dicho que la suscribía el PSOE o de IU. De hecho, tanto Bildu en Guipuzcoa como el PSOE en Euskadi y en Navarra han encontrado en esta reforma un inesperado aliado en materia fiscal y proyectan nuevas subidas en sus territorios forales. No estaban previstas con anterioridad, aún cuando ya subieron impuestos de forma más moderada. A ningún gobernante le gusta subir impuestos pero son necesarios. En un momento donde la fractura social se ensancha con más pobres, subir el grado de imposición directa es justo.

La diferencia ideológica nítida en política fiscal la encontramos en las orientaciones de gasto y sobre éstas habrá que esperar a marzo para conocer el nuevo proyecto presupuestario. Ahí, el PP es de suponer que se desfondará en su política de gasto.

Así pues, Zapatero se estrenó sacando las tropas españolas de Irak; Rajoy subiendo los impuestos. El primero impulsó su política conforme a sus ideas, al segundo ha tenido que dejar sus impulsos políticos para más adelante, aún cuando ya se le atisban maneras.

En fechas próximas, Rajoy tomará una decisión sobre la reforma laboral. Sobre esta materia, considero que las posiciones sindicales ofreciendo un pacto social global ante la difícil coyuntura demuestran una gran inteligencia. Conocen como ningún otro movimiento social el papel que deben jugar y saben que en este crítico momento lo importante es preservar el marco sociolaboral de diálogo. Saben también que ellos no tienen, entre sus competencias, el ejercicio político de la oposición. Por ello, han apostado fuerte blindándose en posiciones de mínimos. En definitiva, han sido audaces en su moderación.

En fin, no han pasado cien días y queda mucho por presenciar políticamente. Pero sobre todo, queda por esperar respuestas desde la oposición progresista y de izquierdas. Respuestas no inmediatas, ni coyunturales, a modo de reflejo mecánicos, sino respuestas profundas sobre su propio futuro.

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