viernes. 26.04.2024

Careta

El Partido Popular ha manifestado siempre su aspiración a ser un partido de centro. Aspirar entraña una lucha por llegar a ser. Pero sus dirigentes nunca han desarrollado una acción ni un esfuerzo por conseguirlo. En su largo camino, nunca consumado, han ido identificándose con la extrema derecha de antigua raigambre y con esa nueva extrema derecha que todos los días hace gala de su condición de tal.

El Partido Popular ha manifestado siempre su aspiración a ser un partido de centro. Aspirar entraña una lucha por llegar a ser. Pero sus dirigentes nunca han desarrollado una acción ni un esfuerzo por conseguirlo. En su largo camino, nunca consumado, han ido identificándose con la extrema derecha de antigua raigambre y con esa nueva extrema derecha que todos los días hace gala de su condición de tal. No hay más que ver su continua presencia en medios de comunicación como Intereconomía y los aplausos que recibe de un periódico, La Gaceta. Ambos medios predican su orgullo de ser de derecha. Lo de “extrema” prefieren ocultarlo, pero lo incluyen. Aunque personalmente pienso que una extrema derecha como la que ostentan estos medios se descalifica a sí misma como vacía de contenido intelectual, porque no acuden a argumentos serios, sino que se nutren de descalificaciones pueriles. El médico Dávila contribuyó a mejorar la sanidad arrepintiéndose de su carrera, aunque vino a infectar el periodismo con sus aportaciones desquiciadas. Y ahí tenemos las tertulias, con generales, sociólogos, periodistas e invitados diarios del PP.

Ese partido centrista y centrado ganó las elecciones del 22 de Mayo en gran parte de las Comunidades y Alcaldías de España. Mis respetos para los elegidos porque así lo ha querido el pueblo. Pero debemos vigilar nuestra democracia después de ese triunfo. Que nadie asuste a nadie con la llegada de la derecha. Pero debemos posicionarnos ante actos y posturas manifiestamente regresivas.

En Catalunya CIU ha emprendido unos recortes en sanidad y en ayudas sociales que ha puesto en pie a varias poblaciones y estamentos de la sociedad. En Galicia, Madrid, Castilla La Mancha, Valencia, etc. estamos contemplando con escalofrío que el futuro está gravemente amenazado. Despidos masivos de profesores, sanidad privatizada, aportaciones multimillonarias a la enseñanza privada, farmacias al borde del colapso. Y Mariano Rajoy asegurando que esas medidas son las que hay que tomar y que habrá que esperar otras más duras. ¿Hay que hacer recortes? Sin duda. ¿Aplastando el estado del bienestar? No. Los españoles hemos sido pisoteados durante cuarenta años y cuando por fin nos hemos librado de la bota militar nos encontramos con el regreso a la miseria. El enfermo es el ciudadano más pobre porque tiene en vilo su propia vida. Y se ataca a la sanidad que tiene en sus manos la existencia de ese enfermo. Lo entregamos a manos de unos cuantos que sólo harán negocio. Sanidad y negocio encierra una confrontación con ventaja clara para el dinero. Y se ataca frontalmente el futuro de un país cuando no se invierte en educación. El futuro brota en las escuelas y universidades. Sin ellas nos despeñamos hacia la marginación europea y mundial.

El Partido popular critica, y a veces con razón los nacionalismos catalán y vasco. Pero desvía la mirada cuando un alcalde promueve un homenaje a Primo de Ribera dedicándole la plaza, como en un pueblo conquense. O se organiza un acto en honor “a los caídos por Dios y por España” en un pueblo toledano con participación incluida del ejército. ¿No piensa el Partido Popular que esto significa construir en el presente un fascismo que creíamos superado? ¿Es esta la libertad de expresión que tanto costó conseguir? ¿Es posible que un partido sin duda democrático, llamado a gobernar España en su momento, comulgue con decisiones que nos retrotraen a la oscuridad de un golpe de estado, de negros recuerdos asesinos?

Y junto a ciertos cargos elegidos del Partido Popular habría que preguntarle a la Jerarquía de la Iglesia por qué no exige que se excluya el nombre de Dios en semejantes homenajes. ¿O es que sigue añorando el sacrílego matrimonio con una infame dictadura? ¿Persiste la complicidad sacrílega de sotanas y uniformes? ¿Es nuevamente El Pardo la sede desde donde se impone por decreto el nacional catolicismo? ¿Son estos mandatarios los nuevos héroes que implantarán una cruzada santa? ¿Tendrá la Jerarquía preparados los palios para pasearlos por las calles adoquinadas de amargura?

Convendría ahora que todos nos quitáramos la careta. Cada cual en su sitio. Con claridad de amanecer. Con tallos de luz erectos. Sin un Dios de derechas. Sin una derecha con dioses manchados. Trasparentes como el cuerpo hermoso de una primavera.

Careta
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