viernes. 26.04.2024

A dónde va España y Europa

Estamos ante una deriva tremendamente peligrosa. No, no es casual que la extrema derecha esté levantando ahora su vuelo particular ante las políticas, equivocadas e ideologizadas, del reparto de las cargas de la crisis, y de las seudo justificaciones elitistas y homófobas, de los mandatarios que las imponen, léase Merkel y Sarkozy en la Unión Europea y su más que obediente alumno, Rajoy, en nuestro País.

Estamos ante una deriva tremendamente peligrosa. No, no es casual que la extrema derecha esté levantando ahora su vuelo particular ante las políticas, equivocadas e ideologizadas, del reparto de las cargas de la crisis, y de las seudo justificaciones elitistas y homófobas, de los mandatarios que las imponen, léase Merkel y Sarkozy en la Unión Europea y su más que obediente alumno, Rajoy, en nuestro País.

Lo último de las elecciones francesas, es tan solo un aviso más; como ya ocurriera en Austria, Dinamarca, Holanda… El que casi uno de cada cinco ciudadanos franceses, que fueron a votar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, lo hiciera por el Frente Nacional, la extrema derecha francesa, es un claro aviso del hartazgo de una parte de la ciudadanía para con la falsedad de lo que prometen los políticos en campaña electoral y luego no hacen; o a la inversa, con lo que dicen que nunca harán -durante la campaña electoral- porque no forma parte de sus programas electorales, y sin embargo, luego hacen cuando se sienten “blindados” una vez son elegidos.

No es desinterés, es hastío. Es hartazgo de que habitualmente, con una excusa u otra, los paganos resulten siempre los mismos. No por ninguna fatalista “ley natural”, no. Los mismos afectados porque unos, los socialistas, a la hora de la verdad, -en esta ocasión en Mayo del año 2010- no se atrevieron a desafiar la “autoridad” de una derecha neoliberal, que por encima de cualquier otra consideración, defendía y defiende sus intereses económicos y la preponderancia de la élite a quien representa.

Mientras los otros, la derecha de las mil caras, una para cada situación y según convenga para la mejor defensa de sus intereses, sí sabe y sí se atreve a hacer todos los recortes que, amparados y con la excusa de la crisis, les permitan volver, lo más rápidamente posible a su tasa de beneficios y a dominar en lo ideológico, con el discurso de que lo público es igual a derroche y a ineficacia.

El objetivo, amparados en la excusa de la necesidad de recortes por la crisis, es retrotraer a la Unión Europea y a los países que la componen, a los tiempos de mayor desigualdad en lo económico y en lo social, que solo el liderazgo de la socialdemocracia y de los sindicatos de clase en su papel reivindicativo, fueron capaces de conquistar.

No, no es la crisis. La crisis es la excusa y la derecha está en su papel, como lo ha estado siempre. Aplicada en defender privilegios, élites y sacristías, estas últimas sólo en la medida que sirvan con su discurso para fomentar la sumisión, no desde luego, cuando se implican en la defensa de los más desfavorecidos con todas las consecuencias.

Quienes no han estado a la altura, y bienvenida sea la rectificación, han sido la izquierda y en menor medida los sindicatos. Demasiado tiempo dedicado a la contemplación del becerro de oro. Demasiado tiempo alejados de practicar y pulsar las opiniones de los sectores de la sociedad que les votan y a quienes representan. Muy alejados del impulso necesario para aumentar la democracia en sus órganos y en la sociedad, en sus formas y en las decisiones más importantes…

No se pueden, éticamente, defender modelos más democráticos y participativos (como viene demandando una parte de la sociedad, -15M y sectores de la izquierda-) si dentro de los partidos o de los sindicatos no se cree en ello. No es coherente y no se debería poder reivindicar lo que no se está dispuesto a ejercitar y a practicar donde uno tiene la potestad de hacerlo.

Es muy lamentable pero quiero volver a recordarlo, Marine Le Pen, ha obtenido casi el 20% de los votos emitidos en Francia, con un discurso populista, cuyo contenido social se podría situar perfectamente a la izquierda de la actual socialdemocracia de hoy; defendiendo la jubilación a los 60 años, el fortalecimiento de los servicios públicos… Y eso solo ha podido ocurrir, porque una parte importante -la mayoritaria todavía actualmente de la socialdemocracia europea-, han abandonado esas justas reivindicaciones plegándose a la presión de la derecha más conservadora, de poner la cuenta de sus beneficios e intereses particulares muy por delante de los derechos e intereses sociales. A pesar de la incongruencia que representa tener millones de parados jóvenes, a los que no se les puede ofertar un empleo, se alarga la vida laboral de quienes ya lo han dado todo. A la par, se sigue igualmente en la batalla ideológica de aumentar las horas de trabajo, de reducir la calidad de la enseñanza, de recortar la sanidad…, o cualquier otro derecho que tenga que ver con lo ideológico.

No, no es sólo la crisis. La crisis es la excusa, y la prueba del nueve de mi afirmación son los recortes en derechos y en libertades que se están produciendo (Radio Televisión Española con la vuelta al control del Gobierno) y los que se preparan (Código Penal para recortar la expresión de las protestas y criminalizar al disidente).

Si solo fuera la salida de la crisis, habría otras muchas medidas a adoptar, más eficaces, de mayor cuantía de ahorro efectivo y desde luego sin el coste social de las que están siendo impulsadas.

A dónde va España y Europa
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