Cuando escribo estas líneas solo se conocen los acuerdos generales alcanzados por los líderes del Eurogrupo para abordar las tensiones que se estaban agravando en los últimos días sobre algunos de sus países miembros.
Casi todos los análisis posteriores coinciden en señalar que se trata de un acuerdo que ha satisfecho a los mercados, que han reaccionado en principio positivamente, y que así se ha salvado una situación delicada que amenazaba con llevarse por delante algo más que la estabilidad financiera de algún que otro país.
Sin embargo, yo creo que, por lo que se conoce de esos acuerdos, se trata solo de un parche que no va a resolver los problemas de fondo que afectan al euro y a los países que formamos parte de la unión monetaria.
Por un lado, se le da un respiro a los deudores, aumentando los plazos y disminuyendo los tipos de interés de los préstamos, se permite que los acreedores privados sustituyan los títulos que ahora posean por otros nuevos (lo que equivale más o menos a una reestructuración de la deuda sin denominarla así), se permite que haya nuevas inyecciones a bancos con problemas sin necesidad de disimularlas con operaciones de rescate, se prevé dar ayudas a los estados que sufran ataques de los especuladores para que puedan defenderse recomprando sus propios títulos y se contempla posibilidad de dar nuevas ayudas a los países con problemas.
Por tanto, se trata de medidas que pueden aliviar la situación y que vienen a poner, aunque yo creo que demasiado tarde, el parche antes que la herida, en previsión de que vuelvan a producirse nuevos ataques.
Pero ninguna de esas medidas aborda con decisión los problemas de fondo, estructurales, que de verdad vienen originando los problemas que sufrimos ni cortan de raíz los comportamientos especuladores que se aprovechan de ellos para pescar en el río revuelto de la zona monetaria.
Los líderes europeos se han mostrado otra vez incapaces de dar el golpetazo en la mesa que de una vez por todas libere a Europa de los ataques especulativos. Algo que está al alcance de nuestras manos siempre que se antepongan los derechos ciudadanos a los de quienes vienen practicando el terrorismo financiero contra estados hasta ahora soberanos. Los líderes europeos siguen mostrándose esclavos de eso que llaman para confundir a la gente "los mercados" pero que en realidad son los bancos, como el Deutsche Bank, a quienes ellos mismos han invitado a sentarse en la mesa de reuniones. Nuestros representantes políticos renuncian a su capacidad legítima de tomar medidas que eviten la presión que esos financieros están generando sobre Europa y, en lugar de ello, lo que hacen es darle alas a costa de producir una terrible inestabilidad, la paralización de la vida económico y un empobrecimiento que durará años superar.
Los líderes europeos tienen medios para utilizar: pueden recurrir a la financiación del Banco Central Europeo que quite los títulos de la deuda soberana del alcance de los especuladores, puede imponer tasas sobre las transacciones financieras que desincentiven y encarezcan la especulación, además de proporcionar ingresos hoy día más necesarios que nunca para recobrar la actividad productiva. Y en situaciones de emergencia como las que se han vivido y se van a vivir pueden recurrir al control de capitales.
Nada de eso han hecho y simplemente han recurrido a la vías más fácil y a la que principalmente supone asegurar nuevos ingresos para los financieros: seguir proporcionando "ayudas" que en realidad son una piedra en el cuello del ahogado porque tratar de salir de un problema de deuda con más deuda es una completa barbaridad que solo beneficia, como digo, a los especuladores que van a financiarla.
Y, por supuesto, los líderes europeos tampoco se plantean ni por asomo las cuestiones de fondo que son realmente la principal causa de los problemas que estamos padeciendo: el mal diseño de la unión monetaria y el inadecuado funcionamiento de los motores de los que depende la actividad económica y la generación de empleo en Europa.
Mientras sigamos en una unión monetaria sin Estado, sin estructura política superior que ajuste las piezas que no funcionen o lo hagan coyunturalmente mal, cualquier problema por pequeño que sea en el interior de la unión monetaria se convierte potencialmente en una amenaza general. Eso es lo que ocurre con la situación de Grecia, cuyo PIB no llega ni al 2% de el de la zona euro, pero que hace saltar por los aires a toda ella.
Mientras los líderes europeos se empeñen en reforzar las reglas nominales de convergencia (más bien de divergencia) o de estabilidad en lugar de incorporar mecanismos que fortalezcan la unión política y la coordinación de las políticas europeas, que pongan en marcha una auténtica hacienda europea, que garanticen un efectivo equilibrio territorial, sectorial y personal y que sean capaces de actuar a nivel europeo cuando se produzcan impactos asimétricos, mientras no hagan eso, lo que inevitablemente ocurre es que se va consolidando un proceso que no puede tener otro final que la desconfianza mutua, la desafección y la desintegración de la unión monetaria.
Y, por otro lado, los líderes europeos tampoco hacen nada por revisar la arquitectura de los motores de la economía europea.
Se sigue dando por bueno que la Alemania exportadora sea el motor principal de Europa y al que se somete cualquier otro interés.
Podría aceptarse que eso sea hoy día inevitable (aunque esto llevaría a plantear que hacemos entonces los demás en este club) pero lo que es totalmente inasumible es el empeño suicida de Alemania por imponer a los compradores de su oferta exterior políticas que merman continuamente su capacidad de compra, lo que lógicamente lleva al conjunto de Europa (y también al mercado interior alemán) a la atonía y al abatimiento económico, solo en aras de satisfacer la estrategia de los bancos alemanes que son, en realidad, quienes marcan la estrategia y quienes han generando y nos han llevado al callejón sin salida en el que nos encontramos.
Mientras no se planteen este tipo de cuestiones no saldremos del atolladero y por eso me parece que la nueva reunión de los líderes europeos no es ni mucho menos un paso adelante sino un auténtico salto en el vacío porque su efecto principal va a ser el reforzar el poder financiero y que, por ello, no solo no dejará las cosas mejor sino que anticipa nuevos problemas más pronto que tarde.