sábado. 27.04.2024

¿Por qué dicen "Pepiño" cuando deben decir "Don José"?

nuevatribuna.es | 05.01.2011¿O no es ese el tratamiento que se ha dado siempre a los Ministros de España? ¿Acaso alguien hablaba públicamente de “Marianiño” Rajoy o de “Javiercito” Arenas cuando estaban en el Gobierno? ¿Cuánta pureza de sangre hay que certificar ante los próceres populares para merecer un trato correcto?La derecha española, a diferencia de sus colegas europeos más

nuevatribuna.es | 05.01.2011

¿O no es ese el tratamiento que se ha dado siempre a los Ministros de España? ¿Acaso alguien hablaba públicamente de “Marianiño” Rajoy o de “Javiercito” Arenas cuando estaban en el Gobierno? ¿Cuánta pureza de sangre hay que certificar ante los próceres populares para merecer un trato correcto?

La derecha española, a diferencia de sus colegas europeos más solventes, acostumbra a organizar campañas de descrédito contra los adversarios políticos, siguiendo la máxima maquiavélica de procurar el daño a la persona cuando no se acierta a minar sus opiniones o sus hechos ante la opinión pública. Otro vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra, podría decir mucho sobre el particular.

Evidentemente hay algo de esto en el latiguillo del “Pepiño”, diminutivo que, por cierto, jamás se atribuyó antes a José Blanco. Ni en la escena pública ni en el ámbito privado, por lo que yo sé.

Pero en esta campañita puede adivinarse algo más. Algo muy viejo. A mí me gusta llamarlo “rencor de clase”. Consiste básicamente en soportar mal que una persona de origen humilde ocupe esos puestos de poder que los que han mandado siempre consideran suyos por derecho genético. ¿Qué hace este pobretón, sin un apellido compuesto siquiera, tan fuera del lugar que le corresponde?

Todavía Zapatero es hijo de un ilustre abogado de provincias, Rubalcaba estudio en El Pilar y hasta Trinidad Jiménez está emparentada con altas magistraturas del Estado. Serán rojos, pero al parecer merecen “respeto de clase”.

José Blanco no. Porque ha cometido la desfachatez de hacerse Ministro en el mismo departamento donde el don-nadie de su padre trabajó como simple operario. Sin ser ingeniero ni nada, además. No cabe mayor desafío al orden natural de las cosas, que diría don Manuel Fraga (A este gallego, también Ministro, pero con Franco, nunca se le cuestionará el don).

Para más inri, al Ministro sin pedigrí se le ha ocurrido hacer las cosas bien, afrontar los desafíos que nadie antes afrontó, doblar el brazo a viejos corporativismos caducos en nombre del interés general, y ganarse el respeto incluso de los grandes empresarios del país. Hasta puede que pase a la historia como uno de los mejores Ministros de Fomento. Sin un sola gota de sangre azul. Insoportable.

Vaya, es que se atreve incluso a hacer política los fines de semana, denuncian los centinelas del orden establecido por Dios por siempre jamás. Si al menos se estuviera calladito… a lo mejor podría hacerse perdonar la osadía.

No es la primera vez que ocurre. Ni será la última. Aquí en Madrid aún podemos recordar cómo se justificaba la moción de censura al Alcalde “Juanito” Barranco en el año 89. Lo de Tierno podía pasar. Rojo pero catedrático. Lo del hijo del albañil ya era demasiado. Después llegó el verano 2003, y el hijo de un inmigrante casi analfabeto se creyó que bastaba ganar las elecciones para presidir la Comunidad de Madrid. Vaya iluso…

Sí, ocurrió, ocurre y ocurrirá. Pero cada vez son menos y cada vez se les hace menos caso. Les pesará sobremanera, quizás no puedan soportarlo, pero para la gran mayoría de los españoles el Ministro de Fomento de su país se llama José Blanco, sin diminutivos. Y merece todo el respeto por su condición, por su trayectoria y por su trabajo.

Me adelanto a los que hablarán de estómagos agradecidos. José Blanco nunca me nombró nada.

Rafael Simancas

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