sábado. 27.04.2024

¿Pactos de la Moncloa?

Desde distintos �y sospechosos ámbitos- se está pidiendo una nueva edición de los Pactos de la Moncloa de 1977. Quienes abogan por ello destacan que la situación económica del país es muy parecida y que aquel consenso evitó la bancarrota del Estado.No digo que no a lo segundo.
Desde distintos �y sospechosos ámbitos- se está pidiendo una nueva edición de los Pactos de la Moncloa de 1977. Quienes abogan por ello destacan que la situación económica del país es muy parecida y que aquel consenso evitó la bancarrota del Estado.

No digo que no a lo segundo. Efectivamente, los Pactos de la Moncloa, suscritos sólo por las fuerzas políticas, sirvieron para frenar la inflación e imponer una cierta cordura económica y política a un país recién salido de una dictadura y que comenzaba a caminar, con tropezones y dificultades, por la senda de la democracia.

Pero no era semejante, ni mucho menos, la situación de 1977 con la de 2008, ni en lo social ni en lo económico y, desde luego, no en lo político. Realmente lo que hicieron los Pactos de la Moncloa fue fijar una hoja de ruta para iniciar los primeros pasos de un país moderno y democrático. Como ejemplo, valga señalar que en aquellos acuerdos se acordó retirar la censura previa de prensa o el derecho a la asociación sindical que hasta 1985 no tendría su propia ley.

La situación económica, política y sindical poco tenía que ver con la situación actual. El año se cerró con una tasa de inflación del 20%, todo un éxito de los Pactos, y el paro rondaba el millón de personas, con una población activa bastante más baja que la actual. Por cierto, sólo el 30% de los parados estaba amparado por el seguro de desempleo y en los Pactos se recogía, precisamente, aumentar la cobertura y dotar económicamente el sistema de desempleo.

Ni es comparable aquella situación, ni una reedición de los Pactos de la Moncloa serviría para mucho en el momento actual. A los nostálgicos que defienden la vuelta a esos acuerdos hay que recordarles que, desde hace años, son los agentes sociales �empresarios y sindicatos- quienes marcan dentro de unos límites económicos que asumen y aceptan las subidas salariales y las condiciones en las que se desarrolla toda la negociación colectiva.

El Gobierno, que en los primeros años de la democracia aceptó participar en los grandes acuerdos (AES y ANE), hace años que dejó en manos de sus verdaderos protagonistas este tipo de negociaciones. Reclamar ahora que vuelvan los partidos políticos a marcar, por ejemplo, los índices salariales, sería no sólo un contrasentido sino una vuelta a un pasado felizmente superado. Organizaciones empresariales y obreras llevan años dando muestras de una prudencia y una sabiduría que para sí la quisieran otras instituciones.

Los partidos políticos deben negociar, llegar a acuerdos, pactar en aquellas cuestiones que les correspondan. Pero no en ámbitos que no les son propios. Su intervención sólo sería una forma de violar la independencia y autonomía de los agentes sociales que, hasta ahora, han demostrado sobradamente su capacidad.

Cada uno en los suyo. Que los partidos se dediquen a legislar, teniendo en cuenta el interés de los ciudadanos. Y que escuchen a quienes llevan años demostrando un conocimiento profundo del país. Los Pactos de la Moncloa fueron buenos en su momento. Y necesarios. Hoy las condiciones son otras y la situación otra. Si algo hay que aprender de aquello es la capacidad de diálogo demostrada entonces por los partidos políticos. Posiblemente, si quienes proponen la reedición de los Pactos, hubieran leído el texto original, verían que sirvieron entonces y ya no sirven a hora.

Manuel Machado lo dijo, hablando de otras cosas:

Ya el pobre corazón eligió su camino.

Ya a los vientos no oscila, ya a las olas no cede,
al azar no suspira, ni se entrega al Destino...


Ahora sabe querer, y quiere lo que puede.

Renunció al imposible y al sin querer divino.

Querer lo que se puede. Y renunciar a los imposibles.

¿Pactos de la Moncloa?
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