viernes. 26.04.2024

No seamos censores

No sé si tengo fiebre. O es la euforia por la tercera final de Champions seguida del Real Madrid. Mi Real Madrid. Pero creo, doctor, que Javier Marías tiene razón. Y Vargas Llosa. Un poco de razón, al menos. Que se nos está yendo un pelín de las manos eso de pedirle cuentas al prójimo por su comportamiento. Que algunos, espero que no muchos, están siempre con el dedo preparado para disparar contra aquel que consideran moralmente reprobable. Como si fueran chiquillos chivándose en el patio del recreo. ¡Profe, mire lo que ha hecho fulanito!

Que uno entiende el hartazgo ante ciertos comentarios. Y la asfixia causada por la caspa que desprenden ciertos tertulianos cada vez que hablan. Pero hay que tener cuidado con el Torquemada que todos llevamos dentro, porque a veces nos ponemos en un plan que da miedo imaginar lo que pasaría si tuviéramos poder de verdad.

Que no lo tenemos, claro. Por eso es difícil hablar de censura. Pero últimamente a nosotros, la plebe, sí que se nos están viendo algunos tics censores, autoritarios, de checa, que diría con su verbo guerracivilista y florido ese pirómano radiofónico llamado Jiménez Losantos. Van un par de ejemplos, pero seguro que a ustedes se les ocurren más.

El primero ocurrió en Twitter, ese patio de vecinos del siglo XXI. Fue salir Arcadi Espada a pedir en Telecinco que se difundieran vídeos de la conducta sexual de la víctima de La Manda y ya estaba lleno el foro de voces que no sólo discrepaban con Espada, sino que exigían —no pedían, ¡exigían!— el despido de Espada, su silenciamiento, su pase al ostracismo. Y oigan, tampoco es eso. Y si es eso, lo tienen muy fácil. En el mando a distancia, al lado del 5 hay otros muchos números. Prueben. Y si no, hagan como yo y pásense a Netflix y a los informativos extranjeros. Por el mismo precio uno está más informado y además aprende idiomas.

El segundo caso se trasladó de plaza y recaló en Change.org. Allí se abrió una recogida de firmas, bastante exitosa, para pedir al Gobierno el cierre de ForoCoches y Burbuja.info por revelar datos de la víctima de La Manada —que pobre chica, la verdad. No la dejarán en paz—. Al Gobierno, ojo. No a la fiscalía. No a un juez. No. Al Gobierno. Que es lo que nos queda: jalear al Gobierno del PP para que, manu militari, cierre webs sin pasar por un juzgado. Vosotros dadle ánimos y ya veréis lo que dura abierto este medio online, vuestro blog personal… o el propio Twitter.

Yo entiendo, ya digo, el hartazgo que provoca Espada y el asco que provoca que el machirulismo patrio se atrinchere en sus privilegios y para ello saque a relucir la cara, el nombre y el DNI de la víctima de una violación múltiple. Perdón, de un abuso múltiple.

Pero hay que tener cuidado y refrenar a nuestro censor interno. Al tirano que todos llevamos dentro. Porque la libertad de expresión tiene límites muy claros. Lo que Espada dijo, por ejemplo, no los sobrepasa. Y usted, desde luego, está en su derecho de dejar de ver Tele5 y de no leer más a Espada. Yo llevo tiempo sin hacerlo y se vive muy bien. Pero pedir que lo silencien, que no lo dejen pasar a un plató, que esté en su casa, calladito y quieto, puede que sea, sólo puede, un poco exagerado. Si somos demócratas, y lo somos, hemos de permitir que todos tengan voz. Hasta aquellos cuya voz nos da ganas de vomitar.

Y cuidado, que si el comentario se hubiera producido en una televisión pública, con dinero de los contribuyentes, la situación hubiera sido muy distinta. Pero fue en una privada, y Vasile se puede gastar su pasta en lo que quiera.

Y sobre el tema de ForoCoches y Burbuja.info, sinceramente, no creo que haga falta recoger firmas. Seguramente, hayan cometido un delito. Y si lo han cometido, la justicia actuará o habrá que estar vigilantes para que lo haga. Ahí sí merece la pena la presión, la protesta, el escándalo. Para que la ley sea igual para todos. Y se cumpla.

Pero para eso no es necesario caer en la trampa de pedir a un Gobierno que actúe como si fuera un juez y cierre webs a diestro y siniestro sólo porque a nosotros lo que allí se dice nos parece deleznable. Pues, como decía, lo siguiente será cerrar las webs donde se digan cosas que a ellos les parezcan deleznables. Una ofensa al catolicismo, un chiste sobre Rajoy, un meme sobre el máster de Cifuentes. La cifra del paro.

Así que, háganme caso, no alentemos a los censores. Ni a los internos, a los propios, ni tampoco a los externos. Estos últimos, además, ya suelen andar suficientemente ágiles sin nuestro aplauso para recortar libertades en cuanto pueden.

No seamos censores