lunes. 29.04.2024
 

A los seres humanos nos gustan los desafíos; los nuestros, si los hemos elegido, o las historias de los desafíos de otros, si son accidentales. Nos gusta el desafío aliñado con el control, vaya. Por eso nos conmueven las historias como la que cuenta La sociedad de la nieve. Un desafío accidental que sufrieron otros y que nos permite soportar la tensión dramática sin desmoronarnos, al tiempo que esperamos con la adrenalina justa el éxito que nos provea de una buena dosis de endorfinas. La catarsis de las grandes obras teatrales. 

No la estoy rechazando. La catarsis, como otras estrategias ligadas a la emoción, es un buen recurso de aprendizaje. Ensayamos en lo pequeño para intentar estar preparados cuando llega lo personal, lo ineludible, sea del calibre que sea. Si la catarsis es colectiva, tal vez estaremos un paso más cerca de no destruirnos unos a otros. 

Nos sentimos orgullosos de la supervivencia de unos mientras eludimos nuestra responsabilidad y nuestra capacidad de acción en la muerte de otros

Las narraciones de desafíos elegidos también nos conmueven si son de éxito, porque de esto va la cosa, de salir de la oscuridad. Por eso otra historia real, el transplante de corazón parcial de Owen, en Carolina del Norte, EE UU, también es conmovedor. Médicos que tratan de resolver el puzle del funcionamiento cardíaco con un transplante parcial, que permite que el bebé crezca mientras su corazón le sigue al mismo ritmo.

Lo malo es que leamos, veamos o escuchemos estas historias conmovedoras como quien las consume, saboreando las palomitas esponjosas y obviando los granos de maíz que se acumulan en el fondo del cuenco, sin estallar. 

Las sociedades ‘líquidas’ parecen buscar las falsas certezas de las sociedades teocráticas

Tal vez no esté en mi momento más optimista, pero me da la impresión de que cada vez más nos encandilamos en el espejismo del triunfo individual (aunque la película de Bayona escapa con mucha delicadeza y dulzura, con mimo, de este cliché), sin observar las condiciones materiales que lo han forjado o asumiendo la excepción no como excepción, sino como prueba de que “querer es poder” y otras wonderfuladas por el estilo, estigmatizando a quienes no lo logran, mientras eludimos también la complejidad del sufrimiento de tantas personas -Gaza y los rehenes, Ucrania y los represaliados políticos en Rusia, Cisjordania, la comunidad kurda en Irak, Honduras y sus maras, las mujeres y los niños de Afganistán, Ecuador (la lista es interminable)- y lo compensamos en la balanza de lo humano con aquellos éxitos. Nos sentimos orgullosos de la supervivencia de unos mientras eludimos nuestra responsabilidad y nuestra capacidad de acción en la muerte de otros. 

La búsqueda colaborativa de soluciones que posibiliten la vida de todas, garantizando los derechos fundamentales, es lo que más se acerca a una verdadera libertad

Es difícil asumir y comprender la complejidad de un mundo tan grande y no podemos hacerlo solas, porque la cantidad de información que recibimos o que sabemos que existe es inabarcable. La desinformación también gana terreno. Por eso es tan importante acudir a fuentes fiables, consensuadas, y evitar los grupos paranoides que prometen secretos a voces; sabiendo siempre que quienes buscan de verdad conocimiento trabajan con paradigmas cambiantes, porque nuestro conocimiento del mundo avanza y no hay modelos inmutables. Las sociedades líquidas parecen buscar las falsas certezas de las sociedades teocráticas: en unos casos, tratando de participar del poder en diferentes grados (afianzando las diferencias de clase, de raza, de sexo, género, credo…); en otros, desde un pensamiento determinista y catastrófico vestido de darwinismo que reivindica que los seres humanos somos inherentemente una plaga. En ninguno de estos caminos hay responsabilidad ni matices. 

Asumir la incertidumbre como espacio de conocimiento sano -sin que esto signifique no poder vivir de acuerdo a los paradigmas que la ciencia, la filosofía, las artes y otros ámbitos de conocimiento vislumbran, comprueban, construyen-, y la búsqueda colaborativa de soluciones que posibiliten la vida de todas, garantizando los derechos fundamentales, es lo que más se acerca a una verdadera libertad. 

La libertad, tal vez