viernes. 26.04.2024
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Inés Morales

Inés Morales Morales. Martagina (Manilva), 22 de junio de 1932. Ama de casa.

Inés Morales Morales, a punto de cumplir los 91 años de vellón, forma parte de las mujeres que sobrevivieron a sus maridos una eternidad y media. Ella al suyo, Andrés Montero, más de 22 años. Mi madre, Ana Bermúdez, le sobrevivió 19 años a mi padre, Juan José Bezares. Así era la contabilidad afectiva de las viudas y los huérfanos en mi pueblo de aquellas generaciones de posguerra, donde las mujeres ni fumaban ni bebían.

Para retratar a Inés Morales, quizás debería haber recurrido de nuevo a Almudena Grandes y a su libro Inés y la alegría (titulé hace poco Peñita y la alegría), pero pensándolo bien, ella, Inés Morales, antes de encarnar las risas y la fiesta en un metro cuadrado era más embajadora destacada de la bondad: cuando no tenía y cuando tenía. Así casi 91 años con sus días y sus noches, sin flaquear ni una hora, ni en una curva.

La mayor de siete hermanos, creció larga como un día sin pan y guapa a rabiar, de peli de Hollywood

Criada en el campo, campo, primero en Martagina, en Manilva, pasó con sus padres, Diego y Matilde, a vivir en la Cañá Real de San Enrique, más campo. La mayor de siete hermanos, creció larga como un día sin pan y guapa a rabiar, de peli de Hollywood, hasta que Andrés Montero, un galán con buen perfil y de un carácter gigantesco, escaló por su talle hasta poder ofrecerle ‘pan y cebolla’.

Entre los dos, del tirón construyeron los Montero: Fina, el vivo retrato de su padre; Diego, el heredero de los cantes de Inés; Andrés, el porte de su madre, y Miguel Ángel, la alegría de la martaginera y dos huevos duros. Para mí, desde chico, por mi relación con los varones, principalmente, siempre han sido como parte de mi familia. Me caía bien hasta el viejo Montero, seco como una pasa y comandante en jefe de la casa las 24 horas del día. Todavía me acuerdo cuando enviaba a Diego (y yo le acompañaba como chivatillo adjunto) a espiar a Fina y a Pepe Chapaza. A veces nos perdíamos con otras parejas más fogosas. Curiosamente, después de un ictus del que se recuperó, le afectó principalmente al carácter y se reía más que Inés.

De la vida en los aledaños de los Montero, no olvidaré nunca un mediodía en la casa del arco, en Guadiaro, donde vivían en pocos metros pero en una casa con toneladas de dignidad, cuando Inés salió a la calle y vio a una manifestación de niños con carita de perro chico.

Sin perder un minuto, volvió a la casa y al poco salió con un baño lleno de una piriñaca básica de tomate, cebolla y pimiento -y un soplo de atún- y nos dio de comer a aquel regimiento voraz con una sonrisa y dos lágrimas.

Tal derroche de bondad, generosidad y solidaridad nunca lo he olvidado. Han pasado los años y la vida me ha dado a probar manjares de reyes, pero nunca nada ha estado a la altura de aquella piriñaca tan rica, tan reconfortante.

Éramos pobres y quizás teníamos más hambre, quizás éramos mejores personas y teníamos mejor digestión.

Inés repitió gestos de generosidad a diestro y a siniestro, sin importarle ideas, raza o condición. Cuando su marido traía de Gibraltar, ella repartía antes de que metiera el taxi en el garaje.

La sombra rica que había a su lado nos hacía mejores a todos. La última vez que la vi estaba hablando con su nieto Álvaro, de doce añillos. No era una conversación intergeneracional, era generacional. El niño con palabras y ella con risas estaban hablando el mismo idioma.

Ya de mayor, Inés Morales Morales siempre me pareció un personaje de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. El mundo que gestionó en la casa del río estaba destinado al caos sin el viejo Montero, pero ella se las apañó para que nada cambiara. A una rumana, de nombre Silvia, que estuvo a su cuidado le enseñó a cocinar con la misma maña que ella, y sus hijos no faltaron ni un día a aquella mesa de platos sencillamente extraordinarios que Inés preparaba a través de una ciencia infusa, con el recurso último de unas papas con huevos. Pura magia en Guadiaro, nuestro Macondo particular.

Úrsula de Iguarán, Inés Morales, los Buendía, los Montero…

Inés Morales Morales murió el 9 de mayo de 2023 rodeada de los Montero. DEP.

Inés y los Montero