jueves. 28.03.2024

Ha sido el movimiento de protesta más importante en los últimos tiempos, coincidiendo con la caída en los índices de popularidad de la presidenta

Miles de personas salieron a las calles en Buenos Aires y otras ciudades argentinas para protestar contra el gobierno, en una convocatoria efectuada a través de las redes sociales. La Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, prácticamente se llenó, lo que es un dato importante a la hora de medir la importancia de la protesta. No hay cifras fiables y las apreciaciones son muy dispares, dependiendo de las fuentes. Pero se puede afirmar que fue el movimiento de protesta más importante en los últimos tiempos, coincidiendo con la caída en los índices de popularidad de la presidente, Cristina Fernández.

La dimensión de la protesta, que fue más allá de los barrios de clase media y alta, sorprendió incluso al oficialismo. Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y uno de los referentes del grupo Carta Abierta –intelectuales que apoyan el modelo kirchnerista-, dijo que había que tomar nota de esta movilización. “El gobierno no debe descuidar esta marcha, es necesario tomar nota de esta importante movilización, con cuyos fundamentos no estoy de acuerdo”, dijo González.

Alberto Fernández, que fuera jefe de gabinete de Néstor Kirchner –hoy lejos de las filas del oficialismo-, advirtió que “la presidente y el gobierno deben ver que si salen a hacer estas manifestaciones es por algo, la presidente tiene la posibilidad de corregir”.

El alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, (PRO, derecha), fuertemente enfrentado con el gobierno nacional, calificó de muy impresionante los cacerolazos en la capital y en otras ciudades del país y añadió: “el pueblo se ha expresado, dijo que no queremos que nos conduzcan desde el miedo”. Para Macri, el kirchnerismo “ha profundizado la división y la falta de diálogo” en la sociedad argentina y pidió que la presidente corrija el rumbo y encare los problemas como la inflación y la falta de inserción en el mundo.

Ningún partido político, formalmente, estuvo detrás de la protesta, aunque algunos diputados opositores se sumaron a la misma. La convocatoria partió de colectivos antikirchneristas a través de las redes sociales. Los canales de televisión oficialistas prácticamente ignoraron la protesta. Y la presidente viajó a la provincia de San Juan para inaugurar una planta textil, con lo que no vio ni escuchó a los manifestantes que se concentraron frente a la Casa Rosada ni a los que desfilaron frente a la residencia oficial en Olivos.

Cuando aún no ha transcurrido un año de la última elección, en la que la presidente sacó un contundente 54% de los votos, Cristina Fernández ve cómo el humor social está cambiando. Sobre todo en la clase media, que en buena medida estuvo entre el sector que la apoyó en las elecciones de octubre de 2011.

Las causas son varias: inflación, inseguridad, reelección, corrupción. Según un sondeo conocido estos días, aumenta el número de personas que es pesimista sobre el futuro. Un estudio de la consultora CCR dio como resultado que el 49% de los entrevistados contemplaban un escenario pesimista a corto plazo; otro 26% calificaron como regulares las perspectivas; y solo un 18% miraba al futuro con optimismo.

En este mismo estudio, el desempeño de la presidente fue considerado como “muy malo” por el 41% de los entrevistados; otro 28% lo calificó de “malo”; un 19%, “regular”; y solo el 12% de “bueno” o “muy bueno”.

El Gobierno no logra enderezar la inflación

Estos datos tienen relación con una variable que el gobierno no logra enderezar, la inflación, que según estudios privados está en torno al 25% anual. Además, el gobierno sigue empeñado en maquillar las cifras. El dato más hilarante de estos días fue la afirmación de que se podía solventar la comida de un día con 6 pesos, menos de un euro. La realidad es que, con esos seis pesos solo se consigue pagar la mitad de un café en un bar de barrio en Buenos Aires.

Irrita también el uso continuado de la cadena nacional, que debería ser usada solo para comunicar temas trascendentes. Pero la presidente tiene otra opinión y la usa sobre todo para atacar a la prensa y a la oposición. En la última cadena, que hizo la número 18 en lo que va de año, Cristina Fernández dijo una frase que alimentó el malestar. “Solamente hay que tenerle temor a dios, y un poquito a mí”. Aunque estaba en un contexto de críticas a funcionarios que no cumplen con su deber, y pese a que trató de usar la ironía, la expresión fue tomada como una advertencia, a tal punto que uno de las consignas del cacerolazo fue precisamente el rechazo a lo que fue percibido como una amenaza velada.

Pero lo que más parece haber pesando en el ánimo de los manifestantes fue el cepo al dólar. Frente al discurso oficial que dice que Argentina es un país libre, donde todo el mundo puede salir y entrar del país y gastar lo que se quiera, la realidad indica que sin posibilidad de comprar divisas eso es imposible. Las reglas para obtenerlas son cada vez más complicadas, son opacas y arbitrarias y cuando hay suerte los montos autorizados son insuficientes.

El gobierno es consciente de esto y por eso obligó al ministro de Exteriores, Héctor Timerman, a cancelar la boda de una de sus hijas, que se iba a celebrar en Punta del Este, Uruguay. En la invitación de boda figuraban los elevados gastos en dólares para cubrir la estancia de los invitados. Y aunque Timerman es millonario, sobre todo por parte de su esposa, no era un buen ejemplo.

Y no es un dato menor, a la hora de medir el humor social, el rechazo que provoca los intentos de habilitar –cambio constitucional mediante- una nueva reelección de la presidente. Aunque desde la casa Rosada no ha salido una sola palabra a favor de la misma, cada vez más sectores del amplio entramado oficialista vienen planteando la cuestión.

“En el lugar que me toque, haré lo que siempre he hecho, militar y trabajar, porque otra cosa no he hecho en mi vida”, dijo la presidente en San Juan, ante los gritos de los jóvenes de La Cámpora que reclamaban la reelección. Estas palabras pueden ser interpretadas como una señal de que no forzaría la reelección. Pero todo son hipótesis y la ausencia de una figura que pueda asegurar la victoria en el 2015 puede cambiar su voluntad.

Nuevo ‘cacerolazo’ contra Cristina Fernández