martes. 19.03.2024
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Imagen de Benedetto Cristofani

Son el 0,1%. Algunos se muestran gentiles y tiernos. Pero, en conjunto, son depredadores. Tienen ideología, pero no ideas ni imaginación. Nosotros, el 99,9%, somos más creativos y mejor formados. Pero ellos están unidos y organizados. ¿Y nosotros… nunca?

«Todo para nosotros y nada para los demás parece haber sido, en toda nuestra historia, la vil máxima de los señores de la humanidad»

«Todo para nosotros y nada para los demás parece haber sido, en toda nuestra historia, la vil máxima de los señores de la humanidad», escribió Adam Smith en 1776, en “La Riqueza de las Naciones”, obra que se considera universalmente la primera investigación exhaustiva sobre la naturaleza y la práctica del capitalismo.

Los señores de la humanidad siguen estando entre nosotros: yo los denomino como la «Clase de Davos» porque, de la misma manera en que se reúnen en resorts de esquí en Suiza todos los años, son nómadas, poderosos y permutables. Algunos tienen poder económico y una considerable fortuna personal. Otros tienen poder político y de administración, principalmente, nombrados por los que tienen poder económico, recompensándolos a su manera. Incluso puede haber contradicciones entre sus miembros (el director general de una empresa industrial no siempre tiene los mismos intereses que los banqueros), pero en general, cuando se trata de decisiones sociales, comparten la misma opinión.

La Clase Davos, a pesar de los buenos modales y la perfecta vestimenta de sus miembros, es depredadora

No estoy cuestionando la moralidad individual de nadie. Seguramente hay muchos banqueros de buen corazón, comerciantes generosos y directores generales socialmente responsables. Sólo digo que, como clase, podemos esperar que se comporten de maneras específicas, porque sirven a un sistema particular. La Clase Davos, a pesar de los buenos modales y la perfecta vestimenta de sus miembros, es depredadora. No puedes esperar que estas personas se comporten de forma lógica, porque no están pensando en los intereses a largo plazo, sino en comer ahora.

La Clase Davos se puede encontrar en cualquier país, sus miembros no forman parte de ninguna conspiración y su modus operandi puede ser fácilmente observado e identificado. Entonces, ¿por qué preocuparse por las teorías de conspiración cuando sólo el estudio del poder y los intereses ya resuelve el problema? La Clase Davos es siempre en extremo pequeña en relación con la sociedad; y sus miembros, por supuesto, tienen dinero (algunas veces heredado, y en otras ganado por ellos mismos). Lo más importante es que tienen sus propias instituciones sociales -clubes, las mejores escuelas para sus hijos, vecindarios, asesoría corporativa y de caridad, destinos para vacacionar, organizaciones empresariales, eventos exclusivos, etc. (todo esto ayuda a fortalecer la cohesión social y el poder colectivo). Dirigen nuestras más grandes instituciones, incluyendo a los medios de comunicación, saben exactamente lo que quieren, son mucho más unidos y están mejor organizados que nosotros.

Pero esta clase dominante también tiene sus debilidades: una de ellas es que tienen una ideología, pero no ideas ni imaginación. Su programa, desde 1970, comúnmente denominado  como «neoliberalismo», se basa en la libertad de innovación financiera, en la privatización, la desregulación y el crecimiento ilimitado, sin importar adónde puedan conducir; en un mercado supuestamente libre y autorregulado y en el libre comercio que dio lugar a la «economía de casino». Esta economía ha fracasado gravemente y ha perdido su credibilidad, al menos dentro del imaginario colectivo.

La mayoría de las personas ni siquiera pide más pruebas; pueden ver que el sistema no funciona para ellos, sus familias y amigos, ni para su país. Muchos también reconocen que es malo para la inmensa mayoría del planeta y para el planeta. La única respuesta de la Clase Davos es cuidar que el viejo orden mundial avance un poco más, con un «pase libre» para todas las instituciones que han creado la crisis. No va a funcionar, ni siquiera bajo sus propios términos.

Creo que «nosotros» (la gente decente, honesta y común que conozco y sigo conociendo) tenemos los números y los votos de nuestro lado. Tenemos la imaginación, las ideas y las propuestas racionales, así como las habilidades y el conocimiento; es decir, sabemos lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Pertenecemos a una amplia variedad de organizaciones formales e informales en la lucha por el cambio de ciertas instituciones o territorios. Colectivamente, incluso tenemos el dinero. Lo que no tenemos es la unidad o la organización de nuestro adversario y a menudo no somos conscientes de nuestro propio potencial poder.

El movimiento Ocupa Wall Street en los Estados Unidos, junto con los Indignados y otros en Europa, han identificado las enormes desigualdades que prevalecen en nuestras sociedades como el «1%» y el «99%», cifras que coinciden, respectivamente, con la Clase Davos y el resto de nosotros, aunque la Clase Davos está más cerca del 0,1%.

En otras palabras, identificaron al oponente: la clase que mantiene este status quo corrupto. Nuestra misión ahora es construir una amplia coalición entre todos los que están de acuerdo con este diagnóstico, todos los que quieren luchar por su futuro y también por una sociedad más justa, un mundo mejor y un planeta más sano. Estas alianzas, que deben convertirse en locales, nacionales y mundiales no van a surgir por un pase de magia: son necesarias conversaciones, debates y el reconocimiento concreto de que, a pesar de nuestras pequeñas diferencias de opinión y énfasis, todos estamos del mismo lado.

Si no nosotros ¿quiénes? Si no ahora ¿cuándo?

Traducción del portugués por Erika Rodriguez - Fuente: Pressenza

La Clase de Davos y cómo vencerla