viernes. 19.04.2024

Brasil tiene 16,27 millones de personas en situación de extrema pobreza.Brasil es ya la séptima potencia económica mundial, pero aún tiene 16,27 millones de personas (el 8,5% de su población), en situación de extrema pobreza. Es decir, que vive con menos del equivalente a 30 dólares por mes. Acabar con esta lacra, como se propone la presidenta, Dilma Rousseff, es el desafío más importante de la historia de Brasil.

Ya hace casi 40 años que el economista Edmar Bacha, inventó el término Belindia para definir a Brasil. Es decir, un país pequeño como Bélgica, rodeado por otro, gigante y paupérrimo, semejante a la India. Pero en las últimas décadas, sobre todo a partir de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, y más aceleradamente, bajo la presidencia de Lula, el país empezó a crecer y a hacerlo de manera más equitativa, dejando atrás las lacerantes desigualdades de antaño. 

Según un reciente estudio de la Fundación Getúlio Vargas, en 2014, dentro de dos años, la clase media baja, técnicamente conocida como Clase C, será mayoría. Hoy son 95 millones de personas, dentro de dos años serán 130, de un total de 195 millones. En estos momentos, esta clase ya encabeza el consumo de electrodomésticos, incluyendo las computadoras. 

Pero todavía hay bolsones de miseria. Según el último censo (2010), afecta fundamentalmente a la región del nordeste y a la población parda o mestiza (61,8%) y negra (9%). Aunque los indígenas son una minoría en Brasil, de los poco más de 800.000 del último censo, casi el 40% integran este sector de extrema miseria.

Más de la mitad de los miserables vive en ciudades, en algunas de las miles de favelas que forman el cinturón de las grandes urbes, sin instalaciones sanitarias, luz y agua.

Tras los ocho años de gobierno del presidente Lula, 29 millones de brasileños ingresaron en la clase media y otros 20 millones salieron de la pobreza.Tras los ocho años de gobierno del presidente Lula, 29 millones de brasileños ingresaron en la clase media y otros 20 millones salieron de la pobreza gracias a programas como Hambre Cero o Bolsa Familia, programa éste último que benefició a 60 millones de personas. De hecho Brasil encabezó por segunda año consecutivo (seguido por China y Vietnam) la lista que elabora la ONG ActionAid, que mide quién lucha realmente contra la pobreza.

Todo un éxito que quiere ser tomado en cuenta por el Banco Mundial y que según Rômulo Paes, viceministro de Desarrollo Social y Lucha contra el Hambre de Lula, fue posible por factores aliados a los programas de transferencia de rentas, como el crecimiento del empleo en el sector formal de la economía, el aumento del salario mínimo y la reducción de las desigualdades regionales.

La presidenta considera que la eliminación de la pobreza extrema no es el resultado de un acto de voluntarismo, sino de una política macroeconómica de crecimiento, lo que permitió ampliar la red de protección social. Para el especialista Carlos Miranda, del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura en Brasil, “la pobreza conspira contra la ciudadanía, el ciudadano en situación de miseria no es un ciudadano pleno; la pobreza no es una cuestión individual, es una cuestión política de la sociedad”.

Este nuevo Brasil tiene diferentes manifestaciones. En los últimos años el nivel de consumo de la población viene rompiendo récords. Valga como ejemplo que en el Día de la Madre, que en Brasil se celebró este pasado 8 de mayo, las ventas fueron las mejores desde el 2003. Y los viajes de turismo al exterior, especialmente a los EEUU y a Argentina, llenan los vuelos con personas que, en muchos casos, es la primera vez que se suben a un avión.

Ahora, Dilma quiere hacer efectiva su principal promesa de campaña electoral, acabar con la miseria mediante su programa estrella, Brasil Sin Miseria, cuyos detalles deben anunciarse en breve. Dos mujeres serán las encargadas de su puesta en marcha, la ministra de Desarrollo Social, Tereza Campello y la secretaria para la Erradicación de la Pobreza, Ana Fonseca. Su intención es llevar servicios públicos, oportunidades e inclusión, además de renta.   

Una tarea inmensa ya que ni siquiera será fácil el acceso a muchos de los posibles beneficiarios. Según el sociólogo Cândido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase), la mayoría de las familias están tan desestructuradas que “ni siquiera consiguen tener acceso a programas y servicios a los que tienen derecho”.

Y en un país tan inmenso como Brasil, la pobreza tiene diferentes caras y necesidades. En Bahía, por ejemplo, la cuestión del acceso al agua potable será mucho más importante que en Río, donde lo más importante será reforzar la renta de la Bolsa Familia.

"Brasil Sin Miseria tiene una agenda de oportunidades y de inclusión productiva, no solo de transferencia de renta”.Preguntada recientemente por O Estado de Sao Paulo, la ministra de Desarrollo Social, Tereza Campello, sobre qué va a representar este nuevo programa respecto a los anteriores, recordaba que Bolsa Familia es el mayor programa de transferencia de renta del mundo. Y que Brasil Sin Miseria “va a llevar al conjunto de familias de Bolsa Familia otras acciones, servicios públicos que no llegan a ellas o, cuando llegan, no tienen la calidad que deberían. Brasil Sin Miseria tiene una agenda de oportunidades y de inclusión productiva, no solo de transferencia de renta”.

El crecimiento del Brasil en las últimas décadas tiene varios elementos auspiciosos que vale la pena subrayar. Como lo señalaba el ex ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Lula, Miguel Jorge, en un reciente artículo en O Estado de Sao Paulo (24 de mayo), hay más empleo formal en diferentes puntos del país, disminuyendo la presión demográfica en gigantes como Sao Paulo. Y la disminución de la desigualdad se dio por el crecimiento de la renta de los más pobres y no por la caída de los ingresos de los más ricos. Creció más la renta de los analfabetos que la de los brasileños con educación superior y más la de los negros que la de los blancos. En definitiva, un crecimiento más inclusivo, aunque habrá que esperar 30 años hasta que el nivel de igualdad (o desigualdad) sea el que tiene actualmente los EEUU.

Brasil lanza un nuevo programa contra la pobreza