Es muy habitual referirse a las personas acompañándolas con los adjetivos de humanas y, en ocasiones, menos, con el de racionales. En una época pasada, consideraba que tales calificaciones eran redundantes. Entendía que, si se hablaba de personas, eran, por eso mismo, humanas. Y, por supuesto, racionales, aunque no supieran hacer la o con un canuto. Durante mucho tiempo, quizás demasiado, pensé que mis relaciones habituales con los demás lo era con personas humanas y racionales.
Tardé en caerme del guindo. Una vez que lo hice, cada vez que reparaba en dicha asociación -muy habitual en la prensa,- persona humana y racional, tenía la sensación, no sólo de encontrarme ante una redundancia semántica, sino, en el peor los casos, ante un oxímoron, es decir, ante una contradicción.
¿Persona humana? No puede ser. O, caso de serlo, milagro. Seguro que era el hombre que andaba buscando Diógenes de Sinope, acompañado por una lámpara, y que jamás encontró.
Me ocurría lo mismo que a Baroja cuando se enteró de la aparición del periódico carlista El Pensamiento Navarro, o, para no herir susceptibilidades políticas, El Pensamiento español, que, en tiempos, dirigió el escritor y carlista Francisco Navarro Villoslada. ¿Pensamiento y navarro? Imposible. ¿Pensamiento y español? Dejémoslo estar.
Durante mucho tiempo, quizás demasiado, pensé que mis relaciones habituales con los demás lo era con personas humanas y racionales. Tardé en caerme del guindo
Ahora, no sabría decir si es más contradictorio, o más paradójico, si utilizar los términos “pensamiento y navarro” o “pensamiento y español”, que enlazar todo corrido los de “persona humana y racional”.
A decir verdad, qué duda cabe que todos somos personas sin distinción de sexo, religión y sindicato. Al fin y al cabo, en sentido etimológico, persona significa tanto en latín como en griego “máscara de actor”, que era la que utilizaban los comediantes en el teatro romano y griego, respectivamente. Y bien sabe cada persona cuántas máscaras utilizará al cabo día en sus relaciones con las demás máscaras con las que se tropieza en el ascensor, en el supermercado, en las cafetería…
En este sentido, todos somos personas, probablemente, unas más que otras cuando a lo largo del día nos encontramos con otras personas en el variopinto escenario de la vida. Es decir, ¿más caraduras, más sin vergüenzas, quieres decir? A saber.
La hipocresía suele ser la máscara de la buena educación, así que saquemos la cuenta.
Un ejemplo. Netanyahu y Putin serán sin duda unas grandes personas, inquietantes actores, quiero decir, pero dudo mucho que, por la parte alícuota que les corresponde por pertenecer a esta civilización que, a veces, llamados humanidad, lleguen a alcanzar la categoría de seres humanos y racionales, al modo en que lo entendía, también, el gran Aristóteles.
Humano y racional son categorías superiores que no se dan automáticamente por pertenecer a la especie que lleva su nombre. No vienen en el ADN. Son valores que se cultivan. Y, en consecuencia, hay que merecer su título.
Por esta razón, habría que ser cuidadoso a la hora de utilizar la expresión “persona humana”, refiriéndonos a quienes así las consideramos, porque, quizás, esas personas que calificamos de ese modo tan generoso, no sean tan humanas, ni racionales. Menos aún, si no tenemos claro en qué consiste ser humano y racional.
O, por el contrario, existen tantas maneras de ser humano y racional que, en estos momentos, parece que hayamos perdido la noción de si aquellos que gobiernan este Planeta son seres racionales y humanos, o si son la resultante de algún experimento de Inteligencia Artificial.
Humano y racional son categorías superiores que no se dan automáticamente por pertenecer a la especie que lleva su nombre
Si el rasgo supremo de la racionalidad consiste en ser humanos, fijémonos, entonces, en Putin, Trump y Netanyahu, y no es que sean un regalo de la naturaleza, pero, bueno, son un buen ejemplo de lo que quiero decir. O sea, que si pensamos y hacemos lo contrario que ellos hacen y piensan, tal vez, se comprenda mejor qué se quiere decir cuando decimos “personas humana y racional”.
Cuando el socialista Fernando de los Ríos viajó a Rusia, escribió, Mi viaje a la Rusia sovietista (1921). De los Ríos, viajó a Rusia por encargo del Congreso del PSOE en 1920. Lo hizo acompañado por Daniel Anguiano y duró dos meses. Mantuvieron entrevistas con Lenin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev y Koprokin. La consecuencia de su informe hizo que el partido no entrase en la Tercera Internacional.
Al año siguiente, se publicó el citado libro. En él alabaría los fines propuestos (estrategia), pero no los medios empleados (tácticas) por los dirigentes marxistas rusos. Calificó la sociedad rusa como “un mundo policíaco” donde sus ciudadanos estaban controlados a todas horas.
Y, a lo que iba, a su mujer le escribió diciendo: “Hoy vuelvo con una más acendrada visión de la libertad por lo mismo que he visto lo que es carecer de ella”.
Lo que, en consonancia, me lleva a hacer una pregunta final. Y así, al estilo de Fernando de los Ríos, si pienso y hago lo contrario de lo que piensa y dice Abascal, y ya no digamos si hago lo contrario al macho alfa de VOX, ¿seré una persona humana y racional? No lo sé a ciencia cierta, porque ni Diógenes lo sabría. Pero me atrevería a decir que, sí, que, por lo menos, estarás en la senda machadiana de ser una persona humana y mucho más racional que semejante irasco.