jueves. 28.03.2024
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Después de un año de semivacío político, tres elecciones generales, vuelcos en las alianzas, amenazas mayores sobre el proceso de paz y una crisis sanitaria sin precedentes, Israel tiene por fin gobierno. Y, adivinen quién estará al frente... Benjamín Netanyahu... el dirigente más longevo en el cargo en la corta pero intensa historia del país.

El líder populista de la derecha israelí es un maestro de la supervivencia política, un experimentado maniobrero que ha sabido sortear todo tipo de jugadas, internas y externas, que han pretendido debilitar su creciente poder y su condición de líder indiscutible y casi indispensable de una sociedad israelí cuyas dos terceras parte se declara conservadora (1).

Netanyahu asegura el gobierno de inmediato, gana tiempo y puede reforzar su posición frente a la justicia

El último éxito de Netanyahu ha sido triple:

- asegurarse su continuidad al frente del gobierno durante los próximos 18 meses.

- mejorar su posición ante el proceso judicial (el juicio está fijado para el 24 de mayo) por tres encausamientos relacionados con corrupción (soborno, fraude y abuso de confianza).

- romper el bloque opositor que, en tres elecciones consecutivas le había discutido la hegemonía política.

El coronavirus, lejos de haber erosionado a Bibi lo ha reforzado, al profundizar el instinto de seguridad y repliegue en el tejido social (2).

EL DILEMA DE BENNY GANTZ

La coalición Kajol Lavan (Azul y Blanco) rompió filas después de haber obtenido en marzo un resultado peor de lo esperado y quedar por detrás del Likud (tres diputados menos). Tres formaciones componían esa coalición, dos de ellas lideradas por antiguos jefes del ejército y la tercera por una formación centrista denominada Hay futuro, muy crítica con Netanyahu. El cabeza de cartel electoral era Benny Gantz, un general tranquilo, moderado y con cierto carisma (como muchos de su categoría). A punto estuvo de desbancar a Netanyahu  en septiembre del año pasado, pero le faltaron apoyos parlamentarios, en una Knesset ya más fracturada que nunca (3).

Después de marzo, Gantz podía reunir una coalición para derribar a Netanyahu, pero necesitaba, entre otros, el apoyo de los árabes israelíes, quienes se presentaron unidos en la denominada Lista Conjunta y habían obtenido el mejor resultado de su historia (4). Una muestra de otras de las factores socio-políticos israelíes: la demografía. Para hacerse una idea de la debilidad de Gantz, baste decir que el número de diputados de su partido propio es el mismo que el de la lista árabe: 15.

El exgeneral había jurado y perjurado que no colaboraría con Netanyahu, por dignidad política. Prometió promover todas las iniciativas necesarias para impedir que los encausados por corrupción pudieran dirigir los destinos del país. Las elecciones no le dieron esa capacidad. Maniobras parlamentarias inéditas bloquearon decisiones que afectaban a la suerte del primer ministro en funciones. Netanyahu escapó de la tenaza. Y Gantz cambió de estrategia.

Ante la perspectiva de unas cuartas elecciones, que seguramente no hubieran sido más favorables que las de marzo, el líder de Kajol Lavan aceptó discutir un compromiso para establecer una suerte de gobierno de unidad a la israelí; es decir, rotatorio. Esta fórmula ya se utilizó en los ochenta (1984-1988), entre el Likud de Isaac Shamir, y el Partido Laborista de Shimon Peres. Durante año y medio, Netanyahu ostentará la jefatura del gobierno primero y Gantz será viceprimer ministro y se ocupará de los asuntos exteriores Al final de este periodo, se intercambiarían los papeles.

Por tanto, Netanyahu asegura el gobierno de inmediato, gana tiempo y puede reforzar su posición frente a la justicia. Que luego, 18 meses más adelante, honre el acuerdo y le entregue el gobierno a Gantz es algo que muchos observadores políticos ponen en duda. Contrariamente a lo ocurrido en los ochenta, Gantz no dispone de la fuerza parlamentaria y política de que entonces gozaban los laboristas (5).

A los compañeros de travesía de Gantz no les ha convencido el gambito de su líder ocasional. El general Moshé Yalon, exjefe del Mossad, entre otros cargos, y dirigente más conservador de los blanquiazules, se sintió frustrado. Había roto años antes con Netanyahu y no se fía un pelo de él. Aún más irritado se mostró el centrista y periodista Yaïd Lapid. La ruptura era inevitable. De los 33 diputados de Azul y Blanco, 18 estarán a la oposición.

Gantz tiró entonces de los laboristas, pero tras su decepcionante deriva de los últimos años poco o muy poco le aportarán. El partido que fundó Israel y que ha tenido la responsabilidad de dirigir al joven país en varias guerras, el que inspiró su modelo de sociedad democrática, solidaria y parcialmente colectivista, es hoy una formación marginal, corroída por las divisiones internas, desnaturalizada y carente de influencia social. Sólo tiene 3 diputados en la Knesset. Dos, entre ellos su líder, Amir Peretz, se suman a esta forma local gran coalición pero el tercero se ha opuesto ruidosamente. Una convención del partido ratificó la decisión por el 62% de los votos, el pasado fin de semana. Habrá más desgarros en un socialismo israelí cada vez más irrelevante.

Netanyahu gana. Gantz obtiene cierto reconocimiento nacional e internacional por renunciar supuestamente a sus ambiciones personales en beneficio de los intereses generales de país y parece confiado en embridar primero al líder del Likud y luego promover un cambio de rumbo cuando controle el timón (6)

¿ANEXIÓN DE CISJORDANIA?

Aparte del tensionado equilibrio entre el poder político y el judicial, la actuación del nuevo ejecutivo sobre el proceso de paz será un asunto capital, que amenazará continuamente con hacer saltar tan delicada fórmula de gobierno (7).

Para ganar votos de la derecha más recalcitrante, Netanyahu prometió la anexión de más sectores del territorio de Cisjordania y abrazó con entusiasmo el Plan Kushner, que sepulta definitivamente la solución de los dos Estados (Israel y Palestina). Esa última propuesta norteamericana ni es de paz ni plantea una negociación en serio. De ahí que no haya recibido el respaldo de otros actores importantes de la Comunidad Internacional. Europa está en desacuerdo y la mayoría de los estados árabes también, aunque han mantenido una posición evasiva, a la vista de las peculiares relaciones que mantienen con la administración Trump.

Gantz es ambiguo. No es  precisamente un paloma (un blando) en asuntos de seguridad y no ve con malos ojos la anexión limitada de territorio. Pero quiero hacerlo en consenso con las potencias internacionales, y no sólo con Estados Unidos. Lo más probable es que el asunto se aplace, aunque conforme vaya corriendo el tiempo Netanyahu se verá más y más presionado a cumplir con su promesa. A no ser que ya haya diseñado su abandono de la carrera política, algo que apuntan ciertos comentaristas. No es seguro que su sucesor se muestre más conciliador con los palestinos.


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NOTAS

(1) “Strike three: how a ruling coalition still eludes Israel’s Netanyahu”. AARON DAVID MILLER. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNACIONAL PEACE, 5 de marzo.
(2) “Israeli Polls show Corona helps recrown ‘King Bibi’ for now”, DAVID POLLOCK. FIKRA FORUM, THE WASHINGTON INSTITUTE, 28 de abril.
(3) “Benny Gantz, l’homme qui no voulaît pas être premier ministre d’Isräel”. HA’ARETZ, 27 de marzo.
(4) “Israel’s Joint List has a new strategy”. ASAD GHANEM. FOREIGN AFFAIRS, 23 de enero.
(5) “In Israel, Benny Gantz decides to join with rival Netanyahu”. NATHAN SACHS y KEVIN HUGGARD. BROOKINGS INSTITUTION, 27 de marzo.
(6) “Benny Gantz did the right thing by putting his country first”. DENNIS ROS y DAVID MAKOVSKY. FOREIGN POLICY, 7 de abril.
(7) “Netanyahu power is extended as rival accepts Israel unity government”. THE NEW YORK TIMES, 20 de abril.

Israel: las múltiples vidas de Netanyahu