martes. 30.04.2024
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@jgonzalezok |

Cuando el próximo 10 de diciembre un nuevo presidente entre en la Casa Rosada de Buenos Aires, se cumplirán exactamente 40 años de democracia en Argentina, después de que el país dejó atrás la más sangrienta de las dictaduras de su historia, la que transcurrió entre 1976 y 1983. En esos 40 años se sucedieron en el poder dos partidos o dos coaliciones en torno a dos espacios políticos: el peronismo y los radicales (Unión Cívica Radical, UCR). Con el tiempo se sumó un nuevo actor político, el PRO, creación del ex presidente Mauricio Macri, pero que llegó al poder gracias a su alianza con la UCR.

En estos cuarenta años se sucedieron momentos de estabilidad -los menos- con crisis monumentales, como las hiperinflaciones que golpearon el final del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) y el principio del gobierno del peronista Carlos Menem (1989-1999). Y, sobre todo, la gran crisis del 2001-2002 que acabó con la renuncia de Fernando De la Rúa, dos años antes de terminar su mandato. En esos cuarenta años, la mayor parte de los gobiernos fueron peronistas de distintas tendencias, oscilando del neoliberalismo a su contrario, de Menem a los Kirchner. 

Con la crisis del 2001 surgió un movimiento de rechazo generalizado a la clase política, que se condensó en un lema popular de las manifestaciones de aquellos días turbulentos: “Que se vayan todos”, gritaban miles de ciudadanos enfurecidos, golpeados por la inflación, la miseria y la confiscación por el gobierno de sus cuentas bancarias. Pero la crisis se superó en un tiempo relativamente breve, aunque con un costo social altísimo, sin que el sistema político y las instituciones fueran puestas en un peligro real.

Hoy, 40 años después, el país vive de nuevo al borde del estallido y una nueva fuerza política se pone a prueba en estas elecciones, como expresión de rechazo a todo lo anterior. Se trata de La Libertad Avanza (LLA), que lleva al ultraderechista Javier Milei como candidato a presidente. Y que, esta vez sí, parece amenazar el sistema si logra vencer en las elecciones de este domingo (22).

La gobernabilidad será muy difícil con Milei al frente del país. El politólogo argentino Andrés Malamud, profesor de la Universidad de Lisboa, sostiene que en este caso Argentina deberá mirarse en el espejo del Perú. Milei, por muy buena elección que haga, no tendrá la mayoría necesaria para llevar a cabo los planes que viene anunciando. En ese caso, como en el Perú de los últimos años, sostiene Malamud, hay dos posibles escenarios: o que dé un autogolpe y cierre el parlamento, como hizo en 1992 Alberto Fujimori; o que sea el parlamento el que lo destituye, como hicieron hace un año los diputados peruanos con el presidente Pedro Castillo.

Este domingo se vota entre cinco candidatos presidenciales, de los que solo tres tienen alguna posibilidad

Este es uno de los escenarios, pero el resultado es incierto. Este domingo se vota entre cinco candidatos presidenciales, de los que solo tres tienen alguna posibilidad: el citado Milei, el peronista Sergio Massa y Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio (centroderecha). Para ser elegido en primera vuelta, el candidato más votado tiene que sacar el 45 % de los votos, o el 40% si tiene una diferencia de al menos el 10% respecto al segundo más votado. Todos ven como más probable que haya que acudir a una segunda vuelta, el 19 de noviembre.

El peronismo gobernante parte de la insólita situación de llevar un candidato que sigue siendo ministro de Economía, responsable de unos niveles de inflación y pobreza intolerables y que en estos últimos meses no hace más que echarle gasolina al fuego -gasto público, emisión monetaria, subsidios-, en un desesperado intento de asegurarse el voto de los ciudadanos más humildes. Que al final van a ser las primeras víctimas de estas medidas clientelísticas y populistas, vía mayor inflación y devaluación.

Una victoria del candidato oficialista frenaría la descomposición del peronismo, cuyos niveles de votación están en mínimos históricos

Una victoria del candidato oficialista frenaría la descomposición del peronismo, cuyos niveles de votación están en mínimos históricos. Sergio Massa presidente inauguraría un nuevo ciclo, en el que la influencia de Cristina Kirchner -por edad y por desgaste- sería declinante. Es conocida la ambición de Massa, superior a la media de la clase política, por lo que puede vislumbrarse que actuaría con una independencia que no tuvo estos últimos cuatro años Alberto Fernández, que acaba su presidencia siendo una figura meramente decorativa. Por el contrario, una derrota de Massa llevaría al peronismo a una crisis de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse.

Massa, que es desde hace meses el único funcionario del gobierno con alguna actividad conocida, ha encarado la campaña sin que el presidente formal, Alberto Fernández, participe en ningún acto proselitista y sin pedir el voto para el candidato de su espacio. Lo mismo ha hecho la vicepresidenta, Cristina Kirchner, verdadera alma mater del gobierno, pero que se ha despegado del mismo y descarga todos los errores y culpas en los demás, especialmente en Alberto Fernández.

A la tercera candidata, Patricia Bullrich, le ocurre lo mismo que al peronista: una victoria lograría mantener unido a su espacio político, que es una coalición entre el PRO del ex presidente Mauricio Macri, y el más que centenario partido Unión Cívica Radical, fundado en 1891. Esta coalición, que venció en las elecciones del 2015, no está exenta de tensiones. Y en la actual coyuntura se juega su permanencia. El PRO es fuerza hegemónica en la capital federal, pero el poder territorial lo aporta la UCR, que gobernará en cinco provincias -de un total de 23- a partir del 10 de diciembre. Y hay dirigentes radicales que sienten que han tenido un menor papel del que les correspondería. Una derrota agudizaría estas tensiones y está latente la amenaza de ruptura de la coalición.

En caso de victoria de Milei o Bullrich, se descarta una oposición que desbordará los límites del parlamento. Ya fue así cuando Macri venció en el 2015, a pesar de que no llevó a cabo la política de choque que le pedían algunos dentro de su espacio. En el peronismo ya anuncian que habrá sangre en las calles, literalmente.

Sea quien sea el elegido, pasarán 55 días para que asuma. Un espacio de tiempo interminable para todos, especialmente para Milei y Bullrich. Tiempo en el que no se puede prever cómo se van a comportar las variables de la economía ni los agentes sociales. Pero es seguro que se generará inestabilidad y más incertidumbre.

Milei, Massa y Bullrich, los nombres de las elecciones argentinas