viernes. 26.04.2024

Benjamín Netanyahu lo ha conseguido. Ha necesitado cinco elecciones en dos años y medio para anclarse en el poder, tras varios espejismos sobre su ocaso e, incluso, su liquidación política, no por las urnas sino por vía judicial. Pero el político israelí más decisivo desde Ben Gurion ha demostrado su férrea voluntad de resistencia a toda costa. Incluso al precio de degradar sin disimulo el sistema democrático.

Israel se encuentra ante un abismo político, que excede de su indefendible actitud hacia los palestinos: son los propios ciudadanos israelíes los que deberían temer la deriva extremista en que se ha abandonado su clase política ante la debilidad institucional (1).

El bloque de las derechas (más radicalizado y extremista que nunca) reúne 70 de los 120 asientos de la Knesset y se asegura una mayoría absoluta aparentemente cómoda

Con sus 32 escaños, el líder del Likud, el gran partido de la derecha nacionalista conservadora, cumple con su designio de reagrupar bajo su control a todas las formaciones a su derecha, una ultraderecha plural y cada vez más numerosa en votos y en adhesiones sociales, a saber:

- Las dos alas étnicas de la ortodoxia religiosa: la sefardí (agrupada en el partido Shas, que bate todos sus récords y obtiene 11 diputados) y la ashkenazi (la formación Yahudat Hatorah o Unión de la Torá, anclada desde hace años en sus 7 diputados).

- El pujante ultraderechismo religioso sionista (es decir, partidarios de la idea política de Israel, contrariamente a los ortodoxos), que agrupa a colonos fascistoides y segmentos de tradición terrorista (herederos del partido del rabino Kahane) bajo el liderazgo de Ytamar Ben Gvir y Belazel Smotrich, partidarios de la anexión del territorio palestino y de una represión brutal y sin contemplaciones (2). Reclaman incluso la expulsión de los árabes israelíes que se opongan a la línea dura (3). Han obtenido 14 escaños, ocho más que hace año y medio, cuando emergieron de la marginalidad y entraron con fuerza en el Parlamento. Su crecimiento ha sido a costa de las pequeñas formaciones de derecha que brotaron en parte por cansancio o irritación por las manipulaciones de Netanyahu.

- La ultraderecha nacional-conservadora tradicionalmente procedente de los núcleos de inmigrantes procedentes de la antigua Unión Soviética y los países del Este durante el periodo final de los regímenes comunistas; el partido que mejor les representa es Ysrael Beitenu (Nuestra casa Israel), del muy radical Avigdor Liebermann, que , a pesar de un relativo debilitamiento, ha conseguido asegurar 6 escaños. En sus años como ministro de Defensa de Netanyahu, el Tsahal protagonizó algunos de los episodios más oscuro en la persecución de la resistencia palestina.

En total, el bloque de las derechas (más radicalizado y extremista que nunca) reúne 70 de los 120 asientos de la Knesset y se asegura una mayoría absoluta aparentemente cómoda. El riesgo puede producirse por la intransigencia de los religiosos sionistas en la política represiva hacia los palestinos o de los ortodoxos en materia socio-cultural. De Liebermann pueden esperarse peticiones más prosaicas. Sin duda, Netanyahu tendrá que ejercer sus consumadas habilidades de maniobrero, siempre con la mira puesta en blindar a su persona de las pesquisas judiciales por corrupción y abuso de poder. 

El regreso de Netanyahu a lomos de estos extremistas pujantes se produce en un momento relevante de la desesperación palestina

Desde Estados Unidos, el gran protector de Israel, se contempla con incomodidad esta deriva extremista, en particular en el campo demócrata. Es conocida la falta de sintonía de Biden con Netanyahu, desde que éste rozara la humillación cuando el actual Presidente era el segundo de Obama. El consabido lobby judío norteamericano se encuentra muy dividido desde hace años. Los sectores más jóvenes o abiertos no aceptan a pies juntillas todo lo que se hace en Jerusalén, y mucho menos el flirteo con el autoritarismo envuelto en retórica religiosa y providencialista. 

Incluso un diplomático como Denis Ross, que ha defendido sin disimulo los intereses de Israel en las desequilibradas negociaciones del proceso de paz con los palestinos, se confiesa alarmado por el peso que personajes como Ben Gvir y Smotrich van a tener en el próximo gabinete y, a buen seguro, en el futuro político israelí a medio plazo, en particular en lo que se refiere a las relaciones con Washington (4). 

El regreso de Netanyahu a lomos de estos extremistas pujantes se produce en un momento relevante de la desesperación palestina. Han aparecido organizaciones de base, lideradas por activistas jóvenes, en ciudades con Nablus y Jenin que trascienden las divisiones ideológicas y partidarias clásicas (5). Son grupos por lo general radicalizados, debido a la persistencia de duras condiciones de vida. Esta nueva forma de lucha supone un desafío tanto para las fuerzas de seguridad israelí como a las anquilosadas estructuras burocráticas de la Autoridad Nacional Palestina o a liderazgo islamista.


NOTAS

(1) “Eléctions en Israël: l’ enjeu n’est pa Nétanyahu, mais l’avenir de la démocratie”. PASCAL FENAUX. COURRIER INTERNATIONAL, 1 de noviembre.
(2) “Ben Gvir, le mauvais génie de la droite israélienne. LOUIS IMBERT. LE MONDE, 3 de noviembre.
(3) “What do Israel’s new far-right kingmakers want?” ISHAAN THAROOR. THE WASHINGTON POST, 3 de noviembre.
(4) “A narrow government with Ben Gvir and Smotrich threatens US-Israel ties”. DENNIS ROSS y DAVID MAKOVSKY. TIMES OF ISRAEL, 2 de noviembre (reproducido por THW WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE EAST).
(5) “À Naplous et à Jénine, les nouveaux visages de la résistance palestinienne”. STEPHANIE KHOURIE. L’ORIENT-LE JOUR, 27 de octubre.

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