viernes. 26.04.2024
La vieja Olma de Rascafría

De vez en cuando la vida nos empuja con fuerza y nos distorsiona los ritmos, los plazos y la percepción de la realidad se difumina perdiendo el foco y confundiendo la perspectiva. Son momentos que tienen, como casi todo, su parte positiva y su parte negativa; momentos de los que podemos disfrutar o con los que podemos sufrir, pero siempre a toda prisa.

Cuando mi vida atraviesa uno de esos períodos -casi permanentes, como en la vida de casi todos hoy en día- busco la compañía de esos viejos, sabios y hermosos amigos que habitan las cercanías de mi casa. Como buenos consejeros, escuchan mucho más de lo que hablan y comprenden la importancia de estar atentos a lo que el silencio cuenta y enseña.

Me conocen desde hace muchos años y a algunos los he visto hacerse sabios al ritmo que enseñan las escarchas y los vientos de la zona. A algunos los he visto morir por la estupidez y el descuido del ser humano y aún en la muerte permanecer bellos y entregados a la tarea de seguir dando vida y sustento a las nuevas vidas del terreno.

Me han enseñado a soportar el invierno como los fresnos soportan la larga ausencia de sus hojas y esperan, calmados, la llegada de las señales cabalgando la nueva luz de cada primavera. Los enebros me han mostrado su fuerza y las encinas la poderosa generosidad de su abundancia en el otoño, justo cuando parece que la vida escapa de nuestro mundo.

viejaolmasantaceciliabbb

La olma de Santa Cecilia retratada por Joaquín María de Castellarnau en 1920. Cerca de San Ildefonso

Cada día doy gracias por saber que están cercanos y atentos a lo que pasa en mi vida para arreglar aquello que la semana rompe. Son mis vecinos, mis queridos vecinos viejos, sabios y hermosos.

Viejos, sabios y hermosos