viernes. 26.04.2024
sergio

“Hacer una película es horrible, pero haberla hecho es delicioso”. En esas palabras se puede condensar la filosofía cinematográfica de uno de los grandes del séptimo arte. Este año, en el que hubiera cumplido noventa inviernos, Roma, 3 de enero de 1929, se cumplen treinta de su fallecimiento, Roma, 30 de abril de 1989. Una fecha para rememorar momentos estelares del cine en la figura de Sergio Leone.

Un cineasta crepuscular que consiguió lo que siempre ha dicho Roman Polanski, que el deseo de todo director europeo es hacer un wéstern. Leone no solamente los hizo, sino que les dio su propio matiz y una impronta que elevó al altar del cine de autor su peculiar visión del género. Leone filmó y firmó una nueva especie del relato cinematográfico: el spaghetti wéstern, de tal suerte que se ha convertido, por derecho propio, en un género en sí mismo.

1
A la izquierda Eastwood y Leone y a la derecha Eastwood y Cleef junto a un guardia civil español durante el rodaje de El bueno, el feo y el malo

Sus sueños eran “de cine” y toda su vida la dedicó a la gran pantalla, durante la preproducción y realización de sus películas y durante los largos períodos sin dirigir. Siete películas dirigidas en veinticuatro años de trabajo. La primera en 1960, Il colosso di Rodi, tres seguidas en los años 1964, Per un pugno di dollari, 1965, Per qualche dollaro in più, y 1966, Il buono, il brutto, il cattivo, y tres más en las siguientes tres décadas, C´era una volta il West en 1968, Giù la testa! en 1971 y C´era una volta in America en1983, son el filón de este minero del cine. Un hombre que excavaba hasta encontrar la veta de lo que quería y que se dejó en el camino muchos yacimientos por explotar.

El cine de Leone era, a mi modo de ver, cine en estado puro. Un maestro al que no todo el mundo tomaba en serio, sobre todo al principio, pero que era, por derecho propio, un artista completo. Le moleste a quien le moleste, sus películas fueron, en mayor o menor medida y a pesar de no haber recibido nunca un premio “grande”, auténticas obras maestras, incluidas las tres que componen “la trilogía del dólar”, que son las que le dieron la fama inicial como un artesano del wéstern. Derivadas por la industria a la categoría de “spaghetti wéstern”, con un tono despectivo desde el más absoluto de los desconocimientos, los wéstern europeos de Leone le concedieron una nueva dimensión y un renovado impulso a los clásicos filmes de vaqueros.

Leone empezó su labor como director, a partir de los conocimientos adquiridos como ayudante en los famosos estudios italianos de Cinecittá, con otra pieza de subgénero, una película de romanos, un péplum clásico titulado El coloso de Rodas, antes había finalizado otro rodaje sustituyendo a su director pero no apareció en los créditos.

Un autor que produjo, fruto del azar y la necesidad, como afirma Carlos Aguilar en la biografía del director italiano publicada por Cátedra en 2009, una rompedora película sin esperarlo: Por un puñado de dólares (1964). Tal es así que su distribución inicial fue hecha con el reparto y el elenco técnico bajo pseudónimos anglosajones para intentar “captar” audiencia y “abrir” mercado. Ese film era el primero de los seis que conforman sus dos trilogías.

Sergio Leone se puso tras las cámaras en tan solo siete películas a lo largo de sus veinticuatro años como director, desde la inicial El coloso de Rodas (1960) hasta la final Érase una vez en América (1984). En seis de ellas, todas menos la primera, el realizador italiano buscó narrar su mirada del nacimiento de una nación, los EEUU, que le rechazó inicialmente y que se rindió a sus pies tras la última de sus producciones. Y en las últimas tres, junta su producción alrededor de un “érase una vez” (el Oeste, la revolución mexicana y la historia de los Estados Unidos).

En su historia de vida, tres años: 1964, 1965 y 1966; tres países: Italia, España y Alemania; tres películas: Per un pugno di dollariPer qualche dollaro in più y Il buono, il brutto, il cattivo, y tres mismos protagonistas: él en la dirección, Clint Eastwood en la interpretación y Ennio Morricone en la música, para dar formar a una de las trilogías más famosas de la historia del cine mundial.

Si el wéstern es, como afirma André Bazin en su obra ¿Qué es el cine?, “el encuentro de una mitología con un medio de expresión”, Leone lo cumplió de sobra al llevar el cine más allá del Oeste. Leone afirmaba que “El wéstern en realidad fue inventado por Homero. Aquiles, Ajax, Héctor son representaciones de los héroes del wéstern: el sentido de la justicia, el valor, la fuerza, la independencia, etc. (…) Por eso siempre digo que la dimensión última del wéstern no les pertenece a los americanos sino a todo el mundo. El wéstern es una fábula universal, filtrada por la cultura de cada uno, por los propios códigos, por los sistemas personales de referencia”.

En los tres títulos de este grupo de películas el personaje de Eastwood es el de un “hombre sin nombre”​. Una personalidad que en 2008 la revista británica de cine Empire señaló como el trigésimo tercer protagonista más relevante de la historia del séptimo arte y que años después sigue ocupando ese lugar destacado entre The 100 Greatest Movie Characters.

Su cine va inseparablemente unido a la música de otro italiano universal, Ennio Morricone. Si el primero es puro cine, el segundo es música total, un mago de las bandas sonoras que construye un guion musical de viento, cuerda y percusión en cada una de sus obras. También con sus películas nos presentó al que con el tiempo sería uno de los grandes del cine norteamericano, Clint Eastwood. El cineasta que se curtió con Leone para luego alcanzar el cielo narrativo con otra del Oeste, Unforgiven (Sin perdón), un homenaje a ese género que le lanzó a la fama.

En las películas de Leone los silencios pueden más que los diálogos, los primeros planos de los rostros de los protagonistas dicen sin hablar, sus miradas, sus gestos y sus expresiones son la conversación más compleja y profunda de un guion construido a conciencia. A eso se suman los planos generales de contextualización que informan de los lugares y las acciones en las que suceden los largometrajes, del cementerio de la Colina Triste (Sad Hill) al puente sobre el río que separa a los soldados del Sur y del Norte en El bueno, el feo y el malo; de la plaza circular del duelo final en La muerte tenía un precio o los paisajes atravesados a caballo atajando los caminos en Por un puñado de dólares.

2
Carátulas de las películas de Leone que componen “la trilogía del dólar”

La colina triste de un cementerio en el que suceden los últimos tensos e inolvidables diez minutos de El bueno, el feo y el malo junta a los tres protagonistas en la búsqueda final de su “felicidad” en forma de tesoro escondido en una tumba del camposanto. Una situación que se consagra con la música de Morricone, quien concentró en su pieza “El triello” (el trío) los pensamientos que reflejaban los ojos de ese trío de seres que se baten en un majestuoso duelo triangular por otro puñado de oro, del oro de los demás.

Esa famosa locación ha sido recuperada por una asociación cultural entusiasta de la película y del director. Este grupo es el protagonista del documental Desenterrando Sad Hill. El cementerio fue recreado por el director italiano en la provincia de Burgos (España) cerca de santo Domingo de Silos. Allá están la tumba de Arch Stanton al lado de la del desconocido (unknown) que es la que realmente guarda el tesoro.



Tal como recoge la contraportada de la biografía escrita por Aguilar “La obra de Sergio Leone entraña una simbiosis de referentes artísticos y formales tan singular e imaginativa que abrió un capítulo en el séptimo arte al reunir bajo una perspectiva propia cualidades estadounidenses, japonesas e italianas. Surgió así una privativa valoración del concepto ´mestizaje cultural` en el cine europeo, tan solemne como irónica, a la para realista y abstracta, homogénea dentro de su heterogeneidad, extraordinaria desde cualquier punto de vista”.

Sergio Leone, un hombre y sus sueños