viernes. 26.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES - 12.6.2009

...Americana de nacimiento, Beach se había establecido en la capital francesa, y dedicaba su vida a la literatura. Autora de un solo libro, intentaba sacar adelante su negocio: un librería llamada Shakespeare&Co. Situada en el 12 rue de l’Odeon, entre sus estanterías encontraban su hogar no sólo apasionantes lecturas, sino también apasionantes escritores. Las tertulias eran normales allí, así como buscar ayuda (económica y editorial) para autores que no veían nacer a sus criaturas. Meses después de finalizar una de esas búsquedas, Sylvia esperaba en la estación dispuesta a recoger el fruto de sus esfuerzos.

El tren llegó, y con él el paquete que la mujer esperaba. Resuelta, se encaminó hacia la ciudad, dispuesta a terminar, o empezar, su trabajo. Antes de llegar a la librería, hizo un alto en el camino. Emocionada, con el paquete marrón entre sus brazos, llamó a una puerta. Un hombre malhumorado, posiblemente aún borracho de la noche anterior, apareció en el vano. Sin decir nada Sylvia le alargó algo, un libro, un ejemplar de la primera edición de su obra. Él, sin decir nada, cerró la puerta de un portazo.

Sin inmutarse, ya se conocían bien, Sylvia Beach caminó hacia la rue de l’Odeon. Abrió la puerta de su hogar. Con cuidado recolocó el escaparate, buscando el mejor sitio, la ubicación perfecta. Entonces sacó otro libro del paquete, y lo colocó de cara a los viandantes, para que todo el mundo pudiera verlo.

Hace 87 años, el 2 de febrero de 1922, llegaban a París los primeros ejemplares de la primera edición del “Ulises”. Un libro, un monstruo, una locura, una genialidad, un sueño, una pesadilla. Un deseo de inmortalidad, de ser recordado. Una obra maestra, un esfuerzo titánico. Una carta de amor a una ciudad alejada. Y en sus páginas, una sola fecha. 16 de junio de 1904. un día que en Dublín ha sido rebautizado como Bloomsday, y que cada año se celebra con diversión y seriedad a partes iguales, como sólo los irlandeses son capaces de hacer. Carreras de bicis, paseos guiados, representaciones callejeras, desayunos pantagruélicos regados con la cerveza negra que corre por las venas de la ciudad. Charlas, debates, lecturas y relecturas. Todo vale para celebrar el día que un irlandés hizo famoso. Hace 5 años se celebró el centenario del Bloomsday, y durante semanas Dublín se convirtió en otra, retrocediendo 100 años en su alma, celebrando cada día, cada tarde, cada mañana y cada noche, la locura de un genio.

Y aunque entonces tiraron la casa por la ventana y este año los medios son más modestos, no significa que sean menos apetecibles. Ni menos acordes con el espíritu de lo que se celebra. Porque al fin y al cabo el “Ulises” es la odisea de dos hombres, el paseo anodino y lleno de belleza de dos individuos, a veces grises y a veces llenos de vida y color, por un Dublín sucio, gris, triste, sórdido y absolutamente arrebatador. Hablar de Shakespeare, beber borgoña, pasear por la orilla del río o leer sus líneas bajo la sombra de un árbol, aprovechando que aún se celebra en Madrid la Feria del Libro. Todo vale para rendir merecido homenaje a la vida y la obra del irlandés más odiado y amado por igual. Pero el mejor de ellos, sin duda, abrir las páginas de su obra. Comenzar la lectura de una odisea que nos llevará al punto de partida, pero que nos habrá cambiado para siempre.

“Cuando uno lee estas extrañas páginas de alguien que ha desaparecido hace tiempo uno siente que uno está con uno junto a uno que una vez ��” (Ulises. Capítulo 3. Proteo)

ReJoyce