viernes. 26.04.2024

Corren días de penas, tristezas y despedidas. Entre ellas la que sucedió tal día como hoy, 16 de agosto, de hace trece años cuando nos dejó Hilario Camacho, autor de aquella famosa “Tristeza de amor”.

En 1986 dejaba de emitirse en TVE una serie dramática de producción propia que se llamaba “Tristeza de amor”. Esa serie de periodistas de radio, de confesiones nocturnas y sentimientos ocultados, tenía como tema musical principal una pieza homónima del cantautor madrileño Hilario Camacho. La canción no era realmente un tema de amor, era más bien una denuncia de la condición humana, esa que retrataba la serie de ficción buceando en las vidas de los personajes de una emisora.

El último de los episodios, el número trece que supuso su cierre, se tituló “Australia patria querida” y fue emitido el 24 de junio de 1986. Veinte años después, el artista que dio fama musical a la serie y que nos hizo tararear aquello de “tristeza de amor, un mundo cruel…” fue encontrado muerto en su domicilio de Madrid el 16 de agosto de 2006. Tal vez se cansó de aguantar esa tristeza y esa crueldad y decidió no seguir haciéndolo.

Inicialmente, la canción formaba parte del disco de larga duración (LP) “Gran Ciudad” publicado en 1986 por el sello Twins. Unos años después (1994) fue reeditado por Fonomusic con el nombre genérico de “Tristeza de amor”, reconociendo así el valor de su canción más destacada. En el inicial no estaban tres canciones incluidas en éste: “Solo y perdido”, “Tela de araña” y “Juguemos a otra cosa”, y una que sí estuvo, “Las estrellas del rock”, desapareció en la nueva edición.

En sus inicios, Hilario fue un “liberador de la poesía”. Formó parte del grupo Canción del pueblo (1966), un colectivo compuesto en su mayoría por estudiantes de la Universidad de Madrid que musicaban a grandes poetas y cantaban sus propias composiciones. Hilario Camacho publicó ahí un single titulado “Ensayo n° 2” en cuya cara A le ponía música a “El fusilamiento” y en la B a “El son del desahucio”, ambos poemas del cubano Nicolás Guillén, con arreglos de Manuel Toharia y con un texto en su interior del poeta Jesús López Pacheco.

Según Elisa Serna, quien formó parte de ese grupo, lo que querían era “narrar en un lenguaje fácil y directo, (al que se ha unido una melodía pura huyendo de toda comercialidad), situaciones reales o reacciones psicológicas del hombre de la calle, del pueblo, ante los acontecimientos sociales y políticos del momento actual”. Poesía y música, letra y melodía para denunciar o constatar la realidad. Cantautoras y cantautores en toda la expresión de la palabra.

Camacho fue uno de los grandes de la música al que se le hizo el merecido homenaje unos meses después de su marcha. El 23 de octubre de ese año se llevó a cabo un concierto gratuito en su memoria en el teatro Lope de Vega de la capital en el que colaboraron otros grandes artistas como Javier Álvarez, Luis Eduardo Aute, Luis Pastor, Miguel Ríos, Caco Senante, Manolo Tena o Kiko Veneno. Con el lema “¡Va por ti, Hilario!” el evento congregó a una multitud que quiso darle un último tributo al compositor de Chamberí. Moncho Alpuente y Santiago Alcanda, entre otros, ejercieron como maestros de ceremonias en una despedida en la que, como afirmaron Gomaespuma, se dio “todo un máster en música española”. Este dúo humorístico también soltó una puya al respetable público denunciando que en este país la gente “no reconoce las caras de la gente que canta”.

Para Luis García Gil, como escribía en Efe Eme, era un tipo de “talante y con talento”. Un autor y un artista menos reconocido que muchos de sus coetáneos pero de una gran calidad artística y musical que tocó muchos palos sin perder nunca su carácter y su cualidad como compositor e intérprete.

Un lobo estepario en una selva discográfica que muchas veces devora gran parte de lo que en ella crece, acabando con riquezas naturales como la producción musical de Hilario Camacho. Un tipo que, como él mismo decía, era “un señor bajito que cuando cantaba medía más de mil metros”. Él subió y bajó y terminó cayendo, pero su valor y su presencia en el panorama musical hispano no deberían olvidarse. Le cantó al amor, a la tristeza, a la mujer, a Madrid, al Metro, a la soledad… y reivindicó y denunció los problemas sociales de una época complicada para ser y decir lo que se quería.

Sus canciones son más intimistas que reivindicativas, aunque lo hacen a su manera, son más delicadas que arrasadoras y más militantes desde los sentimientos que desde la política; pero sus letras lo son con mayúsculas, recogiendo lo que le pasaba por la cabeza y que filtraba su corazón (o tal vez al revés).

En su página web, cuando existía, el autor se presentaba así: “Nací el 8 de junio de 1948 en el barrio madrileño de Chamberí. A los trece años tuve mis primeras gafas, a los catorce conseguí mi primera guitarra y a eso de los quince compuse mi primera canción, se llamaba ‘Pilar’ como una chica que me gustaba”.

Fue un “luchador desde un punto de vista ético, filosófico,… que también cuenta en esta vida”, tal como afirmó cuando la Junta de Extremadurale invitó, en diciembre de 2003, a participar en los actos de celebración de los veinticinco años de la Constitución.

Que no se pierda en la memoria, como una pompa de jabón al viento, la música y la historia de un personaje como Hilario Camacho. Vean y escuchen su concierto en la sala “La Nave” en 1997 (videos incluidos en el recopilatorio “Tiempo al tiempo. Canciones de la calle Hilario Camacho”), o esta interpretación de su “Tristeza de amor”

“¡Va por ti, Hilario!”

 

En recuerdo de un gran cantautor