sábado. 04.05.2024

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Para hablar de las masas artificiales, Freud toma a la iglesia y al ejército por ser masas de alto grado de organización y duraderas en el tiempo. En dichas masas se emplea cierta compulsión externa para prevenir su disolución e impedir alteraciones de lo que ha sido estructurado. Y esta estructura de naturaleza corporativa podemos verla en las amenazas con las que el que habita en una lujosa villa en Waterloo -con cargo al presupuesto de la Generalitat-, le ha hecho a las empresas que salieron, y que no vuelvan a Cataluña, como consecuencia del Procés.

Estas reflexiones sobre la mediocridad son del filósofo argentino José Ingenieros:

Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van. 

Cuando forman rebaño son peligrosos; la fuerza del número es su fuerza; forman un conjunto gregario para oprimir a cuantos desdeñan, encadenan su mente con los eslabones de la rutina. 

La mediocridad es moralmente peligrosa y nociva en ciertos momentos, cuando en grupo, sin criterio propio obedecen a lo que decida el líder. Aunque aislados no merecen atención, en grupo constituyen un colectivo peligroso, pues representan dogmáticamente los intereses inamovibles del líder.

Sigmund Freud entendía el "yo" como un ente intermedio entre la biología de la persona y el mundo que lo rodea: la parte consciente de la mente que debe satisfacer los impulsos inconscientes del "ello"

Una de las añagazas que utilizan los cabecillas de las masas disidentes consiste de considerarse como medios necesarios para la consecución de los objetivos que le han marcado los que están por encima de ellos. Otro, los de ensalzarlos, en el caso de que no existen fundamentos con los que justificar su representatividad. Y por no ser demasiado reiterativo, otro, acusar a sus adversarios como depositarios de todo lo abominable. Con lo cual se consigue tapar actos tan deleznables como la imposición de sanciones a los disidentes, la exclusión o la inclusión unilateral de un territorio, el terrorismo, así como la posibilidad de recurrir a fuerzas extrañas con las que materializar sus ambiciones de poder. Y como ejemplo de lo que también sucede en el Exterior

¿Recordáis aquello del "eje del mal" que utilizó George W. Bush para incluir en él a Irak, Irán, Corea del Norte, Libia, Siria, Myanmar y Zimbabue? ¿Y la designación con la que Ronald Reagan calificó a la Unión Soviética como el imperio del mal? Pues si lo rememoráis, ya sabéis lo que socialmente representa intentar excluir de la realidad, a todos aquéllos a los que, utilizando esta añagaza, han diseñado lo que para ellos "haya de ser su realidad".

A este respecto voy a sacar a colación unos comentarios publicados en Nuevatribuna.es por Rafael Granero Chulbi el pasado 15 de enero en su artículo "Ser español

Ser -llegar a ser, convertirse en- catalán era, para el PSUC, el camino, el ascensor social, la forma de romper esa frontera invisible y convertirlos en ciudadanos de primera, aunque fueran, aunque siguieran -y aunque sigan- siendo los otros catalanes. uitas la sábana.” (Joan Manel Serrat) 

No olvidemos que la frase de marras, “catalán es quien vive y trabaja en Cataluña”, fue usada por el PSUC en un contexto, perfectamente mostrado por Francisco Candel en su Els altres catalans, donde se necesitaba un eslogan que integrara a los recién llegados y los defendiera de una política y una sociedad que, en tanto que inmigrantes, los convertía en ciudadanos de segunda clase.

O aquello que consistía en la creación de

Una máquina antropológica por exclusión, la de Pujol, al restar de todo aquel que viva y trabaje en Cataluña, los que no muestren voluntad de serlo ¿Cómo negar el derecho de no serlo a quien no quiera ser catalán? ¿Cómo negar, entonces, que para ser catalán hay que quererlo, y no solo ser ciudadano catalán? Y así vuelven a aparecer los ciudadanos de segunda clase, los que no se integran

Incluso el voluntarioso y bienintencionado anhelo de intentar crear una identidad no identitaria, valga la contradicción, ligando el ser al habitar, muestra una violencia contra los que no quieran ser etiquetados con esa identidad, ya sea porque tan solo les interesa ser ciudadanos, ya sea porque quieren ser de otra identidad. 

Lo único por lo que debemos luchar, lo único por lo que vale la pena esforzarse es por ser ciudadanos iguales y libres en cualquier rincón de las Españas, en cualquier esquina de la Unión Europea

Ser ciudadano antes que catalán es ser ciudadano en, y no de, Cataluña; es querer ser ciudadano en cualquier lugar de las Españas, sin tener que renunciar a ninguna particularidad cultural; es negarse a usar el test del pato [1] como forma de identificar a las personas.

Debemos hablar de ello, de la pulsión a definir un nosotros extraño del otro. Y aunque este articulo, mucho nos tememos, no nos traerá amigos -más bien los espantará-, es lo que hay y es lo que toca hacer: escribirlo.

Uniéndome a ese asegurado e indiferente temor, a mi entender, la identidad y la personalidad, tanto la vasca y la catalana, como la gallega, la madrileña y la española, son dos conceptos que van unidos, y sin embargo representan concepciones diferentes. La identidad es lo que conscientemente uno es; sin adjetivos ni connotaciones. En cuanto a la personalidad, según artículo de Psicologiando con ROSS, se trata de un conjunto dinámico de las características psíquicas de una persona. En otras palabras, la definición de la Personalidad se refiere a todos esos rasgos adquiridos a través de las experiencias personales que ha tenido que "vivir" en función de la naturaleza de su entorno. Por el contrario, la Personalidad Imbuida, - con independencia de que la persona mantenga esos rasgos adquiridos a través de la experiencia, la convierte en una parte consubstancial de la masa. Es decir, ha perdido su propia consubstancialidad personal. O lo que viene a ser lo mismo, su propia identidad. 

En este contexto discrepo con la definición que hacen otros autores cuando dicen que 

la identidad se inicia con el nombre de la persona, su nacionalidad y el sentido de pertenencia hacia un grupo socialEstos aspectos constituyen el sentido de sí mismo, también conocido como el “yo”, y tienen como características la constanciala coherencia y la adaptabilidad.

Y discrepo, porque esta última definición se corresponde con una identidad sociocultural con la que se simbolizan costumbres, tradiciones y creencias. Es decir, es una concepción adjetivada que se le ha insertado a lo que como identidad constituye ese "yo". Es decir, cuando se unen en una estas dos concepciones. La identidad se inicia en la infancia y transcurre a lo largo de toda la vida; y al fer-ho, está conformando una personalidad, que al ser un constructo activo, se diferencia del que por ser pasivo (es decir, por conllevar adquiridos sin la intervención de los que podrían convertirla en personalidad), constituye la base de lo que uno es. Por eso cuando con la aparición del concepto de autoestima y el de autopercepción contemplamos la identidad con la personalidad - influenciados por elementos sociales como la cultura, la religión y la política que consideramos están formando parte en la formación de la nuestra identidad, por considerarla como "nuestra" necesitamos preguntarnos ¿quién soy?; es decir nos preguntamos qué somos como parte de la sociedad. Y esta diferencia la manifestó esclarecedoramente Ortega y Gasset cuando dijo, yo soy yo y mis circunstancias.

Pasando ahora a examinar las razones por las que se han producido las diferencias que subsisten entre nuestras diecisiete comunidades autónomas, y consecuentemente las causas que promueven las exclusiones con las que diferenciarse, el primer elemento que es preciso contemplar es el Yo individualizado; es decir el Yo que se ha resuelto como identidad, y el Yo colectivo en el que, habiéndose excluido el Yo individualizado, conforma la masa.

Sigmund Freud entendía el "yo" como un ente intermedio entre la biología de la persona y el mundo que lo rodea: la parte consciente de la mente que debe satisfacer los impulsos inconscientes del "ello". En esta estructura dinámica, el yo tiene que considerar las exigencias del mundo de la consciencia, formado por normas sociales interiorizadas, al que llamó "superyó". 

Carlos Jung habló del "yo" como el centro de la consciencia, así como el centro de la personalidad y la identidad. Una ambiguación que a mi entender constituye un totum revolutum. La identidad "personal" está representada por una continuidad psicológica que se basa en la consciencia (es decir, la memoria). El "yo" es el coito ergo sum de Descartes. Es decir, el inicio de la autoconsciencia. O lo que viene a ser lo mismo, el principio de la realidad.


[1] Cuando veo un pájaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo llamo pato"

De las nacionalidades históricas (XI)