viernes. 26.04.2024

Este hecho tuvo lugar en el Barrio de la Feria, el 22 de Mayo de 1652. La situación de Sevilla no era la mejor. Dificultades económicas, deficiente sistema administrativo, carencias del pueblo llano, etc. Todas estas circunstancias fueron originando entre los ciudadanos un malestar tremendo, que además se veía incrementado por subidas de impuestos y pérdidas de libertad. 

Pero la chispa que hizo estallar esta revolución vecinal, fue el cambio de valor de la moneda de vellón, por orden del Rey Felipe IV.

Todo esto trajo como consecuencia la debilitación de los gremios artesanales y la paralización de la industria. Además el Gobierno empezó a fijar el precio de los productos, claro síntoma de su intervencionismo económico. También es importante destacar que en esos años, Sevilla se había visto afectada por una epidemia de peste. Siendo la consecuencia la disminución de la clase trabajadora, con el consiguiente empobrecimiento de la población en general.

El motín estalló al grito de: ”Viva el Rey, muera el mal Gobierno”. 

Tres años se había pasado la terrible epidemia de 1649 cuyo impacto fue brutal en la demografía local al morir la mitad de la población. Eso tuvo inmediatos efectos en la falta de brazos en los campos. 

A su vez, las consabidas alzas de impuestos reales se simultaneaban con menos llegadas del oro de las Indias. Subieron los impuestos sobre los productos de primera necesidad y la falta de trigo unida a su precio exorbitante obligó a los mercaderes a importarlo, sin que llegara a amplias capas de la población.         

Éste de 1652 también se diferencia de otros producidos en siglos anteriores, al  ir precedido de revueltas similares en otras localidades, cuyo origen radicaba en una sucesión de tensiones del gobierno central en la década anterior: separación de Portugal, revuelta de Cataluña, movimientos secesionistas en Andalucia, Aragón y Sicilia, conspiración del Duque de Medina Sidonia, que provocaron la caída del Conde-Duque de Olivares en el año 1643.

 A raíz de esos problemas internos y de los externos con las infinitas guerras europeas que eran sangría permanente de dineros y hombres – en esos años transcurría la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) – en un efecto dominó, se sucedieron movimientos secesionistas en Sicilia, Aragón y motines como reflejo de manifestaciones del malestar popular. 

En 1647 hubo graves disturbios en Alhama, Lucena y Ardales, al año siguiente en Granada y luego en Córdoba, que fue el detonante del nuestro. El de Sevilla parece ser el más virulento de cuantos acontecieron.

Del Motín de la Feria de 1652 hay varias fuentes documentales, destacando el manuscrito “Tratado verdadero del Motín que hubo en la ciudad de Sevilla este año de 1652” de José Maldonado Dávila y Saavedra, fechado en julio de ese mismo año y que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla.

Libro de Maldonado

Su visión de los hechos podemos leerla en este fragmento:

“El milagro tan continuado que Dios N. S. estuvo obrando en esta ciudad todo el tiempo que duró este suceso, sólo lo puede afirmar el que visiblemente se halló en ella. Porque mirado por de fuera parece, según la brevedad con que se apagó esta llamarada, no fue cosa de consideración; mas el que se halló en ella reconoció la ruina que amenazaba; el horror que causó la vista; ver perdidos los estribos del discurso en los Ministros del Gobierno, supeditados y oprimidos de la poderosa y desenfrenada plebe en sus principios; la nobleza y ciudadanos afligidos; las religiosas temerosas de ser violados sus sagrarios…”

Estos hechos aparecen en otras fuentes documentales como los famosos Anales de Ortiz de Zúñiga, el cual tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos, si bien no fue testigo directo quizá, sí lo fue su entorno y tomó información del mismo de primera mano. Al ser mayor la información abunda la historiografía al respecto, donde destaco el desconocido opúsculo Alteraciones andaluzas, de Domínguez Ortiz, cuyo nombre se acuñó en la historiografía para denominar a las revueltas sociales andaluzas que hubo entre 1647 y 1652. 

Otra fuente documental reseñable es el  “Diario exacto de la sublevación de alguna plebe de la parroquia de Omnium Sanctorum vulgarmente llamado el barrio de la Feria de la M.N y M.L. ciudad de Sevilla: cometida el miércoles 22 de mayo de 1652”, obra anónima, con prólogo de Francisco Cárdenas, de la Imprenta Álvarez (1841). 

El 6 de mayo del año 1652 muere un muchacho en el cordobés barrio de San Lorenzo y la población impelida por el hambre y el sufrimiento sale a las calles pidiendo pan. Por eso, este motín es conocido como el Motín del Pan o Motín del Hambre.

Las noticias llegarán a Sevilla donde comerciantes foráneos espolean a los de aquí a hacer otro tanto. Será en la calle Feria donde se reúnan grupos de descontentos, sumándose cada vez más gente e incluso de barrios alejados, aunque igual de depauperados. Amenazan con levantamientos al Consejo de Castilla para que reparta el trigo almacenado en la Alhóndiga y dada su pasividad, al amanecer del miércoles día 22 en la plaza de la Feria empezó el motín.

Según Maldonado estalla cuando Isidro de Torres y Francisco Hurtado, oficiales tejedores de sedas, comienzan una disputa con un panadero por el precio del pan que estaba a 6 reales por hogaza cuando unos 6 reales era el salario de un trabajador. Isidro terminó tirando el pan al suelo y gritando

¡Viva el rey y muera el mal gobierno!

La gente se arremolina vociferando en torno a los puestos del mercado con el liderazgo de estos dos cabecillas del motín.

Posteriormente la gente asaltará la Armería de la Alhóndiga y se dedica a asaltar importantes casas para llevarse su trigo además de toda arma que se encontraran, además de las tiendas de armamentos.

Grabado de Genaro Pérez de Villaamil (1842)

Marcharon las gentes al Alcázar ante lo cual el Asistente, Pedro Luis de Zúñiga y Enríquez, IV Marqués de Aguilafuente, se escapó a caballo por la Puerta de la Carne. Con semejante cobardía, se entiende que de estos sucesos apenas queden registros en las Actas Capitulares del Cabildo Municipal.

Pese a la requisa de armas, no hubo que lamentar muchas muertes, pareciera que los propios amotinados no supieran qué hacer con ellas o desistieran de emplearlas. Pasado el motín, para impedir que volviera a repetirse esta situación, se ordenó trasladar a la Torre del Oro, la artillería. Y por supuesto destaca la práctica ausencia de autoridad. Con el Asistente huido, apenas hay reacciones.

Hasta que el Veinticuatro Martín de Ulloa organiza la defensa del motín en los soportales del Convento de Santa Paula donde se formaron los cuerpos de guardia.

Se entablan contactos con los sublevados ofreciéndoles bajada de precios y promesas de abastecer debidamente la ciudad pero los sublevados exigen la abolición de los tributos más onerosos – alcabalas y millones entre otros – la bajada de la moneda y del papel sellado. A estas peticiones acceden las autoridades, no así a la liberación de presos por resellado de la moneda. Los sublevados los acaban liberando el 23 de mayo. Se nombra a Juan de Villacís, Caballero de la Orden de Calatrava, Gobernador de la Feria y logra que algunos depongan las armas y acepten el perdón del Arzobispo Domingo Pimentel de Zúñiga.

Los renegados a rendirse alegan el sábado 25 que no lo harán hasta que no viniese el perdón real, pero “con letras gordas de oro” decían.

En la mañana del domingo 26 las autoridades deciden acabar con los que quedan en un ataque sorpresa al amanecer que no encontró oposición. Los amotinados optan por huir por el río y perecieron ahogados la mayoría, un centenar. 

Se apresó a algunos cabecillas que fueron colgados, entre ellos el líder Francisco Hurtado, cuya cabeza decapitada permaneció colgada en la Feria durante veinte días.

Así acabó todo.

El perdón real llegó el 12 de junio. Era una amnistía general excepto para los que antes del motín tenían causas pendientes con la justicia y a los que habían inducido a la plebe a cometer desmanes contra personas y bienes. Total: 57 hombres. También concedió la exención de algunos impuestos, unos pocos. Los más beneficiados fueron los hombres leales a la Corona y a la ciudad, con un aluvión de peticiones de recompensas, principalmente hábitos de las Órdenes Militares, distinción muy codiciada al ser garantía de nobleza y limpieza de sangre – qué se lo digan a Diego Velázquez – pero también muy pocos obtuvieron alguna prebenda real.

El 24 de junio se estrenaba Pedro Hurtado Zamora en el cargo.

Así era la calle Feria en el Plano de Olavide (1771). La Plaza de la Feria era el mercado y la calle Ancha de la Feria iba de Omnium Santorum a Montesión pues hasta Resolana se llamaba Linos.

Así era la calle Feria en el Plano de Olavide (1771). La Plaza de la Feria era el mercado y la calle Ancha de la Feria iba de Omnium Santorum a Montesión pues hasta Resolana se llamaba Linos.

Estas revueltas populares de mediados del siglo XVII respondían a unos comportamientos codificados: concepción idealizada de la Monarquía, deposición formal de los oficiales municipales, destrucción de documentos, agresiones contra recaudadores, excarcelación de presos, etc. Se desencadena con un chispazo, una pelea, la justicia no lo puede atajar y se forman cuadrillas. Hay una gran desorganización inicial, las autoridades se encuentran desbordadas por los acontecimientos. A continuación se mejora la organización de los amotinados ante el vacío de poder. El deslace se produce por medio de una negociación, perdón general y vuelta a la situación anterior.

Tras el Motín de la Feria el precio del pan, aunque todavía alto, llega a un valor intermedio. Los tributos y el valor de la moneda vuelven a la situación anterior. Para Domínguez Ortiz, las alteraciones andaluzas de mediados del XVII tuvieron principalmente un carácter urbano y espontáneo, caracterizándose por ser, ante todo, motines de hambre, “revueltas estériles” al carecer de resultados efectivos que mejorasen las condiciones de vida de las capas más humildes de la sociedad. Estos motines, según José Contreras, representan una de las formas colectivas más típicas del Antiguo Régimen. Los amotinados se conformaban con solucionar sus problemas más inmediatos sin plantearse el origen de los mismos o llegar a cuestionar el orden existente. Surgen por la ruptura del equilibrio social y político en una coyuntura de las crisis de subsistencias. En definitiva estallaban cuando los poderosos pasaban a ser vistos como enemigos de la comunidad en lugar de “padres del común”, anteponiendo el interés particular y de sus clientelas al de la comunidad que gobernaban ya que el pueblo llano entendía que eran los vecinos más ricos y poderosos los que debían ejercerlo.

Bibliografía:

CALVO POYATO, José. “Recesión y hambre en Sevilla: El Motín de la Feria”. La Aventura de la historia, Nº. 171, 2013, pp. 40-44

CARPIO ELÍAS, Juan. “Actitudes religiosas durante el levantamiento popular de la Feria: Sevilla, 1652”. Hespérides: Anuario de investigaciones, Nº 13-14, 2005-2006, pp. 27-42

CONTRERAS GAY, José. “Penuria, desorden y orden social en la Andalucía del siglo XVII”. María Desamparados Martínez San Pedro (coord.) Jornadas sobre los marginados en el mundo medieval y moderno. Almería, 5 a 7 de noviembre de 1998. Instituto de Estudios Almerienses. 2000

DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. Alteraciones andaluzas. Madrid: Narcea, 1973

DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. “Documentos sobre el motín de la Feria en 1652”. Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, Tomo 8, Nº 21-22, 1947, pp. 69-93

DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. La Sevilla del siglo XVII. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2006

MORALES PADRÓN, Francisco (ed.). Memorias de Sevilla (Noticias sobre el siglo XVII). Madrid: Confederación Española de Cajas de Ahorro, 1982

ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego. Anales seculares y eclesiásticos de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andalucía, que contienen sus más principales memorias desde el año de 1246 hasta el de 1671... formados por Diego Ortiz de Zúñiga. Madrid: Imprenta Real, 1677 [en línea]. 

El Motín de Feria en la Sevilla de 1652