lunes. 29.04.2024
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Con Franco o contra Franco, durante los muchos años que duró la terrible y sombría dictadura franquista, la mayoría de la sociedad española malvivía, privada de derechos y libertades, sin posibilidades de acceder a bienes y servicios que en democracia nos hemos acostumbrado a considerar de primera necesidad.

Un libro reciente, “Jóvenes antifranquistas (1965-1975)”, de Eugenio del Río y publicado por la Editorial Catarata, rescata y examina las vicisitudes y pulsiones éticas de miles de jóvenes llenos de sueños y ensoñaciones que se incorporaron activamente a la resistencia democrática en un periodo crucial de extensión de la impugnación social de la dictadura franquista.

Los límites temporales del análisis, 1965-1975, no implican fronteras rígidas; de hecho, el ensayo se adentra en los años previos, cuando surgen las primeras hornadas de jóvenes que transitan a la acción política organizada contra la dictadura. Y desborda el límite de 1975, año de la muerte de Franco, sin que dicho suceso suponga el final de la dictadura ni de la lucha antifranquista, que se prolongan unos años más. La delimitación temporal parece más una prevención destinada a evitar una interpretación equívoca del término antifranquista, que tiene poco sentido utilizar al margen del régimen fascista que realmente existió durante cuatro décadas. 

La juventud antifranquista organizada nunca fue un fenómeno mayoritario en las nuevas generaciones

La juventud antifranquista organizada nunca fue un fenómeno mayoritario en las nuevas generaciones, entre las que también predominaban el miedo y un adoctrinamiento impuesto por un sistema educativo y de control moral que tenía como pilar fundamental a la Iglesia nacionalcatólica. El declive del dictador y de su Régimen y su inadaptación a las oportunidades que brindaba el Mercado Común se complementó con el aggiornamento de la Iglesia católica que promovió el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965. Además, las nuevas y grandes corrientes culturales comenzaron a tener en esos años una muy rápida incidencia global. Circunstancias que favorecieron cambios y fisuras en la Iglesia española y en el resto de poderes internos y externos que sostenían a la dictadura y abrieron nuevos espacios, más propicios para la incorporación de una amplia franja de jóvenes a la resistencia democrática organizada.

Una parte de aquella juventud antifranquista no llegó a dar el paso a la militancia partidista, pero no por ello debilitó su implicación en una creciente actividad sindical y social. Otra parte, se incorporó al PCE, como se había incorporado hasta entonces la mayoría de quienes habían decidido formar parte activa de la lucha antifranquista. Y otra, no menos numerosa, generó un nuevo y heterogéneo espacio político radical y de izquierdas, compuesto por diversas organizaciones comunistas de nueva planta. En conjunto, animaron la extensión social y la consolidación de la lucha democrática y de los organismos unitarios en los que se agruparon, desde mediados de 1974 a finales de 1976, las fuerzas que propugnaban la ruptura democrática con el régimen franquista.

La parte de la juventud antifranquista que nutrió a las nuevas organizaciones comunistas radicales o de extrema izquierda y, de forma más específica, sus universos ideológicos constituyen el objeto del análisis y centran las reflexiones de este ensayo. A lo largo de sus páginas, el autor va entrelazando su itinerario personal y la información y experiencias adquiridas gracias a su participación directa en la configuración de ese variopinto espacio político radical desde una de las organizaciones, el Movimiento Comunista (MC), que lo conformaron y del que Eugenio del Río fue durante años secretario general.

La lectura del libro permite reavivar la memoria y conocer o repensar las vivencias e ideas de aquella juventud antifranquista y los afanes y banderas ideológicas que compartió

La lectura del libro permite reavivar la memoria y conocer o repensar las vivencias e ideas de aquella juventud antifranquista y los afanes y banderas ideológicas que compartió. No sé hasta qué punto o en qué puede servir la aproximación a tiempos tan lejanos y extraños a los miembros de la última marea de jóvenes activistas que se han incorporado a la lucha política y social progresista en los últimos 10 años y cuyas preocupaciones políticas y vitales, motivaciones y mundos ideológicos distan tanto de los existentes hace 5 o 6 décadas.

En todo caso, hay que agradecer que dirigentes responsables de la consolidación de los heterogéneos universos ideológicos predominantes en aquel magma político e ideológico radical ofrezcan una reflexión analítica y autocrítica que permite arrojar luz en la comprensión de aquel fenómeno. Incluyendo en esa comprensión la debida reflexión sobre los no desdeñables rasgos ideológicos nocivos que contenía y los factores que pudieron contribuir a generarlos. Examen de aspectos negativos que no suponen un impedimento para seguir apreciando los logros y la notable contribución de aquella juventud antifranquista y de los nuevos partidos que crearon al desgaste del régimen dictatorial y al impulso y la ampliación de la lucha por la democracia.  

Fui parte de aquellos jóvenes de los que habla el libro de Eugenio del Río, en el que se analiza de primera mano, pero también con la debida distancia, el heterogéneo nosotros que fuimos, pero ya no somos, y un mundo que fue, pero ya no existe, felizmente superado por la presión democrática de una sociedad que, por aquel entonces, comenzaba a romper amarras con la sordidez y la insania que seguía imponiendo la dictadura. El texto no deja huecos para la nostalgia.

Comencé la lectura del ensayo sin poder ni querer sustraerme a esa condición de componente de aquellos jóvenes antifranquista en los últimos años del periodo analizado y en una de aquellas organizaciones comunistas tan activas y radicales como densamente ideologizadas. Tengo un conocimiento parcial, pero muy vívido de aquellos años y de los afanes e ideas que compartí con la juventud revolucionaria de entonces. Algunos de los rasgos e hipótesis explicativas que se desgranan y examinan en el libro coinciden con los que caracterizaban a mi entorno cercano de jóvenes antifranquistas en la Universidad Complutense. Otros, no. Y en otros, añadiría acentos y distingos. El texto favorece que haya tantas lecturas como lectores, lo que en mi opinión le añade valor al esfuerzo analítico y argumental que contiene.   

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Muchas de las distintas apreciaciones que pueden surgir en la lectura del libro derivan de dos factores que dificultan y complican el análisis de aquel heterogéneo y frágil conglomerado de valores, contravalores e ideas. En primer lugar, las estructuras organizativas estancas que imponía la clandestinidad sólo permitían un conocimiento muy limitado de las diferencias existentes, tanto en lo que atañía a las propias características de la militancia como en lo que afectaba a los métodos de pensamiento y decisión o las formas de liderazgo de las organizaciones de las que formábamos parte y entre las organizaciones territoriales o sectoriales dentro de cada partido. En segundo lugar, la dictadura imponía también un opaco velo sobre la realidad del país y los rápidos cambios que estaba experimentando en un mundo sujeto también a grandes transformaciones. Esa opacidad dificultaba observar con claridad la gran explosión de alteraciones que estaban afectando a la sociedad, la economía y a la cultura, fruto de los vertiginosos procesos migratorios, de industrialización y urbanización provocados por la creciente e intensa integración de España en el mercado capitalista mundial y en las instituciones globales que lo amparaban y regulaban.

La aportación más sobresaliente que ofrece el libro es, en mi opinión, la de desbrozar una vía de análisis de las pulsiones ideológicas de la juventud antifranquista que ha sido muy poco transitada y está sometida a las múltiples percepciones y peripecias particulares de las personas que participaron en aquellas organizaciones. La mucha información y las hipótesis explicativas que acompañan al notable esfuerzo de reflexión crítica y autocrítica que ofrece el libro cobran especial importancia para favorecer el necesario debate y continuar la vía analítica abierta.

No estaría nada mal que otras personas que participaron en las luchas democráticas de aquellos años y lideraron los afanes de aquella juventud antifranquista organizada en partidos de la izquierda radical hicieran un hueco en sus agendas para poner por escrito sus vivencias y reflexiones sobre aquellos hechos y, más aún, sobre los aspectos intangibles que incluyen las creencias e impulsos éticos que movieron a la juventud antifranquista, sin olvidar sus rasgos más nocivos y desmesuras. Y que lo hagan antes de que se desvanezcan del todo. Tempus fugit.

Jóvenes antifranquistas