sábado. 27.04.2024
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Las Lágrimas de África es un documental sobre La Valla que, ignominiosamente, sigue cerrando la entrada sur a territorio español a los olvidados refugiados subsaharianos que intentan escapar de la pobreza y la desolación, realizado por la actriz, directora, pintora, autora, en fin, artista múltiple, Amparo Climent. Ella es, además de mi dilecta amiga, una persona emprendedora de ésas que se lanza sola, y no necesita de campañas de promoción sectorial por ningún gobierno.  Ha financiado unnamed76376la producción de Las Lágrimas de África, además de con su propia entrega e inversión económica, a través de “crowdfunding”. Por tanto, cantidad de amigos y allegados hemos contribuido con nuestro pequeño granito de arena a que ese proyecto se convirtiera en obra cinematográfica, y vaya si Amparo  ha conseguido  junto con un grupo de estrechos colaboradores, también, una obra artística…

Las Lágrimas de África, documental de Amparo Climent sobre nuestra frontera es una verdadera obra de arte, modesta de producción, pero por eso mismo honestamente hermosa,  con el cuál el angustioso mensaje que intenta transmitir se convierte en más contundente, si cabe,  al penetrarnos con un dolor placentero.  Como supongo, puede ser un parto hasta donde la vida que trae al mundo se imponga al sufrimiento del alumbramiento.

Esos amigos y allegados de la Climent, hubieran colaborado en el crowdfunding o con otro tipo de apoyo a la realización de este documental, asistimos al preestreno en privado  el pasado día 16 de septiembre, de Las Lágrimas de  África. Por los imparables aplausos a todo el equipo tras la proyección quedó comprobado que ya no se trataba de compromiso de amistad sino interna, emocionada, reacción ante la recepción no exenta de sorpresa, por una obra que sobrepasó con creces las expectativas. Y que por qué no decirlo, nos llenó también de íntima satisfacción por haber contribuido a su realización en la medida de nuestras propias posibilidades.

En Las Lágrimas, de cada fotograma brota amor hacia esa gente en su mayoría del sur del Sahara, al  que han atravesado, o vadeado durante años, y que espera, con una paciencia desesperante,  su liberación, al grito de BOZA, BOZA, BOZA!... (No niego que al leer en pantalla en letras lo que gritaban me tocó aún más, cuando recientemente he descubierto que así se escribía el apellido real de mi abuelo inmigrante de otra época y  por otras circunstancias, de Italia a Argentina, a finales del siglo XIX).

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Ellos están al otro lado de la valla,  que con frecuencia intentan saltar con   vehemencia al propio riesgo de vida-libertad- o muerte, que ha sido  levantada por nuestros gobiernos en los territorios españoles en África, otra incoherencia colonialista. Esa gente que acampa en los montes de Marruecos, perseguida por la policía de ese país también africano, con aspiraciones europeas,  que los dispersa y apalea cotidianamente, (sin que falte alguna contemplación benevolente a cambio de soborno) sea en el campamento casi exclusivo de hombres dispuesto a encararse con la valla y la guardia civil española, o en el otro en el que hay cantidad de mujeres y niños, que aguarda la patera para cruzar hasta las costas españolas, igualmente jugándose la vida a cambio de la remota posibilidad de llegar a costas españolas, y en territorio europeo encontrar una nueva vida.

Gente que espera, sufre, pare, vive, y muere, por el anhelo de conseguir la libertad de llegar a España continental, que muy pocos, contados, logran. Después de poder entrar, ya en territorio español, si no están en el propio centro de acogida en Melilla,  está la no menos angustiante lucha por permanecer, que no te devuelvan al país que te costó tanto dejar atrás, y donde han quedado tus seres queridos. Eso si no has quedado tullido por los golpes de la policía de ambos países, por las caídas y cortes del riesgoso salto de una valla llena de cuchillas, o si el estrecho de Gibraltar no ha convertido sus aguas  en la tumba final de todos tus sueños, tus anhelos, de tu propia vida y hasta de los tuyos.  

Es una excepcional obra de amoroso trabajo de Amparo y sus colaboradores, coguionista, fotógrafo, músico, montadora, que eso es arte y no matar a un animal como se pretende como patrimonio cultural. En este hermoso caso, además, arte para expresar un mensaje, una realidad, que tendemos a olvidar ante la actualidad de otras desgracias migratorias, no menos patéticas y vergonzantes, pero que mucho más masivas, y en casos con más disposición de dinero, con más ambición, han conseguido acaparar el interés de los medios prioritariamente.  O sea que como en otros márgenes de  la vida real desde siempre, hay refugiados, inmigrantes, y  migrantes, de primera, de segunda y de tercera, en constante flujo de distintos países por nuestro planeta. Y hay siempre países receptores que según sus propias políticas, según se considere más ricos, más democráticos,  y hasta con criterios de su propia gente xenófobos o solidarios, que los acogen, los rechazan, pero en general, están intentando que no vengan, por los medios que sean, vallas, muros, zanjas, o disparos que llaman de intimidación.

Es decir, que estas lágrimas sobre África y, que curiosamente muy pocos de los entrevistados derraman en el documental, son lágrimas que descubrimos teníamos escondidas nosotros mismos. Esto es lo que llama poderosamente la atención que en los entrevistados no hay una palabra de odio, de rencor, sólo de reivindicación humana, de esperanza de que Dios ayude, cualquiera sea la religión que practican, y hasta exudan un optimismo, una alegría que avergüenza para no llorar. Otra advertencia especialmente para nosotros, españoles (aunque por lo que se anunció y realmente espero este documental tenga un recorrido ante públicos de todas las latitudes): los olvidados refugiados subsaharianos conocen la realidad de paro angustioso en España, y la mayoría no pretende quedarse en España, quieren llegar,  ir más allá de nuestras otras fronteras, camino  a la libertad de un posible trabajo en otros países que les permita ayudar a sus familias que dejan atrás. Eso hay que agradecer a los Rajoy, Montoro, Guindos y compañía; que hayan convertido a España no en tierra de promisión, sino de paso, para los emigrantes de esa parte del mundo, parias del continente africano, que hasta Marruecos expulsa para el norte, o para el sur, de regreso con sabor de derrota a las patrias de donde han intentado salir, algunos hace años.

Pero nuestro mayor agradecimiento sincero, profundo, es para Amparo Climent y su valioso equipo, que no me canso de repetir,  repleto de amor, nos han dado Lágrimas de África para que con un hermoso dolor también nosotros derramemos las nuestras. Esta película hay que verla, para compartirla, que será otra forma de ayudar a nuestros propios refugiados olvidados.

En el lógico y comprensible anhelo de que Las Lágrimas llegue a competir por el galardón de los Goya, la película va a tener una corta exhibición en sala comercial para cumplir con los requisitos de al menos ser considerada para participar.  Por eso anunciamos como sincera invitación extendida a verla en esa proyección abierta al público en general que tendrá lugar los días 2, 3 y 4 de octubre, en la sala Artistic Metropol, de Madrid.

Es una convocatoria a la solidaridad para una causa que muchos no queremos que sea perdida. Es una llamada a que se pueda ver un documental bello sobre los desgraciados, gente que está mucho peor que nosotros en cualquier crisis, y que nos dan una verdadera lección de optimismo, de esperanza, y hasta de pulcritud, espiritual y física. Hay cartas que son mensajes de amor a Messi, y otras de reproches a los malos policías que persiguen, escritos por niños victimizados. Hay verdaderas obras de arte y de vida.

Al terminar la proyección el marido de Amparo Climent, sentado a nuestro lado, él mismo un actor y profesional destacado del doblaje,  que confesó que veía el documental acabado por primera vez  me dijo:  “Aunque no lo creas, pensar que todo empezó cuando Amparo estaba viendo las noticias de la valla por televisión, y los muertos por disparos de la guardia civil,  intentando cruzar a nado una distancia y entonces dijo, HAY QUE HACER ALGO…”  Cómo no lo voy a creer mi querido Eduardo, si yo también la he escuchado decir en cantidad de otros órdenes sociales o artísticos, y por qué no políticos, a Amparo decir “hay que hacer algo” .  Y con las Lágrimas vaya si lo ha hecho. Agregaría, OTRA VEZ.

Un hermoso recordatorio de las lágrimas africanas