viernes. 26.04.2024

POR PROBLEMAS TÉCNICOS EN LA BIBLIOTECA EUGENIO TRÍAS LA PRESENTACION DEL LIBRO SE POSPONE AL DÍA 22 DE NOVIEMBRE A LAS 19 HORAS EN EL MISMO LUGAR


Las citas que abren un libro hablan del espacio previo a la página en blanco, del no lugar común del que surge la desaparición del yo, de condiciones de posibilidad, de la pertenencia incluso entre los ágrafos, pequeñas luminarias de lo que ha sido dicho antes de lo escrito. Y a veces son un aviso, tan solo un aviso. Foucault, López Petit, Cacciari. Y en este caso el aviso se recrudece con las citas finales de Cioran y Maillard, tras pasar por la lúcida reflexión final de Carmen Ortiz y el propio autor… Este libro es un interludio entre los fragmentos de una vida futura[1],la enfermedad del querer vivir…[2]

En sus páginas se da un entrar en los incurables, en los desconocidos incurables, en el hospital de los vestigios que los delirios dejaron en sus estancias, donde desconocidos e incurables paseaban sin la pesada conciencia de la normalidad. Lo incurable es un signo de vida sin ambages, es tan extremo como la disolución de la intimidad, de la interioridad, del rango de la locuradesnuda del hombre…[3], la verdad de las cenizas, la omni-impotencia en la falta[4].

La melancolía en el libro no pertenece a la oscuridad de la tragedia, es ineluctable, de una claridad diría alentadora, sin vínculo con el prolijo mundo de los avatares

Qué es lo incurable… esto es en esencia este poemario, ese qué, el extravío y la extrañeza de existir como feraz tierra donde lo real es el desequilibrio, la fragilidad de una conciencia atravesada por la dignidad de las palabras, es un qué tan atávico como la primera mirada elevada al cielo de la noche estrellada y la emoción entre el pavor y el asombro que nos enloqueció. Los poemas desgranan que somos un límite que linda con vacíos y nadas. Alejandro Tarantino nos dice: “la luz del límite es un ave sin alma”. Qué no es sino la falta de ser lo que somos y lo incurable mismo; siendo el no ser donde el relámpago convierte en carbón lo inaudito, el futuro cristal que nos cercenará para siempre del deseo del otro, para ser una luz que se aleja y que brillará más allá de aquello con lo que limitamos, una luz que no viene de nuestro pasado, que nos ha alcanzado desde el futuro, y se extingue.

Sus poemas, en sus obras, no son seres solitarios, sino deudos unos de otros, no son un instante eyoico en la gran mentira estética de lo sublime. Son piezas de una biografía que se acerca a la desaparición, despojada de la arrogancia de la soledad sin los otros. Este poemario, como sus otros textos, es para ser leído en lo interior, para hablarlo con un tú, para el lento existir del pensar con otro. No es un texto dado al abismo del exhibicionismo. Es un texto para desaparecer en los rostros de los ignotos[5]. Palpita en su voz el eco siciliano de Consolo, el llegar a las palabras con la veneración de saberlas más grandes que uno mismo. En el hospital de los incurables, los ignotos viven en silencio, leen en silencio su desaparición en las églogas líricas que perduran en lo no escrito; leer, y más Gli ignoti nell’Ospedale degli Incurabili, es un diálogo sobre el amor entre desconocidos.

Es una propuesta arriesgada en el panorama narcisizado y banalizado donde los poemas de distintas obras y autores pueden intercambiarse dando el mismo resultado, que ni siquiera alcanza a ser sombra del Libro de los pasajes de Walter Benjamin. Este libro de Tarantino, que leo como una caída en bucle, como un vértigo inacabable, no es una suma de poemas escritos hasta que fueron suficientes para juntarlos en un “libro”, ni un cúmulo de momentos burgueses y auto citas;es, tan solo, nunca suficiente, un libro del que ellos emanan. Y Benjamin ya nos decía que un gran texto puede esperar siglos para ser en su tiempo. La contemporaneidad de un texto es algo que a veces la literatura -su complejo entramado- no puede permitirse, pero sí los lectores que la exploran…

El autor nos da unos rostros elegidos de la serie gráfica Gli ignoti, realizada con anterioridad y que es, en mucha medida, el núcleo sin palabras del que emergió la concepción teórica del libro. Todos ignotos, clásicos, todos intervenidos en el mirar. La serie es un presagio fundado en la mirada de la locura incomprendida en el pasado, porque lo incurable lo es por ser indecible, ignoto, como si arrastrásemos la pura anterioridad de la que fuimos impresencia[6] en lo más hondo de los ojos, en la desvahada rama del árbol de la vida. Sus ignotos son los otros que fuimos, que somos, son la historia de la sanación en la paradoja de lo incurable. Tras sus rostros de desconocidos y los poemas, tras el fulgor de su conjunción, viene y no quedará el estrépito de su aparición, su hacerse público; luego, será bienvenido el mal de Ingravallo[7]…: desaparecer en el querer vivir… Alle lacerazioni dei fulmini segue il fragore senza luce[8].

El dolor, la ruina en la que contemplamos lo perdido, estos poemas que no evocan la gloria del pasado, que no son reparadores, ni restituyen el esplendor mitificado del ayer, nos da, nos dan, el amor por lo que queda y la consideración absoluta de todo lo que fue para que la ruina exista y la habitemos. Hay una luz concreta en este libro, parecida a aquella que entre los vestigios del teatro del asclepeion[9] de Pérgamo aún recuerda, me cuenta, Alejandro Tarantino. La palabra y su ruina surgen en el libro como elementos de lo incurable, y ello está en nosotros guardando la luz dionisíaca. El abismo es su templo donde la ternura viajahacia la herida, huele a salitre y brezo, pero el olor es de la memoria del lector… y las cosas no son lo que parecen en la vida incomprensible, a pesar de la audacia de estos versos contra la seducción del sentido, contra la hegemonía del yo moderno convertido en la experiencia central y ensimismada sin un lugar en el mundo. El yo, tan capital en la poesía masturbatoria contemporánea, no tiene lugar en las ágoras democráticas, no puede ofrecer ya nada…

La melancolía en el libro no pertenece a la oscuridad de la tragedia, es ineluctable, de una claridad diría alentadora, sin vínculo con el prolijo mundo de los avatares. Se puede hablar en él de una tristeza limpia, como el ritmo natural de los latidos, como la respiración que ha asumido lo incurable de sí, que acepta saberse un ser para la muerte…sí, pero también un ser para el amor; porque todo relato o interpretación es una historia de amor que abriga al dolor de los desconocidos que han encontrado su lugar en el mundo dentro de lo incurable, entre la mar y las ruinas. Amor y dolor fluyen en la bilis negra de sus páginas. Es tan incurable vivir, tan milagrosamente impuro…

Un libro escrito para continuar viviendo. ¿Todo se va? Sí…


[1] José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro.
[2]Santiago López Petit, Hijos de la noche.
[3]Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica III.
[4] Massimo Cacciari, Soledad acogedora. De Leopardi a Celan.
Ariel Liberman Isod.
[5] Vincenzo Consolo, Il sorriso dell'ignoto marinaio.
[6] José Ángel Valente, Si después de morir nos levantamos…
[7] Enrique Vila-Matas, Doctor Pasavento.
[8]“A los desgarros de los relámpagos les sigue el estruendo sin luz”. Un verso de un poemario aún inédito de Alejandro Tarantino.
[9] Templo curativo.

Publicado por Editorial Amargord. Octubre 2021

Gli ignoti nell’ Ospedale degli Incurabili