domingo. 05.05.2024
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Pablo D. Santonja | @datosantonja

"Dejar el mundo atrás" de Sam Esmail, cuenta la historia de una familia que se ve obligada a enfrentar una serie de desafíos cuando una crisis global los obliga a dejar su hogar y buscar refugio ante una amenaza desconocida.

La historia se centra en la familia formada por Julia Roberts y Ethan Hawke, una pareja de clase media que decide pasar un fin de semana en una casa alquilada en Long Island con sus dos hijos adolescentes. Sin embargo, su fin de semana tranquilo se ve interrumpido cuando el propietario de la casa, Mahershala Ali, llega inesperadamente  en medio de la noche, afirmando que hay una crisis global en curso.

Lo que sigue es una serie de eventos cada vez más extraños y aterradores que ponen a prueba la capacidad de la familia para sobrevivir y adaptarse a una situación desconocida y peligrosa.

Lo genial de esta película es, por paradójico que parezca, lo más criticado: el final. Pues acostumbrados a finales mascados en los que el espectador no tiene que esforzarse en entender que está viendo, la adaptación de Netflix da una clase magistral de guion planteando y dando importancia a la idea de que en una historia lo importante no es el contexto, sino los objetivos de los personajes.

El final que nos plantea la película no está basado en la situación, sino en los propósitos que establece cada miembro familiar, usando el contexto como medio para alcanzarlos. Así, cuando todos los personajes consiguen sus metas, el film se acaba. Porque sencillamente, no tiene nada más que contar.

Julia Roberts se presenta como una persona que odia  la gente, antisocial y mal encarada. Ethan Hawke es un hombre adulto disfuncional, un pelele sin motivación esclavo de la tecnología para poder sobrevivir. El hijo mayor, Charlie Evans,  tiene miedo de enfrentarse a una época adulta, asumir responsabilidades y encarar situaciones que requieran de él. Y la niña, Farrah Mackenzie, necesita ver el último capítulo de Friends, metáfora del sinsentido de la etapa adolescente, aquello que nos obsesiona y no nos permite avanzar, haciéndonos sentir intranquilos e inseguros en cada paso que damos.

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La película avanza y vemos cómo la madre termina aceptando y colaborando con los “extraños”. El padre consigue la medicación y apoyo de su hijo ante una situación de tensión extrema, siendo el que resuelve un punto muerto. El hijo mayor se enfrenta a la enfermedad y la muerte. Y la pequeña consigue acabar con su obsesión y encontrar el elemento que hará que toda la familia se reúna y esté a salvo.

Llegados a este punto lo único que puede ofrecer la película son unos merecidos títulos de crédito ante un thriller apocalíptico perfectamente ejecutado. Nos da igual el contexto anterior, el origen del colapso no es relevante, la evolución del personaje es el verdadero camino para crear historias que emocionen.

Lástima que en esta industria del streaming cada vez surjan más cosas de usar y tirar, y estas películas que aportan algo duren en el foco lo que tardan en estrenar una serie nueva.

'Dejar el mundo atrás': final explicado en esta 'master class' de guion