domingo. 05.05.2024
NUEVATRIBUNA.ES - 11.07.10

¿Te acuerdas, papá, de cómo me consolaste cuando Salinas falló solo ante el portero? ¿Te acuerdas de cómo te aguantaste las ganas de maldecir y me animaste cuando Tassotti le rompió la nariz a Luis Enrique? ¿Y del gol que Zubi le regaló a los nigerianos en el 98? A ti nunca te ha gustado mucho el fútbol, ésa es la verdad; jamás has sido seguidor de ningún club, y eso que de niño te colabas en el Bernabéu de vez en cuando, con la excusa de ayudar a algún jugador a llevar su maleta. Pero nunca te acuerdas de cómo quedaban esos partidos: sólo de Gento que corría la banda. Eso es porque amas la belleza del fútbol y no la competición. Pese a la maldición de cuartos, pese a los fallos arbitrales, aún y así seguimos viendo los partidos de la Selección. ¡Cuántas veces te habré oído decir que jamás íbamos a ganar un Mundial! Ojalá hubiera estado para celebrarla allí, pero papá, esta copa la han ganado los jugadores, pero la han ganado para todos nosotros, para todos esos hijos y padres que han sufrido juntos y que ahora, aún en la distancia, saltan juntos también por la alegría de un triunfo merecido y soñado. ¿Te acuerdas, papá, cuando dije de niño que quería ser periodista? ¿Y quién nos iba a decir que un día yo haría esta crónica, la crónica de la final de la primera Copa del Mundo con color español?

Los primeros quince minutos siguieron el guión que nos esperábamos: dominio apabullante del balón por parte de España y Holanda defendiendo con todo lo que tenían y buscando un hueco para meter un contragolpe. Cuando digo “con todo lo que tenían” me refiero a todo: los tacos, los codos, las rodillas, por lo civil o por lo criminal había que impedir que España hiciera su juego. Y el árbitro Howard Webb permitió que el partido se convirtiera poco a poco en un combate donde todo valía. El arbitraje de este final (y podemos decirlo sin ser sospechosos de nada, porque lo decimos desde la victoria) ha sido una absoluta vergüenza que debería hacer que este trencilla impresentable jamás volviera a pitar un partido que no sea de videoconsola. La FIFA tiene que plantearse ya cambiar el sistema de arbitraje, porque los mil millones de espectadores de esta final no se merecían la violencia que ha permitido Webb (que, en cambio, tuvo el gatillo rápido para sacar amarilla a los nuestros). El primer tiempo tendría que haber terminado con al menos dos expulsiones holandesas: Van Bommel y De Jong merecen no volver jamás a vestir la camiseta de ningún club que merezca llamarse tal. El combinado oranje insultó la memoria gloriosa de la Naranja Mecánica del 74 y del 78 renunciando al fútbol y buscando la agresión, el miedo. Una patada en el pecho (repetimos: una patada en el pecho) con los tacos por delante del carnicero De Jong mereció sólo una amarilla. Sneijder, Van Bommel (con una patada por detrás a Iniesta brutal), Heitinga, hasta Robben repartió leña porque salía gratis, y lo que cualquier árbitro decente habría sancionado con roja directa como mucho quedaba en amarilla. Aún así, los primeros quince minutos fueron un vendaval rojo, con una ocasión clarísima de Ramos (que ha hecho un partido enorme, a la altura de su mundial) de cabeza que Stekelenburg salvó. Después de los primeros minutos la presión holandesa sobre Busquets y Alonso (lo único que hicieron bien los neerlandeses) hizo efecto, y consiguieron que el juego tuviera que empezar por balones largos de Casillas; aquí la Selección pasó los minutos más duros, intentando sin éxito jugar al fútbol en medio de una tormenta de golpes y patadas. La primera parte se escapó sin más ocasiones claras por uno y otro lado; la Roja la bailó un par de veces dentro del área sin peligro real, y Casillas sacó un par de manoplas que viniendo de él ya nos parecen normales, pero darían la gloria a cualquier portero normal.

A la vuelta del descanso Sneijder mordió el corazón de toda España con un balón largo que dejó a Robben solo delante del Santo de Móstoles. Pero el capitán de España hoy era como tener a todos los tercios de Flandes delante de la línea de gol, y no permitió que ganaran la final en esa acción los que decidieron matar al fútbol a base de patadas. Del Bosque, sabio, tranquilo, pausado, un Antonio Machado del fútbol, movió el banco y supo meter una velocidad nueva en el partido, cambiando a Pedro (que estuvo incisivo y dañino, como siempre) por la agresividad de banda de Navas. Con la ocasión y el cambio el combinado español pareció resucitar y volvió a controlar el juego, con Xavi repartiendo pases a diestro y siniestro; la violencia de Holanda aflojó (cosa lógica habida cuenta de que los de Marwijk tenían prácticamente todos tarjeta amarilla), pero no cesó, con la aprobación tácita del inglés Webb. Holanda tiró la toalla y claramente apostó por buscar los penalties; Del Bosque metió a Cesc por Alonso, y el del Arsenal estuvo a punto de clavar un gol solo delante del portero en el último minuto, pero Stekelenburg quiso que las farmacias españolas se hicieran de oro vendiendo calmantes y salvó el balón para llevarnos a la prórroga.

Siguió el sufrimiento. Parece que a los españoles nos gusta la épica, el último minuto, conquistar lleno de heridas la playa y la gloria. Pero, aunque sufriendo, el partido era de color rojo: Iniesta y Cesc marearon a los holandeses y Webb al fin se atrevió a sacar la segunda amarilla por falta sobre Iniesta a Heitinga, otro de los navajeros oficiales de Holanda, que vio el camino del vestuario y tuvo, además, la poca vergüenza de protestar la expulsión. Casillas fue un par de veces más el ángel salvador de España ante Robben.Torres entró por un reventado Villa, y a cuatro minutos del final Cesc vio el hueco, al fin, el hueco para el pase perfecto, para el gol, y la envió a Iniesta que estaba solo delante del portero, que la controló a la perfección y, esta vez sin dudar (durante el partido había buscado un par de veces el pase en vez de tirar), la lanzó con el alma y marcó el gol que le da a España su primera Copa del Mundo. E Iniesta demostró una vez más lo grande que es nuestro bajito de Fuentealbilla, mostrando una camiseta con dedicatoria al fallecido Dani Jarque. También Sergio Ramos mostró una elástica con un recuerdo para el recordado sevillista Antonio Puerta.

¿Qué quieren que les diga? No sé qué pasó en los tres minutos más el descuento que transcurrieron hasta el pitido final. Discúlpenme, pero estaba llorando de emoción. Somos campeones del mundo, contra todas las maldiciones, los árbitros, la violencia de un adversario que no quiere jugar al fútbol y hasta contra la misma FIFA, a la que parece que no le ha gustado que la Roja gane Eurocopa y Mundial seguidos: sólo hay que ver el absolutamente vergonzoso pódium del Balón de Oro del Mundial, que ha colocado a Forlán el primero (meritorio y heroico, pero ¿Balón de Oro del Mundial?), segundo a un Sneijder que en este partido no ha hecho nada y que tendría que haber terminado expulsado y tercero, sólo tercero, a uno de los nuestros que ha ganado el Mundial, David Villa. Pero ¡qué más nos da! Esta vez nada podía contra los nuestros. Y qué lindo es ver a toda la gente en el país junta, unida, celebrando el gol de Iniesta y la Copa que los chicos nos traen desde Sudáfrica, sin que los colores rojo y amarillo sean algo que nos separa sino una camiseta que nos une. Ojalá este impulso sirva para que todos nos demos cuenta de que hay más razones para abrazarnos que para pelear. Ojalá esta gran ola de alegría y optimismo nos ayude a soportar los tiempos malos pasados y los que están por venir. Yo, desde luego, me voy a despertar mañana con una sonrisa gigante. España es una de las ocho elegidas. España ha ganado la Copa del Mundo.

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