viernes. 03.05.2024
Fernando Savater
Fernando Savater

El 4 de noviembre, publicaba “El País” un artículo de Savater, titulado “Hipocresía”. Se lamentaba, en un tono desangelado y apático, del abuso de la pederastia eclesial y laica. Desde luego, un tono menos sarcástico y cruel como el que suele utilizar cuando escribe contra el presidente Sánchez, “ese psicópata sin límites éticos”. Deploraba que el escándalo de la pederastia clerical hubiese tenido mucha más resonancia periodística que, por ejemplo, “otros abusos más recientes (la contagiosa moda de metamorfosis trans entre niños”.

Sostenía que la ley de amnistía era un abuso mucho más lesivo para la ciudadanía que la pederastia. Savater, no solo relativizaba el número de abusos sexuales habidos en los estamentos religiosos y laicos a lo largo de estos últimos tiempos, sino que se “descojonaba” (sic), diciendo que esa cantidad de abusos, no sólo era “fruto del embeleco de la estadística, sino que los frivolizaba arguyendo que él se libró de ellos gracias “a lo feo que era”, lo que evidenciaría el nivel de seriedad con que el autor de Invitación a la ética se tomaba este asunto.

Sostenía que la ley de amnistía era un abuso mucho más lesivo para la ciudadanía que la pederastia

Embeleco significa embuste, engaño, argucia. Por tanto, se trataría de unos datos nada fiables, misma tesis que la defendida por la Conferencia Episcopal y que, curiosamente, ha sido desmentida por las informaciones que sobre ella ha ido reproduciendo durante meses el propio periódico. Después de banalizar el asunto, hablando sobre el número de casos de pederastia, concluirá que será siempre un número mucho menor que el de los afectados por el abuso político de la amnistía que, según Savater, asciende a “47 millones y medio de españoles”. Toda la población española. Ni que decir tiene que esta estadística es objetiva, científica e inapelable, y no una falsedad como la referida a los abusos por pederastia. Cabría apuntar que, para ser más exactos, Savater tendría que haber descontado de esos 47 millones y medio, los 12,5 millones que representan a los votantes de los partidos políticos que dijeron sí a la ley de amnistía.

No creo que a Savater le sea indiferente la lacra de la pederastia eclesial y laica, a pesar de su sardónico análisis. Tampoco, considero que la finalidad de su artículo fuera ese. La pederastia eclesial ha sido un pretexto del segundo término de la comparación, el gobierno, para incriminar la ley de la amnistía y a quienes la han apoyado. Lleva tiempo pregonando que “hoy su prioridad es echar a Sánchez y su cuadrilla”. Así que no extraña que cualquier acontecimiento que toque lo transformará en excusa para poner en solfa al presidente del Gobierno, considerado como “una desgracia nacional"

Las comparaciones suelen hacerse para hacer más comprensible lo que se describe. En este caso, el tiro le ha salido por la culata y, en lugar de aclarar, lo que ha hecho es confundir. Y, desde luego, quien ha salido malparado del disparo, no ha sido el primer término de la comparación, Sánchez, sino el autor. No solo por su falta de empatía con las víctimas -no tiene obligación de cultivarla-, sino por la incongruencia de su método comparativo y el vocabulario utilizado, más propio de “Sawater” que de un profesor de ética. 

Si se afirma que el abuso de la pederastia eclesial y laica no es para tanto, eso significa que al compararla con la ley de la amnistía, minimizará el impacto de esta en la ciudadanía. Si hubiera dicho que el abuso de la pederastia eclesial y laica ha sido abismal, terrible, horrorosa y, continuación, decir que la ley de la amnistía ha superado con creces ese horror espeluznante y monstruoso de la pederastia, entonces, qué duda cabe, captaríamos mucho mejor el alcance del abuso de la ley de la amnistía. Pero, si se minimiza el abuso de la pederastia, queda minimizada, por comparación, el abuso de la ley de la amnistía.

Savater parte de la premisa de que si estás contra la pederastia, tienes que estar necesariamente contra la ley de amnistía. No tiene por qué

Dice Savater que quienes más han criticado la pederastia eclesial han sido los hipócritas. Hipócritas que se cobijan en “justo la “izquierda: ellos tan demócratas, (pues) promulgan una amnistía que se cisca en los derechos de 47 millones y medio de españoles. El mayor abuso”.

Ya lo han leído. El mayor abuso conocido de estos tiempos es la ley de amnistía, porque como dice “Sawater” se cisca -se caga, según el Diccionario-, en los derechos de los españoles. 

Es muy comprensible que este artículo despertara el malestar en los lectores y reprocharan al periódico su publicación. La Defensora del lector y el subdirector de opinión del periódico salieron a la palestra para justificar la publicación del escrito de Savater, concebido como “dilema ético”. ¡Anda que no! Quizás, en la intención del autor existiera ese planteamiento. Si es así, cabe decir que dista mucho de haberlo conseguido. Más bien, es un dicterio contra Sánchez y la ley de amnistía y muestra sarcástica de “Sawater” a la hora de utilizar la pederastia eclesial para vilipendiar dicha ley. El filósofo se limita a hacer una increíble comparación entre la pederastia y la ley de amnistía, extrayendo de ella una verdad absoluta, como sostener que la ley de amnistía es más lesiva y abusona que la pederastia eclesial y laica. Savater parte de la premisa de que si estás contra la pederastia, tienes que estar necesariamente contra la ley de amnistía. No tiene por qué. No tiene por qué. La naturaleza del delito de la pederastia nada tiene que ver con el apoyo a una ley aprobada democráticamente en un Congreso. Que esto no lo comprenda un catedrático de ética, resulta bastante desazonador.

Asegura el subdirector de opinión de “El País” que Savater “merodeó el límite de nuestras normas de estilo, pero no las transgredió”. ¡Qué precisión!

El periódico zanjó la cuestión por donde suelen cortarse estas cuestiones, apelando al principio de autoridad, con el falso argumento de que se publicó dicho artículo “en nombre del pluralismo y de la libertad de expresión”, pero, sobre todo, a la larga trayectoria de su autor como colaborad del diario y catedrático de Ética”. Asegura el subdirector de opinión de El País que Savater “merodeó el límite de nuestras normas de estilo, pero no las transgredió”. ¡Qué precisión! Si, usted, lo dice.

Es verdad que la libertad de expresión es sagrada y que todo se puede decir. Lo que me pregunto es si esta manga ancha que muestran las respuestas de la Defensora del lector y del subdirector de opinión del periódico son las mismas que se aplican a cualquiera que envía artículos a dicho periódico y no se llama Savater. Dicho de otro modo: ¿hubieran publicado El País ese artículo caso de haberlo firmado un don nadie? Lo hubiese considerado ofensivo y nada respetuoso con las víctimas de la pederastia y, a continuación, tirado a la papelera.

Vistas así las cosas el problema ya no es Savater, sino el periódico, que no ha actuado siguiendo la deontología que dice tener. Subdirector de opinión y Defensora del lector no han actuado en defensa de la libertad de expresión, sino en defensa de la empresa. Claro que están en su derecho, pero estaría bien que no utilizaran conceptos grandilocuentes para justificar una bajeza intelectual y ética como la perpetrada por “Sawater”. 

Pederastia y amnistía